sábado, 30 de abril de 2016

Evanescente

Se fue.

Desapareció de las miles de vida que tocaba con su arte cada día, sin dejar rastro, sin un último mensaje de contestador. Sin decir que iba irse, aunque sospecho que lo sabía. Que su estúpida brújula ya le había marcado el destino.

Se fue tras una bonita despedida. Tras miles de mensajes pegados de distinta manera en las paredes de mi habitación.
Y por más que busco, no consigo encontrar aquello que propició su marcha inevitable. Lo que la hiciera desaparecer.

Los mensajes, más que un adiós inminente, desprendían un 'voy a quedarme junto a ti el resto de mis días'.
Esto me hace cuestionarme si por algún motivo, desconocido para mi, le quedan días.
Y el corazón se me encoge.
¿Cómo no van a quedarle días si rezuma juventud por todas las esquinas de su sonrisa?

Algo estás haciendo mal, entonces-me digo. Puede que seas tú, que has cambiado. Puede que ya no la veas con los mismos ojos, y pienses que se aleja. Pero te sientes igual.

Decides que vas a dejar pasar el tiempo. Que, por una vez, se merece que lo dejes hacer y deshacer a su antojo.
Y la única solución provisional que dilucida tu cabeza es dejar la puerta entreabierta.
Entreabierta-para ver si ella regresa, si deja sus rarezas paseando por Madrid y vuelve con un montón de nostalgia.
Dejando la puerta entreabierta también invitas, sin quererlo, a pasar al tiempo.
Que pase, que se siente, y eche la tarde.
Que corran las horas.
Que tú hoy no vas a decidir nada.


jueves, 28 de abril de 2016

El graduado

El semáforo parpadea en ámbar y yo no quiero que cambie.
Bely canta  a ella baila sola. Siempre me apetece llorar esa canción en la que preguntamos si echarlo a suerte. Confiar en la suerte. Llegar hasta el punto de cederle tu camino y cumplir todas sus órdenes como si fueras un mando más.
Ámbar. Quiero que siga esa incertidumbre, ese "todo puede pasar" en el que reina el caos durante unos instantes. Que todos podamos cruzar y parar a nuestro antojo. Quiero que seamos de nadie.

La luna no quiere salir, aunque le avisamos que quemaríamos la ciudad.
El sol se resiste también a marcharse. A dejarnos del todo.

Y yo.
Yo no quiero sacarte de mi cabeza. Lo intenté pero me convertí en un daño colateral de tu vida. ¿Puedes sacarlos de mi vida? ¿Sacarme?
Has provocado un seísmo de nivel nueve en la escala Ritcher y ya no queda mucho que aprovechar, por decir nada. Sólo sé que estoy en el mismo sitio donde me dejaste, pero sin mirar al mar. Es el único que me reprocha las lágrimas y no quiero que me vea llorar.

Y de lejos, la noria quiere terminar de vestir de luces. Ajena a todo, ilusa, busca vivir su carrera rítmica y efímera a contrarreloj. Quisiera ser ella.
Quisiera que el limbo en el que me siento tan extraña como vacía tuviera sentido.
Quisiera que las cosas me importaran menos, que no fuera tan fácil hacerme daño.

Ayer vi que hay luz detrás del túnel, que todo tiene un final. Si me espera un final, por favor, que sea como ese. Que sea un final en el que me de la vuelta, y vea que el pasado maravilloso queda atrás y que vivo como me encanta, en gerundio-viviendo.

Ayer me di cuenta de que la vida tiene el sentido que queramos darle.
Que la suerte, no es más que una cara de la moneda, una broma en el camino, que a veces se puede convertir en piedra. Ayer comprobé que tú historia, la nuestra, la escribimos nosotros. Sé que tu prefieres el teclado, pero yo, hasta que llegue mi ansiado final, voy a seguir manchándome el anular de la mano izquierda de tinta azul.



miércoles, 27 de abril de 2016

Que no me roben el abril



Leer 'un invierno sin sol'
Y querer quedarme a vivir en cada rincón de su cabeza.

