martes, 21 de noviembre de 2017

Memorándum.


Voy a contártelo todo.

Lo que hay detrás de un punto y aparte.
Las noches que no nos fuimos.
Y las lágrimas.

Detrás de ese andrajoso punto final está mi vida.
(Y supongo que también la tuya.)
La que dejaste a la deriva de un domingo, a la suerte de nadie.

Están los soles a pleno pulmón, y los sábados entre copas.
Detrás de mis puntos y aparte descansa mi pelo- algo más largo y claro de lo que creías recordar.
Están los lunes incompatibles con todo ser viviente, y los miércoles de bocanadas de aire.

Hay alguna función de teatro estrenándose en todas las localidades donde dijiste mi nombre.
Y un sinfín de canciones.
Canciones para cada edad, para cada época, hora y rincón.
Canciones que nos transportan a una antigua primavera.
Lo que hay de tras de un punto y aparte son las ganas de volver a empezar, los recuerdos que nos construyen como las piezas de un mecano y los restos de esas historias
que nos empeñamos en revivir.

Detrás de esa pausa fatídica están las canciones de Quique González.
Y detrás de cada acorde, nosotros.
Queriendo jugar con fuego pero con el miedo de que la quemadura sea mas grande que la vida. Queriendo saltar pero temiendo caer. Queriendo arriesgar sin tan siquiera jugar.

Queriendo ser todo sin sernos ya nada.


Detrás de cada punto y aparte, te guardo los besos que te faltan desde que nos dijimos adiós.
Y el carmín ya nunca se despega de mis labios.

a M.

martes, 7 de noviembre de 2017

Noches suicidas con nomeolvides.

Me dijeron una de esas noches que si yo era de las que medía la vida en sonrisas. Y no pude más que hacer un truque con una de las mías. Y recoger dos tuercas que habían rodado de mi corazón.

Le debí parecer un tanto risueña con las luces apagadas.

La sonrisa es un elemento que va ligado a la felicidad, aunque no siempre la signifique.

Que nos decora los sentimientos, que maquilla lo miserables que llegamos a sentirnos por minucias. Y que a veces, sólo a veces, se dispara hasta nuestros ojos. Y nos delata. Y protesta por no salir más a menudo. Porque sólo puede salir acompañada, porque no conoce la libertad. Porque libre es demasiado bonita como para dejarla suelta.

La sonrisa es el único elemento de nuestra anatomía que no pasa frío si la paseas desnuda por los inviernos. Y que mientras menos ropa, más maravillosa luce.

Me preguntaron que de dónde había sacado mi sonrisa con la única excusa de los fluorescentes sobre fondo negro. Fue una de esas noches suicidas. Una de esas noches en las que te persiguen las pestañas, te asfixian anillos infinitos que engalanan tus caricias, y te oprimen en el pecho- a punto de estallar- todas las palabras que lucharon valientes por salir de tus labios.

Noches suicidas. Noches en las que las sonrisas se disparan solas. En las que no atienden a razones y se declaran culpables de la luna.
Noches en las que ya han dado por finalizada sus penas de muerte y le guiñan a la vida.

Esas son las noches en las que pierdes hasta la cordura. Agarras la nueve milímetros del cajón y la ansiedad te hace comprobar el cargador una última y maldita vez.
Maldita porque no quedan balas.

Te las ha cambiado el tiempo por cicatrices bajo las costillas y por pétalos azules. Nomeolvides.
Y rápidamente te desmoronas. Pero tus sonrisas siguen quemando hectáreas de tristeza.

Aquellas estúpidas flores azules se conocen todos tus amaneceres bajo el marco de su puerta.
Aquella fue una de esas noches.
Y yo contesté que si. Creyendo haber dejado atrás el infierno de los te quiero.

-Mido la vida en sonrisas desde que te has ido. No sé por qué no se me había ocurrido antes. Las tuyas siempre me llegaban a los ojos...

Y me miraste raro, impasible, como queriendo decir algo inteligente al sinsentido de mi cabeza, como queriendo no ser tú y no quererme así.

-Y tú, cariño.- Te dije- No has dejado de medirla en pétalos azules.

Y me lanzaste todos los pétalos con los que una vez pedí tu regreso.
-Nomeolvides.- Dijiste.

Y no lo he olvidado.
Ni a las noches suicidas.
Ni a ti.