miércoles, 27 de diciembre de 2017

Desórdenes emocionales

Cómo demonios les dices que salgan de tu cabeza.
Cómo planteas a alguien con quien existes que te abandone a tu suerte sin llevarse la experiencia.
Te han reñido, te han escondido. Te han ayudado a convertirte en pequeña, más pequeña.
Te han abrazado con el don de la invisibilidad en la alcoba del no saber.
Han reído contigo escondiendo puñales a la espalda.
Y lo peor es que tú lo sabías desde el principio.

Sabías que el dolor se servía en plato frío. Que las llamas nunca te han quemado.
Sabías que el viento y el tiempo no querrían ayudarte si no te atrevías a soltar las manos de ellas.
Tú y nadie más sabía que en la vida no había peores compañías.
Que el compartir se volvía amargo y los días, eternos.
Sabías que dolía pero también supiste aguantar el dolor.

El problema llega cuando no puedes seguir viviendo una mentira. Ni quieres.
El problema son ellas, y tú, que por convencimiento las sigues queriendo. Son ellas que no te dejan solas pero tampoco te viven como mereces.
El problema llega cuando para de llover y no te queda más remedio que levantar la cabeza. 
Y las dudas atraviesan poco a poco el inexperto corazón que revolotea en tu pecho.
El problema lo tienes tú, que no te basta con ver oír y callar; que ansías sentir y gritarlo desde lo más alto.
El problema...
Si todos ellos fueran el problema los habrías solucionado hace tiempo.

Aquí, ahora, en este instante...el único problema es que sigues encerrada en tu interior, estrellando todas tus ganas contra el muro de tu cabeza.

Y ellas, las abominables inseguridades que te coronan no van a soltarte las cadenas.

Llevas años preparando el plan de fuga, millones de engranajes que encajan a la perfección con los esquemas, a la espera de una última pieza.
La pieza con forma de llave, la que pondrá fin a todo sufrimiento y te dejará volar.


La pieza que sin quererlo, guardas en lo más profundo de todo corazón, deseando la libertad.


martes, 12 de diciembre de 2017

Llamas.

Me han pedido que me exprese. Que diga lo que me hace sentir bien. Y tu sonrisa ha volado por mi mente.

Me resulta tremendamente difícil esto de elegir. Yo, que me declaro más cambiante que las mareas.
Hoy no iba a ser la excepción que confirmaba la regla.

Ha amanecido gris. Fuera casi hiela y de nuevo no he sido capaz de sacar ni una mano, ni la oreja.
Un septimo está demasiado cerca como para morir y demasiado lejos para tocar fondo.

Toca crisis existencial.
Toca preguntarme qué es lo que prefiero.
Si volar o rozar espuma del mar. Si sentirme maravillosa o maravillada.

Y es que cariño, desde que llegaste a mi vida, has conseguido que sea más curiosa que nunca. Que viva en una eterna pregunta.
Que cambie más de ganas que de tangos, que me haga un lío como un ovillo que nunca terminó por desenrollarse
y no sepa como salir.

Veo la oscuridad en el fondo de mi mirada. Me apetece ser tuya o de nadie.
Ser tuya, no como objeto ni como posesión,
sino como sentimiento compartido.

No sé si esto es un juego del destino- que se ríe a nuestra costa- o si eres tú el que quiere reírse de mi en todas las costas en las que nos encontramos.

No sé porque juegas con mi corazón trillado y me llamas por mis apellidos.
A que vienen esos besos en la esquina de mi hombro si no es con propósito de enamorarme.

Pero claro, me olvidaba que a ti también te han hecho daño en un pasado, que los segundos no  pasan solos delante de mi puerta y que tu sonrisa a pesar de las heridas, es la más bonita de toda la ciudad.

Me olvidaba que estoy en el norte, que fuera va a llover siempre, pero que contigo me aparece el sol por la mejor de las esquinas.
Me olvidaba que sabías cantar lo que sientes, y pensar lo que siento.
Que siempre aciertas, y que aún no es demasiado tarde.


a J.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Ana

La loca de los domingos tiene a Hozier rasgándole el corazón. La música sobrepasa el volumen de los vendavales.

El temporal le trae de cabeza, y no encuentra mejor excusa que un café para ser eternamente feliz durante tres minutos.

Se ha calzado las botas de agua porque el norte no cesa su llanto para no terminar de salir y ha vuelto a adorar sus interminables domingos.
Ella, que quería saltar charcos, solo patalea viendo las carreras de gotas de lluvia sobre el cristal.

Gotas, farolas y oscuridad que se entremezclan para formarle la más bellas de las postales navideñas ante el escritorio.

Hoy se sentía peleona y rebelde. Hoy lucía una corona algo anárquica y su pelo sólo quería volar.
Hoy no se puso demasiado cerca, por temor a no ser suficiente. Y su modo despeinado ha invadido toda la casa.
La bautizaron como Ana, y ha venido a hasta el norte para desatar la guerra.

Ríe en silencio y va al contrario que el tiempo. Le busca la luz a lo oscuro de la manera más ilusa y esconde las ganas tras las pupilas.

Quiere contarle al mundo que está preparada.
Que en eso del amor, nadie nació sabiendo y que ya ha desperdiciado demasiadas oportunidades.

Quiere susurrar al oído del primero que le escuche que las noches son para los valientes, que el mundo pertenece a los que siguen creyendo en la magia y que los días a su lado pasan como los segundos, desfilando incansables.


martes, 5 de diciembre de 2017

Luz


Y estando en medio de ninguna parte solamente escuché 'I'm going back to the stars'.
Y te miré. De repente me sentí sobrevolar miles de kilómetros y un par de océanos para verte triunfar como siempre quisiste.

Yo de regreso al Lunario a contemplar las vidas pasar entre telones de escenario.
A adivinar la flor en la piel de todos los que te vieron conseguirlo.
Y declararme uña de la carne que le pusiste al sentimiento.

Volvíamos a la magia, y como dijo Izal, a sus efectos especiales.
Regresábamos al cajón desastre de tu ropa con la mía;
al frío de las tormentas de verano;
y al calor de la lumbre cuando ahí fuera se te helaba de todo,
menos el corazón en mis manos.

Me quitaste el auricular y aún con voz susurrante pude recoger tus palabras.

Y me encantó darme cuenta de que los mi vida y las caricias no estaban del todo perdidos.
Y al escucharte solo supe abrazar
(te).

Contigo no vuelvo a las navidades pasadas porque ya no nos quedan, pero si a las anteriores, y de la mano del famoso pero olvidado fantasma que dejó de ser etéreo.
Ese que una vez decidió hacerse poeta para sangrar todas sus letras.

Nunca nos hemos sido y sin embargo quererte es demasiado fácil. Tener el privilegio de compartir vida con alguien que ilumina la tuya, el más bonito de los regalos.

Por eso te pido, que aunque sea difícil, que aunque no quieras querer:
no me sueltes.

Sé que no eres de esos pero, no te vayas.