Y escuchar entonces los versos de Escandar en la mía. Gracias Artista.
Y querer ser yo la tinta de todos los besos que dio y los que le quedan.
Y sentirme pequeña, y a la vez inmensa.

Y no perder de vista el horizonte, ni bajo la lluvia.
Y bailar la lluvia, danzarla y susurrarle al oído lo bonita que esta cuando sale de fiesta.

Pero, no. Ahora no estoy visible. No disponible.
Llamémoslo ausente.

Ausente de toda soledad quebrada, distante de cualquier distancia y al otro lado de la fe, ahora apagada.
Lejana a cualquier cosquilleo que suponga mirar más allá de estas páginas.

Al fin y al cabo, la vida es eso ¿no? Levantarse tras la caída, sin saber si caíste bien, o solo caíste.

La vida es un leer entre líneas: líneas de periódicos, de libros, de revistas, líneas de poesía, de metro, de etiqueta y de expresión.

No me saquéis aún, que me quedan unas líneas por leer.
No me llevéis, que me quedo a vivir.
Y aquí, entre cuatro paredes dispuestas de la forma más desordenada, soy feliz.

Luego hablamos.

Y si,
tengo que darte las gracias.

Gracias por estar cogiendo mi mano en todos los momentos,
por hacerlo en los buenos, pero mejor aún en los malos y los peores.

Por tener siempre un "vas a poder" cuando mi mundo se desmorona.
Por cada palabra amable que maquilla mis agobios y le quitan importancia.
Por las risas que me sacas cuando es lo último que me apetece.

Gracias por tus llamadas; en diez minutos consigues lo que nadie en 24h:
Que se termine de arreglar un día.

Gracias por hacer que las penas se conviertan en menos penas y
la vida solo se vea a carcajadas.
Gracias por quitarle el gris al cielo y tener una tontería más con la que coronarte.

Doy las gracias por aquella noche de San Juan,
y por que hayas aprendido a confiar en mi.
Gracias por dejarme ser yo.

Lo confieso, te quiero un poco.


jueves, 21 de abril de 2016

Desacordarse

Nunca perder, nunca perderte.

Perdernos será otra historia,
de esas de madrugadas,
en noches de tanta luz, que se camuflan las estrellas.
En noches vacías de llanto y llenas de decibelios.
Noches de micro abierto
en las que sólo el mejor de los finales puede quedar en el aire.

Perdernos viviendo lejos, y tan cerca. Perdernos al norte siendo del sur.
Y que no importe este oeste lleno de almas repletas de tierra de desierto.
Subamos las cremalleras de las chaquetas de cuero.
Preparémonos, con Sidecars, para vivir en concierto.
Prepara tú el cóctel, yo ya llegaré con el hielo.

Que la juventud no nos hace más tontos, ni más indefensos,
pero si invencibles.
Invencibles contra castillos de arena, contra atardeceres de mil colores.
No nos damos cuenta pero, nos hacemos invencibles mutuamente,
el uno contra el otro.

Hace días escuchamos eso de que perder es otra forma de ganar.
Yo camino en la línea del 'es mentira'
y tú te grabas la cita a fuego lento, en las mejillas.

No, no estuvimos de acuerdo.
A la hora de la verdad, nunca lo estamos.
En esto consiste nuestra dinámica de grupo. Nuestra dinámica de dos.
"Desacordarse"

Preferimos el desacuerdo al olvido.

Desacordarse del tiempo que pasamos juntos, para volver a vivirlo.
Desacordarase del daño, y que luego duela más.
Desacordarse del número de escalones que llevan a nuestro hogar.
Y de nuestro hogar al cielo.
Para improvisar todo de nuevo.