Quédate.
Si quieres para un rato, porque hueco en mis recuerdos tienes para toda la vida.

-a J.

Disconforme incesante

Vivamos como vivamos y lo mucho o poco que dure esta vida, nada va a parecernos suficiente.
Nunca.
Somos por definición seres inconformistas.
No queremos cesar en engaño ni frenar los efectos, y si estos nos llenan, mejor.
Aunque nos ronde eso de que nada en exceso es bueno, tampoco terminaremos de creérnoslo.

Debe existir el exceso de risas. El exceso de alegrías y el de felicidad.
He pensado muchas veces en nuestra fecha de caducidad. El  día en que nos de por dejar de respirar.
Y me gustaría saberla- y así organizarme y decidir qué vivir y qué saltar. Pero sobre todo para poder agarrarme al clavo ardiendo que me de la gana- si este me promete un 'te quiero a mi lado'.

Pero por otro lado, nos miro y pienso que mejor dejemos hacer de las suyas a la casualidad.
Somos gentes, humanidad errante, destinada a equivocarse y a grabar a fuego esos errores.
A aprehender.

Pedimos clemencia al dios de los mil nombres, según los labios que se dignen a llamarlo, o el alma que le susurre.

Entonces,
¿Quién se ha tomado la estúpida molestia de tejer los destinos de estos seis mil millones de vidas? Y de otros tantos ojos desconocidos que se empeñan en sobrevivir en contra de todo sistema?
¿Quién puso la primera piedra del universo?
¿Quién vio encenderse las estrellas?
¿Quién decidió organizar las notas que alumbraran la primera melodía? La que hizo bailar y disfrutar a la más cándida de las mentes.
¿Cuándo empezamos a querer?
¿Y por qué , si nos movemos por ensayo y error, no nos hemos arrancado el corazón de cuajo y hemos dejado de lado al amor?

Son seres complejos estos humanos.

Se debaten entre el existencialismo y la fantasía, entre lo místico y lo terrenal. Ponen peros a la razón y buscan los límites del alma.
Defienden la realidad pero se pasarían las horas flotando sobre las nubes.

Y este sentimiento de disconformidad incesante no se detiene.
Es un devenir constante de energía que nos envuelve.
Son las luces de una llama con mecha eterna; espuma de unas olas que nunca terminan de romper; o las canas incipientes que muestran que el saber está en más en los años que en los daños.

Somos la última pieza de un puzzle que se cayó bajo el armario del salón.
Continuamente pregunta sin encontrar jamás la respuesta.


(Anne Hattaway)



martes, 21 de noviembre de 2017

Memorándum.


Voy a contártelo todo.

Lo que hay detrás de un punto y aparte.
Las noches que no nos fuimos.
Y las lágrimas.

Detrás de ese andrajoso punto final está mi vida.
(Y supongo que también la tuya.)
La que dejaste a la deriva de un domingo, a la suerte de nadie.

Están los soles a pleno pulmón, y los sábados entre copas.
Detrás de mis puntos y aparte descansa mi pelo- algo más largo y claro de lo que creías recordar.
Están los lunes incompatibles con todo ser viviente, y los miércoles de bocanadas de aire.

Hay alguna función de teatro estrenándose en todas las localidades donde dijiste mi nombre.
Y un sinfín de canciones.
Canciones para cada edad, para cada época, hora y rincón.
Canciones que nos transportan a una antigua primavera.
Lo que hay de tras de un punto y aparte son las ganas de volver a empezar, los recuerdos que nos construyen como las piezas de un mecano y los restos de esas historias
que nos empeñamos en revivir.

Detrás de esa pausa fatídica están las canciones de Quique González.
Y detrás de cada acorde, nosotros.
Queriendo jugar con fuego pero con el miedo de que la quemadura sea mas grande que la vida. Queriendo saltar pero temiendo caer. Queriendo arriesgar sin tan siquiera jugar.

Queriendo ser todo sin sernos ya nada.


Detrás de cada punto y aparte, te guardo los besos que te faltan desde que nos dijimos adiós.
Y el carmín ya nunca se despega de mis labios.

a M.

martes, 7 de noviembre de 2017

Noches suicidas con nomeolvides.

Me dijeron una de esas noches que si yo era de las que medía la vida en sonrisas. Y no pude más que hacer un truque con una de las mías. Y recoger dos tuercas que habían rodado de mi corazón.

Le debí parecer un tanto risueña con las luces apagadas.

La sonrisa es un elemento que va ligado a la felicidad, aunque no siempre la signifique.

Que nos decora los sentimientos, que maquilla lo miserables que llegamos a sentirnos por minucias. Y que a veces, sólo a veces, se dispara hasta nuestros ojos. Y nos delata. Y protesta por no salir más a menudo. Porque sólo puede salir acompañada, porque no conoce la libertad. Porque libre es demasiado bonita como para dejarla suelta.

La sonrisa es el único elemento de nuestra anatomía que no pasa frío si la paseas desnuda por los inviernos. Y que mientras menos ropa, más maravillosa luce.

Me preguntaron que de dónde había sacado mi sonrisa con la única excusa de los fluorescentes sobre fondo negro. Fue una de esas noches suicidas. Una de esas noches en las que te persiguen las pestañas, te asfixian anillos infinitos que engalanan tus caricias, y te oprimen en el pecho- a punto de estallar- todas las palabras que lucharon valientes por salir de tus labios.

Noches suicidas. Noches en las que las sonrisas se disparan solas. En las que no atienden a razones y se declaran culpables de la luna.
Noches en las que ya han dado por finalizada sus penas de muerte y le guiñan a la vida.

Esas son las noches en las que pierdes hasta la cordura. Agarras la nueve milímetros del cajón y la ansiedad te hace comprobar el cargador una última y maldita vez.
Maldita porque no quedan balas.

Te las ha cambiado el tiempo por cicatrices bajo las costillas y por pétalos azules. Nomeolvides.
Y rápidamente te desmoronas. Pero tus sonrisas siguen quemando hectáreas de tristeza.

Aquellas estúpidas flores azules se conocen todos tus amaneceres bajo el marco de su puerta.
Aquella fue una de esas noches.
Y yo contesté que si. Creyendo haber dejado atrás el infierno de los te quiero.

-Mido la vida en sonrisas desde que te has ido. No sé por qué no se me había ocurrido antes. Las tuyas siempre me llegaban a los ojos...

Y me miraste raro, impasible, como queriendo decir algo inteligente al sinsentido de mi cabeza, como queriendo no ser tú y no quererme así.

-Y tú, cariño.- Te dije- No has dejado de medirla en pétalos azules.

Y me lanzaste todos los pétalos con los que una vez pedí tu regreso.
-Nomeolvides.- Dijiste.

Y no lo he olvidado.
Ni a las noches suicidas.
Ni a ti.


sábado, 21 de octubre de 2017

Por culpa de Van Gogh

'¿Que tendría el loco de Vang Gogh para hacerse  tan famoso? No me parecen tan bonitas sus pinturas. Tiene una forma de mover el pincel extraña. Como dejando pegotes. Tiene unos colores que no se corresponden con la realidad. Si además estaba loco. Y mira...parece que vivía flotando.'

Hasta que se dio cuenta del detalle que conseguía embelesar a todos. Fue consciente de que a aquel loco le rindió culto el universo.
Todo ello viendo la vida pasar.

Ella pasaba cada día por la misma calle. Siempre se encontraba el bullicio de la vida universitaria, y se afanaba en pensar lo peor de la gente. Quizá incluso pecara de desconfiada.

Era detallista, pero muy excéptica.
Pensaba que todo tenía un motivo, causa o efecto; que todos los problemas venían con su solución y que los números irracionales que le habían enseñado en la escuela formaban parte de una antigua leyenda china. Ella necesitaba hechos, facciones elucubradas dentro de la realidad.

¿Pero hasta donde llegaba esa realidad? ¿Qué era lo que separaba lo real de lo ficticio?

Entonces fue cuando se dio cuenta de que la culpa la tenía Van Gogh.
No todos podíamos percibir la misma realidad. Si no seríamos la mejor definición de maquina perfecta. Y seríamos todos exactamente iguales, y a su alrededor reinaba el caos y la diversidad.

La culpa la tuvo 'La noche estrellada' colgada con mucho acierto sobre la esquina superior izquierda de uno de los bares menos transitados de la ciudad. Era poco transitado pero estaba lleno de cristaleras.
Era de buena tarde cuando ella pasaba por la calle de siempre y vio en el interior del bar un hombre menudo y canoso con dos platos y un vaso vacío. Miraba hacia el techo y ella se acercó con la curiosidad de quien no quiere continuar su camino. Pensaba encontrar una televisión repitiendo las mismas noticias de la maldad humana luchando contra el cambio climático.
Y se sorprendió.
Pocas cosas podían sorprender a una mente tan ordenada y calculadora como la suya.
Donde esperaba el televisor descansaba 'La noche estrellada'. Esa pintura que tanto odio le había despertado en el pasado por escapar a su razón.
En aquellas tres de la tarde de un otoño triste la enamoró.

Y le hizo darse cuenta de que hasta el caos encuentra un orden en la razón. Y que esta es la mejor de las aliadas si se junta con la locura.
Y ella aprendió entonces a amar, a adorar el arte y a volverse loca entre un sinfín de realidades.

La noche estrellada- Vincent Van Gogh 1889

Siempre tú

Llevo tiempo sin pensarte. Precisamente, porque no me queda tiempo.

Por más que atrase las manecillas del reloj, o pretenda vivir en un pasado lejano no te da la gana de dejarme tranquila.

Me pasa que pretendo vivir en el pasado, y se me olvida el presente.

A veces lo intento. Digo lo de arrancar tu recuerdo de mi pensamiento. Me prometo que eres feliz así, y que yo lo soy más. Tampoco es que sin ti sea infeliz. Pero dime entonces por qué demonios tienes el don de la omnipresencia a miles de kilómetros y dos años de distancia.

Otras veces me doy por vencida, me digo que mañana será otro día. Pero ese mañana no llega nunca. Porque cuando no me acuerdo yo, te apareces tú.

Y así. Todo el tiempo.

Encontrándonos en esa fina linea del no querer querernos, y querer no querernos nunca que sólo se materializa en la nube de mi cabeza.

Que puede sonar a locura-y seguramente lo sea, pero es mi locura.

Toda mi locura se resume en un .

Mi locura eres tú idealizado, tú perdido, tú demasiado perfecto para ser real- perfecto de más, tú a kilómetros de mi en el sur, tú lejos pero cerca, tú igual de cabezota, tú sin planes, tú de noche, tú y tu sueño permanente, tú eternamente enfermo, tú con tus abrazos a la espalda, tú feliz, tú dándole vueltas a la cabeza y por último
tú, sin memoria.

Mi locura eres tú. Siempre tú.

Y el día que deje mi locura aparcada bajo mi ventana dejaré de ser yo.

-a M.

martes, 17 de octubre de 2017

El pueblo fénix

Somos de los que vimos la cara oscura del ser humano en la profundidad de un domingo negro.
Vimos el daño por encima de unas lenguas de fuego- altas, sí, pero cobardes.
Vimos la desesperación ensañándose con los gritos.
Vimos a la disconformidad tomando la justicia por su mano.

Y quisimos morir.

Quisimos salir de una pesadilla. Abrir los malditos ojos y encontrar una voz amiga.
Quisimos huir de unas horas que pasaban demasiado lentas para todo lo sucedido.y
Y escapar corriendo.

Pero dicen que es con las crudezas, cuando las personas sacamos a relucir nuestros mayores valores. Los vimos mantener la calma en un mar de incertidumbre
Desear la lluvia, sin pararse a esperarla.
Los vimos- con ojos de impotencia-
perderlo todo menos la esperanza.

Sobre nuestras cabezas llovieron las cenizas de unas reglas mal acatadas.
Sobre nuestro corazón se asentó la culpa hacia el nadie
que lo resolverá todo el día menos pensado.
Somos los que respiramos el odio convertido en humo, sólo porque estábamos aquí
y nos había tocado.

Pero podrías haber sido tú,
vosotros.

Fuimos los que cambiamos el paraíso por el infierno en cuestión de horas, los que nos dejamos engañar por el 'todo pasa y todo llega'.
Fuimos los que encogimos el corazón por el miedo a esperar.

Es muy fácil echarnos la culpa, quejarse y no mover un dedo
para que el infierno se vuelva otra vez paraíso.

Aquella madrugada ardieron miles de sueños.
El verde se fue, poco a poco, convirtiendo en el peor de los negros.
Pero allí siguieron: las manos, los alientos,
allí siguieron las palabras de acierto.

Y salió un sol oculto al día siguiente, mas no quedaban 'peros'.

Llevo poco aquí, y ya lo considero casa.
Y con todo lo vivido he llegado a la conclusión de que el pueblo gallego es fénix.
Vendrán mil y una adversidades más a llamar a la puerta- pero tengo claro que estas gentes
siempre terminarán resurgiendo de sus cenizas.

Hablo desde fuera y desde lejos.
Si me duele Galicia de esta manera, no me quiero imaginar al resto.

Queiman Galiza, un domingo negro



martes, 10 de octubre de 2017

Los finales de septiembre

Caminas creyendo que tienes un plan. Que tus pasos van a marcarte un camino y eres dueña de tus decisiones, pero no. Mira detrás. No te sigue nadie, ni te mira nadie. Él pasó de largo. Y nada.

En el momento anterior a las desilusiones, te crees la estratega de la batalla; entonces se te desmonta el castillo de naipes, y todo lo que dabas por conseguido vuelve a convertirse en humo. Vuelve a flotar sobre un otoño que no acaba de llegar.
Y piensas lo fácil que se ve la vida desde un balcón de septiembre, con sus comienzos, su ritmo frenético y sus esperanzas. Y echas un par de sueños más al carrito de la compra. Estos los has cogido de la sección de congelados, a ver si ahora te duran más.