En nuestro idioma, estar de acuerdo significaría perder.
Perder de verdad, sin que te quede nada más por lo que luchar.
Sin motivos, nicausas.
Sin efectos observados ni observables desde el tercer piso sin ascensor.

Cuando escuches está todo perdido de mis labios, date por vencido.
Nunca por perdido.

(Sam Claflin, Emilia Clarke - "Yo antes de ti")

miércoles, 20 de abril de 2016

Estás tú

Y luego estás tú, que conviertes en fiesta todos los domingos. Que sacas brillo a cada sonrisa a golpe de compás.
Estás tú, que desde que apareciste la vida hasta me parece bonita.

Siempre me empeñé en seguir el mismo camino, sin prisa ni pausa. En hacerlo todo solo y no compadecerme, ni dejar que lo hicieran por mi.

Pero ahora estás tú, que me has enseñado que hay más caminos además del principal, que me has enseñado el valor de un atajo y el significado de dejar pasar el tiempo. Me has enseñado que siempre se llega a donde te marca el destino, ya sea hoy o tal vez mañana.
Estás tú, que quitas el hipo a cualquiera que se deleite ilusamente con tu cintura, pero es que a mí me infartas la vida.
Eres la única que me enseñado eso de lo bueno si breve dos veces bueno.
Y ahora, desde que estas tú vivo todo el doble. Digamos que contigo, sólo vivo.
Que me llevas por los mejores caminos.
Que tengo ganas, y más ganas. De las de verdad.

Estás tú que conviertes hasta la cosa más nimia en un regalo.
Que con tus ojos gitanos se convierten en primavera hasta el más frío de los inviernos.

Fue verte aparecer bajo la escalera y que el sentido llegara a mi vida.


sábado, 16 de abril de 2016

'On air'

'Catch and release' de Matt Simons y otras canciones para escuchar en las esperas.
En las despedidas.
Canciones como esas que se me antojan bandas sonoras perfectas en las llegadas de aeropuerto, con nervios puestos y sin ellos. Con sensación de claustrofobia y ganas de perder de vista las alas que irónicamente te dejan surcar las nubes. Con ruidos de motor y colas interminables. Con o sin equipaje, siempre de mano.
Y mientras, miles de vidas paralelas se cruzan con la tuya, en un único punto. Un solo trayecto. Personas que tienen tu mismo destino y alguien esperando en llegadas. O no. Personas que viajan solas.
Y muchos sentimientos que quieren contradecirse. El miedo de no volver, la ansiedad del propio trayecto, la felicidad del reencuentro y las expectativas a flor de piel.
Y es verdad, que entre las vidas cruzadas dentro de un avión te encuentras de todo.
Están los que viajan por placer o por trabajo. Los que viajan por sentimiento, por echar de menos hasta el límite. Los que viajan por viajar, y no se cansan.
Y luego estás tú, que viajas para verme. Para constatar que disfruto y que vivo. Para compartir conmigo y no perderte ni un segundo de magia más.

Y las nubes y el sol se pelean por darte la bienvenida. Y yo también. He llegado antes de tiempo, para no perderme esa sonrisa ni un minuto más. Y 'copacabana' resuena fuerte.
Y de todos los que íbamos en el autobús, solo quedo yo, entre tanto gris, al que he aprendido a ver el color.
Y la espera no se hace eterna porque mi cabeza vuela igual que las alas que te traen hacia mi lugar.
Sí, mi lugar que por fin puedo compartir contigo.