Y septiembre quedó atrás. Con sus risas, con sus bromas, con virtudes y defectos. Y se llevó tu corazón consigo.
Debía de estar defectuoso porque no pidió por el ni rescate.

Paras. Con tu carro de sueños de congelador y quieres pensar que te da igual, que vas a resignarte y seguir sonriendo con la vista al cielo, a la espera de algún estúpido milagro que no va a llegar nunca.

Pero no. Estás cansada. Tienes ganas de sentirte importante para alguien más que para ti. Tienes ganas de verte guapa, aunque sea por una noche. La mañana del día siguiente te bastará con recordar.
Y mira que te encantan las ilusiones, pero que daño pueden llegar a hacer...


Tanto como los finales de septiembre.

-a A.

martes, 26 de septiembre de 2017

Restos de una herida

Qué tendrán Sabina, y los otoños, que en lugar de querer abrigar mi corazón quieren que lo desvista sin la menor de las ternuras. Qué tendrán que hipnotizan el alma como el mejor de los gurús.

Qué tendrá el norte que evoca todo pensamiento turbio entre las vidas prohibidas. Que derrama el frío sobre el adorado septiembre y saca el whisky más añejo para bautizar a la muchacha más dulce.

Qué tendrán, que se empeñan en no sacarnos a respirar en mitad del hundimiento, en cubrir de mil colores que no sentimos nuestras cabezas.

Qué tendrá la vida, que encima de ser perra, es reina. Que nos trata de usted, creyéndose señora y luego nos escupe a la cara.
Qué tendrán sus ojos que sólo me atrapan en noches de luna llena.
Qué tendrá mi cabeza, que no le funcionan los puntos fijos, y gastó sus propias pastillas de freno.
Qué tendrá la confianza, que se me desaparece como la bruma de la mañana.

Qué será lo que tendrán todos los endemoniados poetas, si juraron ante mi puerta no pactar con el diablo bajo la luz de unas velas. Si prometieron ser fiel a algo más que unas palabras encadenadas formando versos.

Que tendrá Venus, que aún muriendo todos los amaneceres, sigue coronándose alma máter de la noche. Que tendrán tus leyendas de falso para que yo me las siga creyendo incluso cuando faltas.

Qué tendrá la luna, y su magia, para dirigir nuestras vidas de madrugada.

Son demasiadas preguntas sin formular. Son demasiadas respuestas en falso. Todas las que se desbordan por el acantilado junto a mis sueños. Y a los restos de una herida que se olvidó de cicatrizar.


El misterio de la vida

Y la vida comienza, así:

De repente.

En la milésima de segundo que escuchas el primer llanto.
Y el mundo te avanza deprisa y no sabes lo que os deparará.  Y la miras orgulloso con la bandera del verbo amar sobre vosotros, y después te detienes en el bulto minúsculo que descansa entre sus brazos. Es tuya. Tu vida a partir de ahora.

También chocas con lo mal que está el mundo para traer más esperanza, pero mira qué bonitos serán tus días cuando despiertes y veas lo que tienes delante. Una hija y la mujer que lo ha hecho posible. El amor de tu vida. ¿No defendías que no existía?

Y en esta dicotomía de sentimientos, tú-que no sabías ni cuidar de ti- pasas a ser el cabeza de familia. Has aprendido sin manual de instrucciones y de forma automática.

No sabes si vas a hacer lo correcto. De hecho, estás seguro de que cometerás más errores de los que te gustaría. Pero también sabes que darás lo mejor de ti. Que vas a dedicar todo el tiempo que te quede a moldear a la mejor versión de ti mismo.
En hacer que la felicidad lleve su nombre, en guiar unos pasos hasta las luces del ocaso más maravilloso.

La vida comienza día tras día, y vuelves a tener otro de los días más maravillosos de tu necia existencia.
Otro de esos días en el que te sientes alguien en mitad del abismo. Otro día en el que prometes que va a ser el último de pasos en falso. Pero en el que te recuerdas que sin ellos nunca volverías a mirar a los ojos a las segundas oportunidades.

La vida comienza de repente. Con su llanto. Con el beso de unos ojos azules, con la primera palabra pronunciada por la fe ciega. Y el amor te invade.

Y algo has debido hacer bien. En esta vida o en las anteriores. Porque su sonrisa ha llegado. Y vino para quedarse.



sábado, 23 de septiembre de 2017

Te quieros mudos

Cuando aparece una persona nueva en mi vida siempre intento averiguar qué papel ocupará en la obra de mis días. Intento divagar, sin dar mucha vuelta a la cabeza, sobre el grado de relevancia al que llegará .
Y luego, revelándose al poder de la razón se encuentra mi querer. Me encanta soñar queriendo y querer soñando. Suelo pecar de soñar de más, y de odiar de menos. Tengo la virtud- o defecto, según quien lo mire- de querer con ansias y con muy poco y de coger confianzas muy rápido.
Todos los te quiero que se me escapan de los labios vienen directos desde el corazón. Puede que en ocasiones la situación no sea la propicia para soltarlos y que suenen vacíos. Pero nunca son falsos.
Y otras veces los siento. Los siento debajo de la piel y en el alma. Esas veces en las que necesito retener a alguien para que no salga de mi vida por nada del mundo. Porque compartir con ese alguien me hace mejor persona.
Los siento pero no los digo. Se quedan mudos.
Los te quieros mudos son los que más duelen pero también los que más se sienten. Los que no se dicen, por miedo a que el sentimiento no sea mutuo. Los te quieros del miedo.- o  a él pasan a pertenecer cuando les cortamos las alas.
Eso es lo que me pasó contigo. Entraste entre bastidores con todos los papeles de ser un actor de reparto. De ser el actor secundario dentro de un amplio elenco de protagonistas. Pero la confianza te dio el beneficio de la duda y pasaste a brillar en la primera escena con monologo incluido.
Lo que me pasa contigo es que te quiero sin voz. Completa y absolutamente muda. Porque tengo miedo. Porque no sé si mañana vas a seguirme para que no marche contando otro de tus cuentos, porque no sé si pasado seguirás queriendo pararme los pies por hablar de más, o si te llegarán las risas para seguir usándolas contra mi por enfadarme. Porque me he acostumbrado a que tu presencia se acople a mi abrazo y me da miedo que está me susurre que te vas por la puerta de atrás.
Me encanta encariñarme de las personas que pasan de nada a todo. De ser nadie, a ser el siempre de cada cinco segundos. Me encanta ser la conversación pendiente o la última palabra si eso significa que tu tendrás otra mejor con la que ganarme.
Por eso me da miedo. Miedo que esto no sea más que cosa mía en lugar de nuestra.
Y por eso el te quiero, que se muere por levar anclas y alzar el vuelo, sigue mudo.
(Brad Pitt, Angelina Jolie- Mr. and Mrs. Smith)


lunes, 21 de agosto de 2017

Quiéreme lento.

Hablemos.
Digámonos todo lo que nos hace ser más fuertes, desvistamos nuestras debilidades sin poner precio a nuestras cabezas.
Hablemos siendo escuchados.
Hablemos en silencio, y con los ojos.
Vamos a hablar de una vez.
Sin que yo tenga miedo, sin que tenga que pasar de puntillas por si te enfadas otra vez. Sin que yo tenga que medir mis actos ni tú tus palabras por miedo a perder.

Seamos como siempre. Como nos han hecho, como nos hacemos.
Seamos más.
Seamos nosotros, por una vez.

Decidámonos en presente, tal vez más adelante tengamos que trazar las líneas de un futuro juntos.
Tampoco te pido que te olvides del pasado. Tómalo como un regalo, por todo lo bueno que nos hemos hecho.

Ven.
Sé fuerte. No cubras tus oídos, escúchame.

Escucha que de lejos suenan las notas de un verano maravilloso. Siente todo lo que nunca llegaremos a hacer y atrévete.
Abrázame.

Atrévete a abrazarme por la espalda y a cambiar mis pasos de puntillas por bocanadas de aire frente al océano.
Mírame y dime qué es lo que te importa. Y lo que no.
Qué necesitas.

Déjame describirte con versos todas las lunas que vengan con melancolía.
No te cortes. Te voy a dejar hacer hasta que se nos vaya el sol pero
por favor, no tengas prisa.

Quiéreme lento.

     Sense8

miércoles, 2 de agosto de 2017

Lunática los lunes

¿Y que hago yo con cada regreso que tu recuerdo?

Una película no, por aquello de que segundas partes se dice siempre que nunca fueron buenas.
Me gustaría decirte todas las palabras humo sin que pienses en mí como una lunática.
Hablo de palabras humo refiriéndome a lo que se quedó sin decir.

Podría escribir otra carta más, repasando las letras de tu nombre en un sobre que nunca descansará entre tus manos. Pero terminaría donde todas las demás. Junto a mi miedo, en el cajón de la izquierda.
Podría no tener miedo.
Podría atreverme.
Podría poder.

Me gustaría susurrarte tanto que cuando te imagino ante mi las palabras se desvanecen.

Sin que cada lunes caiga sobre mis ideas el mismo piano de cola desde el séptimo piso, vistiéndose con tu aroma.

Quizá fuera una rendición a destiempo. Una bandera blanca sin oportunidad de llamar al parlamento.
Sin más saqueos ni robos que los de unos ojos demasiado hambrientos.
Pero de nada sirve declarar culpable si no hay arrepentimiento, ¿no es así?
¿No significa lo mismo un adiós que un hasta luego?

Explícame entonces, qué clase de brujería tuve que hacer para que te marcharas, porque yo no la recuerdo.

Si me acuerdo que me encantaba jugar a tocar la luna garabateando sobre los puntos que formaban los lunares sobre el mapa de tu piel.
Y que nos sorprendieran los meses de verano persiguiéndonos las bocas.

Que a bocanadas de aire hechas burbuja, solo nos ganaban las sirenas.
Y siempre quería contar estrellas, volviendo a poner cada amanecer el contador a cero.
Quemar heridas, para dejar cicatrices.
Ellas fueron al final las que mostraron nuestras fortalezas.
Recuerdo que también quise convertir toda las tardes en los malditos domingos que nos perseguían, y hacernos los perseguidos.

Porque si la vida es eso, una carrera, quiero acabar sin aliento sobre tus brazos y a la primera.
Pero eso yo antes no lo sabía.

viernes, 21 de julio de 2017

Lobo de mar

Él cree en el destino.
Aún así, no es una persona idealista. Sabe hasta dónde puede llegar, cuáles son sus metas y los pasos para cumplirlas.

Y sin embargo, cree en el destino.
Me pregunto qué tipo de hada negra le encandiló en el pasado para hacerlo creer en algo cuando ni siquiera era capaz de creer en si mismo.

Se había ido abandonando con el tiempo.
Las ganas, raídas, se empeñaban en no dejarle desnudo.
El exceso de vello que poblaba sus facciones ya no dejaba admirar la perfecta proporción que escondía su rostro.
Algunos dicen que fue un lobo de mar en el pasado, que su barca había sido hallada a la deriva y los últimos restos de su vida se habían quedado encallados sobre las rocas.

Hasta aquella noche de luna llena,
en la que amaneció llamando al destino, posado en tinta sobre sus labios, y con un tímido brillo, casi imperceptible en la mirada.

Había vuelto a creer.
Hasta hoy, que se ha encontrado de bruces con la vida.
Una vida que lleva mi nombre, y todas las puestas de sol que nos hemos compartido.
Ha vuelto a confiar en el mar.
Sus facciones vuelven a ser perfectas y visibles y guardo sus besos sobre la línea que une sus dedos con los míos.
Desde aquella playa sabemos vivir separados pero nos hacemos falta para sobrevivir.

Nadie sabe quién era la misteriosa joven que descendió la colina hasta hundir los pies en la arena.

Nadie conoce mi nombre, sólo él.

Y mi incógnita seguirá siendo suya hasta que el destino- con tinta o sin ella- borre nuestras huellas del camino bajo su costado.

Mientras tanto, somos. Estamos. Y parece que empezamos a volar.
Dicen que mañana vuelve la luna llena, y que las grandes cosas están bañadas por ella.

Como el recorte de su silueta, cuando cree que soy yo la única que lo mira. Y confieso que podría seguir así todas las vidas que me quedaran.



sábado, 8 de julio de 2017

No te reconozco

No he llegado a conocerte.
Me refiero a tratar con la persona en la que te has convertido.

Desde la primera vez que nos vimos han pasado ya unos años. Cuando éramos demasiado pequeños e inocentes como para conocer las dimensiones de un beso.

No he llegado a tiempo, pero aún nos queda ¿no?
Últimamente tu recuerdo hecho hombre no se escapa de mi cabeza. Y tengo ganas de verte.
Tengo en la punta de los dedos la nostalgia de  tiempos pasados en los que todo era fácil. Y la mayor complicación empezaba con una caída y terminaba con betadine y tiritas.

Siento curiosidad. Me gustaría saber si me recuerdas; y si es así, cómo lo haces. Si es con cariño, con odio o con tristeza.

Yo en un principio te odié. Quizá en exceso. Porque los te quiero no se dicen en las despedidas y a quemarropa, cuando sabes que el tiempo pasado no regresará ni nos será rutina.


Te odié con las entrañas para sacarte de mi recuerdo, en vano.
Porque comprendí que habías formado una parte imprescindible de una de las etapas más felices de mi vida.
Y me descubrí queriéndonos desde tan niños.

Sé poco más de ti que tu aspecto, pero te sigo pensando y soñando al menos dos lunas al año.
Cuando la necesidad de querer me exprime la cabeza y destapo las reliquias.