(Aeropuerto de Santiago de Compostela- Lavacolla)

viernes, 8 de abril de 2016

Demasiado emocional

Muchos dicen que no es sano autistarse. Encerrarse en el irreal mundo de tus pensamientos usando como fortaleza los auriculares,
para que no se escape nada- y la música te invada, y te haga pensar.
Qué quereis que os diga.
Lo hago a menudo. No por nada, sino porque a veces mis propios pensamientos son más grandes que yo, y necesito extenderlos.
Me encanta caminar lento, sin un rumbo, y dejar que mis pasos lleguen solos a casa, habiéndose recorrido antes toda la alameda.
Me gusta hacerlo en compañía de Rayden, de Passenger, de Coldplay, de Fercán. Me gusta derretirme con el piano de Hames Blunt cuando llego al lugar desde el que mejor se admira la catedral.
Últimamente los días están siendo más fríos de la cuenta, y al contrario que la gente- que defiende que el frío congela neuronas- a mi me ayuda a pensar.

La vida se ve más bonita a las nueve de la noche en Compostela- con el horario de verano. En días como hoy, quizá demasiado fríos. En los que sales de clases con las que ya tienes una relación amor-odio asumida y te da por echar a andar, dejando que hoy trabajen tus pies.
Te encuentras con un par de caras conocidas por el camino. Y respiras hondo después de saludarlos. Y sonríes, pero no sabes por qué.
Te acaban de explicar que hay dos mecanismos fisiológicos de sonrisa- la fingida y la emocional.
Tú siempre has defendido que la fingida es más bonita, pero ahora te paras.
Y piensas.
La emocional.
La emocional es la que arranca el cariño a tiras, a rastras, a quemarropa. Y cambias de postura. Ahora prefieres la emocional, como buena caprichosa en que te has convertido.

Y te salta un mensaje de móvil. Con esto de las redes sociales ya no nos queda tiempo para soltar la última bocanada de aire antes de encerrarnos.

Rayden anuncia por facebook que está en Madrid. A kilómetros de ti. Sin embargo, con el boom de las tecnologías, te invita a que estés en Galileo a golpe de click.
Y tú aceptas, encantada.
Todo sea por seguir viviendo la magia de personas capaces de describirla con palabras.
Y lo escuchas pensativa, mientras te araña el corazón, y tú disfrutas del bullicio.
Disfrutas de la vuelta a casa mientras la luna trepa por las agarraderas para llegar alto. Y el frío te congela las manos.
"Hay dos tipo de personas: las que aman como estado y las que aman como filosofía"
Y te quedas con ese verso, y le das la vuelta. Del derecho y del revés. Ahora lo ves mejor. Siempre has ido de ir en contra del mundo. Y mientras Rayden se apiada de un país libremente silenciado, tú ves una pareja pasar. Montero Ríos. Más vida.
Mientras Rayden aclama a España, has llegado a la midas, estás en Alfredo Brañas.
Como automático, coges la llave, ascensor, tres pisos y tu puerta.

La reflexión de esta vuelta a casa es que eres demasiado emocional.

(Atardece en Compostela- Formas de  adorar el gris)

domingo, 3 de abril de 2016

Yo soy mi propio enemigo

Toda la culpa la tienen los domingos.
Primero de abril.
Y el 3 es un número precioso.
Los domingos son culpables del exceso de información acumulado de la semana, de que te quiera más de los límites de la cordura.
Los domingos son los culpables de que la concentración escasee y el supermercado esté cerrado por día de descanso.
Falta escasa media hora para que esta tormenta dominical llegue a su fin y a mi se me cae la casa encima.
Coldplay no ha dejado de sonar en todas sus versiones, y eso me relaja. Adoro su nuevo disco.
Necesito una buena dosis de chocolate, reír con ellas. Una fiesta- bailar hasta terminar sin pies.

Necesito otro domingo de ver amanecer dando tumbos por la playa.
Y otro bar que se convierta en nuestro.
Necesito sentir las pocas estrellas de Madrid sobre mis hombros y tus labios sobre los míos.

Porque no.
No aguanto más tardes de melancolía, más incertidumbre.
No aguanto más vida sin especias.

De lo único de lo que quiero arrepentirme es de no haber dicho las cosas a tiempo,
de no disfrutar lo suficiente todo lo vivido.