Creo que no se lo he dicho a nadie, quizá por vergüenza pero, ¿recuerdas aquel colgante que me regalaste?
 
Lo sigo teniendo, once años después.
A lo mejor con el pretexto de canjearlo y volver a cruzarme en otra vida con tus ojos verdes.

        (My girl- Macauley Cuklin)


a J.


Egoísta

Aquel fue la mejor estampa que había fotografiado en años.
Y aun guardaba aquella foto en blanco y negro a buen recaudo.
Me gustaba el blanco y negro por egoísmo, porque quería quedarme con los colores solo para mi. Así a los demás les faltaba una pieza para completar la belleza.

Fue una de mis fotografías más apreciadas. Sería por lo mucho que te quise: rápido y a gritos.
Para que el mundo envidiara nuestra felicidad.
Me encantaba verte amanecer mirando al horizonte.
Siempre te levantabas con las primeras luces y lo único que adivinaba era tu silueta de perfil confundiéndose con el paisaje.

Me gustaba que te colases entre mis sabanas cuando mis sueños no eran de nadie. Echándole la culpa al tiempo o a la música. Hablándome bajito al oido y deseándome las mejores noches.
Pero no te diste cuenta que no hacían falta las palabras, contigo amarrado a mi espalda siempre lo eran.
Y luego vinieron las canciones y todas las cuerdas de tu guitarra.
Y allí me quedé.
Esperando a que el invierno dejara de ser frío sin ti.
Esperando un aguacero que nunca llegó, y desafiando con abrigos que todavía llevaban tu nombre.

A mi, que presumía de memoria, se me habían olvidado nuestra primaveras.
Pero tus canciones siempre sonaban en el tocadiscos del salón y nunca he podido evitar que me tiemblen las rodillas cuando te oigo cantar.



a D.

viernes, 30 de junio de 2017

Plage - Crystal Fighters

Puede que no fuera la mejor playa del mundo, que cada año tuviera menos metros de arena para regalarle al mar o incluso,
que cada verano que volvíamos a ella, el número de paseantes superara al de caracolas.

Puede que su orilla hasta deje de existir algún día o que los atardeceres no se vean tan bonitos. Pero, ¿sabéis qué? De todo el sur, ese es mi lugar favorito.

Allí he pasado momentos maravillosos con personas que ya forman parte de mi.

Es mi lugar favorito de entre tantos porque  me vuelan las horas sin tener que mirar las manecillas del reloj. Por todas las risas que se nos esconden entre los granos de arena. Porque siempre me he declarado una enamorada de los atardeceres, y es que aquellos me los guardo siempre.

Puede que la compañía también tenga algo de culpa, pero es que hemos hecho de ese muro blanco junto a la pequeña playa un hogar. Un sitio al que regresar cada vida, con ganas en exceso y pieles blancas e inmaculadas.
Un lugar al que escapar cuando creer que eres el único que tiene problemas.

No. Allí no están las soluciones a tus problemas, pero los sientas en el banquillo mientras sigues arbitrando el partido de tu vida, mientras te declaras goleador supremo de la final del mundial.

Me han preguntado muchas veces a qué llamo "casa".
Siempre he asegurado tener el corazón dividido.
Y no miento.
Qué más voy a decir con veinte años que la ciudad que me vio nacer haciendo frente a la que me ha enseñado a vivir.

Málaga sosteniéndole la vista a Compostela. Compostela sonriéndo recelosa. Aunque creo que se llevarán bien.

Vivo enamorada de la segunda, de sus calles, de su gente. Adoro su lluvia tanto como sus escasos azules.
Pero a la hora de responder a ese "casa", sin pensarlo, me veo sobrevolando el sur.
En grande, en mayúscula y con la tipografía de primera plana de periódico, en tinta negra.

SUR

Y bajo él, nuestra playa, otra tarde de tantas que tiene el verano-aunque se nos antoje efímero- con ellos, a los pies de mi toalla,
y el mar de fondo.

Con el sol resistiéndose a marchar, echándole toda la culpa a las nubes.

Casa.


Musarañas

Como los restos de una barra de labios que no ha cumplido su función de durar toda la noche.
Como un verano sin sal.
Como las grietas desgastadas de los mismos labios y sin beso.
Como los excesos del carmín fuera de la comisura de tu boca, declarándote único culpable de mis desperfectos; haciéndote más payaso de lo que nunca juraste ser.
Como querer creerte el Joker con la mayor de las sonrisas en noches tan negras como su peor enemigo.
Como las restas mirando desde la barra de nuestro bar favorito: el más vetusto y olvidado de Madrid.
Como nosotros olvidándonos de sumar. Pasando directamente a las ecuaciones complejas y de números irracionales.
Como una prenda con aroma inconfundible. Esa que aún con mil lavados, seguirá siendo persona.
La que tiene el poder de atraerte hasta aquel abrazo.

O tus ojos jugando a encontrarme desde el marco de la puerta. Y los míos escondiéndose tras las sábanas.
Y tus manos jugando a todo menos a las caricias.
Como cuando éramos epicentro de todo terremoto.
Como los domingos al sol.

Eso fue todo.
Todo lo que te supliqué al descubrir que podíamos quemar las ganas y desplegar de nuestras espaldas algo tan maravilloso y absurdo como unas alas.

Cuando la única preocupación real era salir con vida, debatiendo con argumentos de papel entre amanecer y anochecer.
Cuando no importaba el lugar para pasar la noche, porque ya la pasábamos nosotros sin lugar a dudas.

Cuando nos convertimos en hogar,
y todo lo demás le fue siguiendo por detrás.

Y ya no eres el centro de todas mis conversaciones.
Y mi lengua se muerde ignorándome el pensamiento.
Y ya no piso sobre tus huellas.

Solo me queda un recuerdo.















(Mia Wasikowska, Matthew Goode; Stoker)






jueves, 22 de junio de 2017

730 días

Si no te conociera diría que me echas de menos, que me has echado de menos todo este tiempo y que nuestros días separados no han sido más que un error de cálculo.
Si no te conociera diría que sigues teniendo ese orgullo intratable a modo de excusa. Que las cosas se ven más bonitas desde el recuerdo, que para qué vas a mancharnos las manos de tinta y cariño en algo inútil.

Se nos olvidó que los rotos podían coserse. Y siguen justo cómo y dónde los dejamos: rotos en el fondo del corazón.
Si no te conociera me atrevería a decir que las personas pueden cambiar si se lo proponen, que sin mí has sido feliz, que te has convertido en quién eres ahora a base de sudor y lágrimas, que no eras tan fuerte antes o te gustaba dejar de serlo sólo si yo rondaba cerca.

Creo que algo más de setecientos días se ciernen sobre nosotros jugando al despiste como una maldita pesadilla. Una pesadilla de la que siempre despiertas pero que te espera cada noche cuando vuelves a cerrar los ojos.

Estás detrás de todas las cartas que escribo desde que (me) faltas. Los aviones y las canciones me regresan tu recuerdo, y mira que he intentado eso de vivir en el olvido. Pero no puedo. O no sé, ni quiero saber cómo demonios se consigue.

Si no te conociera pensaría que te alegras de verme cada nochevieja, que tus 'me gusta' son para recordarme que estás.
Pensaría que quieres hacerme responsable de los daños colaterales y que me invada la culpa por marcar con un adiós las páginas de un libro que no terminaba de creerme.

Te he querido con todos los rincones de mi ser. Lo mejor de mi inexperta experiencia y todo lo que me dejaste.
Pero también confieso que te he llorado mucho y mal. Y me he quedado estancada en cada uno de los abrazos que ya no me pertenecen.

Puede que ese haya sido mi error: creer que te conocía.
Presumir de que no le tenía miedo a nada y de mi seguridad hacia las despedidas.
Cuando quieres a alguien, por mucho que las anteriores sean necesarias, tratas de lanzarlas lo más lejos posible. Eliminar de tu cabeza todo pensamiento que se corone bajo la palabra fin y vivir tu vida exprimiéndola al máximo.
Pero ahora puedo decir que sigo muerta de miedo.

Mi error también fue pensar que solo me duelo yo y hacer de un recuerdo mi único mundo.

Es cierto que siempre hay segundas oportunidades.
Y que pertenecemos a un grupo heterogéneo de individuos del que sobresalen dos tipos de personas.
Las que se enamoran en silencio, mientras la vida les pasa. Y como buenos secuestradores de palabras, arrastran el dolor consigo, siempre.

Y las que se enamoran a gritos, y corren y no se rinden y crean las oportunidades que les hacen falta para ser felices.
El mundo pertenece a las segundas.
Y las palabras hace tiempo que no salen realmente de mis labios.



viernes, 26 de mayo de 2017

Agnosia

Nombre. f. Incapacidad para reconocer e identificar las informaciones que llegan a través de los sentidos, especialmente la vista.


No saber.

No saber, ni acordarme de las cosas que me eran importantes. No saber cuándo sale el sol por Compostela y cuando debutará la lluvia.
No saber porque el corazón se cansa y no lucha, no sangra.
No saber en qué día andas viviendo porque todos se convirtieron en el mismo. Uno solo.
A escasas horas de la miel, que amenaza con rozarte los labios en sueños.
Aunque ni haya miel en el tarro ni sea siempre primavera.

No saber las canciones y necesitar cantarlas para desatar tifones sobre las antípodas.
No saber de que forma comprimir más tu cerebro para que se disuelvan los restos de tu energía.
No saber si no te ha mirado por falta de belleza o excesos de compromiso.

No saber si la toalla se tira, seca, moja o envuelve cuerpo y protege corazón.
No saber cómo decir lo que duele, cómo soltar lo que alegra o cómo dejar la mente en blanco.

No saber si la última vez fue esa, o la anterior.
No saber lo que pasas en el mundo por no tener tiempo, pues todo lo inviertes en saberes que nunca terminarás de saber.

No saber si la vida te va a durar siempre, lo que tú te esperas o si se te escapa.
No saber si el siempre, siempre significa lo mismo y el nunca no.
No saber si las gotas corren o vuelan hasta tus mejillas.
Si el mar, depende de la luz, se ve aguamarina o turquesa.
Si las lágrimas saben saladas o dulces según el motivo que las derrame.
No saber si es estás en el desvío correcto.
Definiendo correcto como el que te dicta el corazón.
Querer aprovechar la vida a ciegas y acabar con los lamentos.

No saber nada.
Y querer  saberlo todo.


lunes, 22 de mayo de 2017

Óbito

La habíamos visto reír de cerca y de lejos. Ganaba mucho en las distancias cortas. Helaba hasta el calor más sofocante del desierto con tan solo despegar los labios. Se los pintaba de un color berenjena que le quitaba la última de las vidas que hubiera podido tener- si alguna vez las tuvo.
Vestía según el día, siempre en tonos oscuros pero los martes era la reina del baile. Elegante y sofisticada- y lista para salir en la contraportada de las mejores revistas. Decían que nunca había hablado con nadie, que ningún alma tenía el suficiente valor para acercársele.
Sin embargo, era la única que se atrevía a hacer pactos con el demonio- sin palabras. Le prometió cielo, tierra y mar con tal de tenerlo comiendo de su mano. Arriesgó todos los ases de corazones de la baraja y se guardó en la manga de su chaqueta un as de picas destrozado.
Decían que destrozado porque sobre él habían caído restos de la lágrimas, de sudor, sangre y piedras y ya apenas se distinguía la simbología de color tizón sobre el lienzo blanco.
El demonio no sabía nada de ases. Él prefería jugar construyendo una escalera de color.
Inepto de él- se sintió engañado cuando ella le enseñó a quemarse con su propio fuego. Dejó de mirar y se sintió desvanecer cuando, al buscarla de nuevo, no encontró el reflejo de un pelo que tanto le calmaba las heridas.
Se había enamorado de una belleza fría. Fría por el hastío, por el paso del tiempo y los olvidos. Fría que bajo toda aquella coraza de invierno, aún guardaba un músculo rojo sangre que se revelaba contra las leyes de la naturaleza. Que quería seguir latiendo y querer a voces.
Ambos habíamos decidido rondarla. Descubrir si eran ciertas todas las habladurías. Llevábamos tiempo viviendo en el mundo a escondidas. Pensábamos que no podíamos más, que todo el peso  era responsabilidad nuestra y lo cargábamos sobre los hombros.
No la conocíamos de nada pero nos había arrancado de cuajo pedazos de nuestros corazones.
Qué ingenuos éramos entonces. 
Débiles, no aptos para la vida bajo grandes presiones. Al borde de todos los colapsos inimaginables.
Sólo queríamos decir adiós. Sin importar el quien, el cómo o el dónde.
Todos los martes y trece la esperábamos bajo la escalera. Los días impares me tocaba romper los espejos, mientras él derramaba montañas de sal. Los pares cambiábamos las tornas y algún fin de semana suelto nos cruzábamos con los gatos negros.
La buscábamos en callejones oscuros, en los ojos de los perdidos. Llegamos a buscarla en la tristeza de los finales y en las últimas páginas de los libros más macabros,
pero nada.
Era ella quien decidía cuando aparecerse y estaba claro que con nosotros no tenía planes por el momento.
Eramos nosotros los que queríamos buscarla, pero porque no cesaba de atormentarnos la idea de un viaje a cualquier otra parte.
Ironías de la vida, que siempre haya sido al revés.
Por eso y porque muerte, dicen que es nombre de mujer.


miércoles, 17 de mayo de 2017

Fantasmas del pasado

Nos hemos convertido en eso.
En otro de los fantasmas del pasado que vaga por entre vagones de metro.

Siempre he querido probar la vida de la capital pero
si tuviera que elegir una ciudad donde perderme con mi fantasma 
sería Roma.
Tanto tú como yo elegimos aquella maravilla como último destino.
Siempre nos quisimos creer Audrey Hepburn y Gregory Peck recorriendo los alrededores del Coliseo en vespa, por un afortunado accidente.

Podrán seguir pasando años pero sé que tu recuerdo regresará a mi el mismo día de mayo.
Lo bueno que tuvimos, aunque efímero, fue que nos construímos sobre ganas y sonrisas.

Noche de mayo.
Fuera hay quienes no quieren seguir con la vida; otros, exprimen la noche por encima de sus posibilidades  porque le tienen miedo al día.
Hay quienes, como yo, les invade la morriña en días señalados.
Hay tatuajes que se quedan en la piel sin tinta.

Suena Rosana. 'Si tú no estás aquí' como sabiendo lo que sucede, golpea mis oídos y los de mi fantasma.

Compostela está igual de confusa y colapsada que nosotros.
No sabe si llorar o reír, si llover o quemar. Pero está preciosa, como siempre.

Me recuerda a ti, a lo mucho que te gusta descubrir nuevas ciudades lo que disfrutas viajando y viendo mundo, y aún no conoces la mía.

Puede que no volvamos a sernos, pero aún tenemos muchas cosas que decir, muchos paseos en globo que se quedaron en el tintero y aquel viaje,
a Roma.


(Vacaciones en Roma- Audrey Hepburn y Gregory Peck)


lunes, 15 de mayo de 2017

El imbécil más afortunado del planeta

Juegas a sentir las gotas de lluvia sobre tu pelo. A no despreciar ninguna.
Siempre has adorado el agua.

Las tontas de las gotas se confunden con las perlas que emergen de tus ojos. No consigo distinguir cuál es cual.
Me pregunto desde no tan lejos porqué estarás llorando. Maldigo mil y una las veces que hayan podido inundar esos ojos que carecen de salida de emergencia. Mi cabeza divaga sobre qué rondara la tuya.

Mientras, adivino el vapor que te avisa de que la ducha tiene la temperatura perfecta.
Para no llegar a más extremos.
Terminas de deslizar los restos de tu ropa interior por entre las piernas, y acaban en algún lugar de tu habitación fuera de mi campo de visión.

Cierras la ventana de la vida, y te alejas de los grises que contrastan con la alegría de los transeuntes.
El dorso de tus manos se estrella contra tus mejillas y desprecia los restos de humedades que ahondan las cuencas de tus ojos.

Y luego te me desapareces.

Siete minutos.
Es el tiempo que tardas en volver a aparecer por tu ventana cubierta entre toallas.
Yo no he apartado la mirada de las únicas luces que descubrí en el edificio.

A veces necesitamos esas duchas eternas de siete minutos.
Para que el cuerpo hierva y la piel se torne sonrosada. Esas duchas en las que encuentras las respuestas a tus problemas.

Ya no tienes lágrimas. Parece que ahora te has vestido de sonrisa. ¿Eres así siempre?
Me recuerdas al mar. A cuanto echo de menos las tardes con ella. Te pareces mucho.
No recuerdo su nombre, o no quiero recordarlo.

Te acercas al armario y jugueteas indecisa con las prendas del interior. Eliges una sudadera de una talla demasiado grande.
No te la pongas, quédate así.

Pero tú no me oyes los pensamientos.
Ni siquiera sabes que te espío desde mi ventana, entre las sombras.

Te colocas la sudadera y los recuerdos regresan a mi cabeza.
Claro que me acuerdo de su nombre.
Marina.

No te pareces. Eres tú.

Soy el idiota que te rompió el corazón.
El estúpido que te dejó escapar.
El que no sabe cómo explicarte que perderte fue pecado capital.

Llevas puesto lo único que te quedó de mi.
Los restos de la arena que quedaban en ella ya no los veo.
Has cambiado las olas y los atardeceres por la lluvia.
Las balas, por los conciertos, y las risas por las lágrimas.

Me pregunto si ahora también preferirás el norte, a tu querido sur.

Tengo miedo a decirte que no te he olvidado.
A que el “no" vuelva a ser el juez de nuestra historia y la distancia, mi abogada de oficio.

No había vuelto a saber de ti.
Hasta aquel noviembre que decidí venir a buscarte al norte.
Venía con el propósito de convencerte de que me gustaba ser contigo. Quería pedirte perdón.

Y las malditas casualidades de la vida, o las bromas del destino han vuelto a apostarlo todo para ganar. Llegué al hotel en el que me hospedaba y salí a la ventana. Necesitaba un cigarrillo.
Hasta allí habían llegado las excusas.

Cuando, de pronto, te vi.
No podría confundir las ondas de tu pelo cuando te pones a bailar. 
Bailabas a carcajadas en el edificio de enfrente. No podía ver con quién hablabas pero reías.

Y cómo echaba de menos esa risa, Marina.

Te vi feliz y me dio miedo.
No quería ser yo el que derrumbara de nuevo tu felicidad.
Así que aquí estoy.
Alargando el viaje y las oportunidades.
A 72 horas de volver a ser humano, plantado ante la ventana. Sin encender las luces.
Hay dos cajetillas de tabaco en el suelo, y miles de colillas en el cenicero. Mi aliento apesta a cerveza y yo no me resisto a echarte de menos.

Iba a volver mañana. A desearte feliz vida en silencio. Hasta que ha empezado a llover de nuevo. Y con la lluvia, tus lágrimas.

Entonces sé que tengo que recuperarte.
Empleo siete minutos en decidir mi vida bajo el agua hirviendo. Bajo y pregunto en recepción dónde puedo comprar girasoles.

La floristería no queda lejos. Me acerco y consigo lo que quería. No quedaban girasoles pero servirán. Regreso sobre mis pasos y marco tu número al llegar a tu portal.

Contestas al segundo. Creo que habías borrado mi número a juzgar de tus prisas.
-¿Si?- Preguntas seria.
-Marina…
Se te corta la respiración al otro lado de la línea. Tendría que haber subido de nuevo a mi ventana.
-Nacho.- Dices entonces.- ¿Qué tal? ¿Pasa algo?

Venga, imbécil. Dile que baje. Que tienes algo para ella.

-Sólo quería saber cómo estabas y que bajaras a por algo.
-¿Bajar? ¿Qué hay abajo?
-Yo.

No te doy oportunidad a contestar. Pulso el botón rojo y espero. Te veo bajar apresurada por las escaleras. Llevas mi sudadera y unos vaqueros. Abres la puerta indecisa y me miras pidiéndome explicaciones.
Pero a mi solo me sale empezar por donde lo dejamos. Así que busco entre tus labios un beso que siempre llevó mi nombre.
Y te lo digo todo al oído. Luego las flores y tus ojos.
Veo en ellos que hay esperanza, perdón y ganas. Y que los reproches se quedaron en la ducha, con las lágrimas y los corazones rotos.
Y siento.
Más que nunca, y más que siempre.
Me siento bien, comprendido y contigo.

Y me declaro el imbécil más afortunado del planeta.