domingo, 21 de febrero de 2016

Turbulencias

¿Para qué mentirnos? ¿Decirnos que con el tiempo todo hubiera ido mejor?
Inútil.
Pienso en todo lo que vivimos y mis sueños se hacen algo más pequeños.
Me duele esa segunda estrella a la derecha, tatuada en el alma.
Pierdo grados, metros de altura y expectativas.
Se disipan por las esquinas de una habitación a oscuras.
Hace tiempo que perdí el miedo a la oscuridad,
y sin embargo,
mis temores son tan inmensos-que asustan.

Me da miedo volver a enamorarme. Enamorarme así.
Y también echarte definitivamente de mi vida.
Y mentirle a mi cabeza, decirle que mañana volverá a empezar el juego en el que tú y yo no somos nada.
No soy la misma que llamaba a tu puerta con sonrisa inocente para pasar unos minutos contemplando tu risa.
No la misma que cogió aquel avión para no volver, esperando que alguno de los dos diera un paso en falso y se declarara culpable.
Se declarara culpable de estar enamorado para hacer el sacrificio de vernos las caras una vez al mes- al menos. Solo quería eso.
Que vencieras tus miedos y volaras alto.
Pero no lo hiciste.
Y yo tampoco quise.

a M.

(Ryan Gosling, Rachel McAdams- El Diario de Noa)

sábado, 20 de febrero de 2016

Te guardo.

Te guardo. Como todo a lo que tenemos apego. Como todo lo que sabemos que no tendrá más uso que el de sacar sonrisas una vez al año desde un cajón. Como a una verdad a medias, que todavía no terminas de asumir.
Te guardo en aquella avenida señorial, junto a él.
En cada gramo de arena de la playa, en cada cactus de un 4F en el sur. Te guardo en cada tobillera y en cada colgante que sueñan en aquella caja de madera.
Guardo tu risa embotellada.
Desde que te fuiste he dejado de creer en los cuentos de hadas. Ahora solo soy capaz de adivinar finales. Volví al norte tras tu despedida. Y volví a dormir, no sin esfuerzo, pero esta vez, sabiendo que ya no estabas.
Aquel fue uno de los días más tristes de mi vida. Y el sentimiento fue totalmente distinto a cualquier otro que recordase la caja de mi memoria.
Siempre me dijeron que desahogarse era bueno, pero ¿tanto?
Aquel ocho de febrero gasté mis lágrimas.
Puede que tú ya lo supieras y no tuvieras miedo pero, abuela, ¿Qué hacemos nosotros ahora?
Me levanté y crucé el país. Desde entonces evito abrir los ojos a las 9.
Casi medio día, de tren en tren para llegar a verte por última vez. Si a eso se le pude llamar verte.
¿Por qué te has ido?
Me quedaban mil dudas que solo podían resolverse si era de tus labios.
Aquel fin de semana frío le di un beso al santo por ti.
Le pedí algo más de tiempo, lo único que no nos quedaba.
Para que te pusieras bien, pero ni eso ha bastado.
Luego amaneció gris. El cielo no ha dejado de llorar desde tu marcha.
Sencillamente, aunque me duela el alma, no me hago a la idea de no volver a verte, de no volver a escuchar tu risa, tus cariños y tus protestas.
No quería decirte adiós. No aún, por eso no tomé el cuerpo de Cristo. Desde un punto de vista egoísta, te quiso toda para el.
Yo también quería, abuela; quería ser egoísta.

Una iglesia repleta de gente, gente negra que acompañaba en el sentimiento.
Pero yo me pregunto, ¿en cuál de ellos?
¿Tristeza, pena, impotencia, desesperacion , falta o vacío?
Desprecié aquella multitud, que me hizo parecer vulnerable y es que, ante esto ¿quién se atreve a parecer fuerte?
Me lo he cuestionado todo. Que exista Dios, la vida, que exista una vida o un balcón desde el que vayas a mirarnos cada mañana a partir de ahora.

Me consuelo pensando que ahora tus alas tienen uso y la capacidad innata de volar alto podrá desplegarse.
Me consuelo pensándote a su lado. Seguro que después de tantos años separados te echaba de menos, como lo haremos nosotros ahora, estés donde estés.
Te quiero abuela.
Te quise desde el día en que abrí los ojos y lo haré siempre. Nunca lo dudes.

El día que escribí aquellas palabras Santiago vestía de gris. Y tú me faltabas.
Hoy, el sol se ha atrevido a asomar la cabeza. Y yo no paro de darle vueltas a estas líneas:
"Lo dicho, hoy hace un día perfecto
Y menudo insulto, después de todo
todos los días sin ti
deberían ser grises."

Y parece que quien lo escribió te conocía, 
Algo de razón tenía.
Yo solo pido que los ángeles sigan llorándote.

Algo curioso, en el momento más negro, yo no podía parar de escuchar tu risa.


     Ella.

sábado, 6 de febrero de 2016

Amnesia

Noches jóvenes en las que nadie era consciente.
Noches de carnaval. Disfraces.
Me encantaban aquellas noches. Eran las que nos daban otra oportunidad para volver a empezar. Para conseguir algo a cambio de un camuflaje de identidad.
Noches de luces, de música demasiado alta, y de risas mojadas en alcohol.

Bailes de madrugada destrozándonos las horas.
Y miradas que no se nos ocurriría regalarnos.
Martes en mi cama, y el reloj marca las dos.
Rompí todos mis esquemas pidiéndote que no te fueras.
Pero tú empezaste primero, sacándome a rastras de aquel lugar.

Me apetecía disfrutar de esto. No éramos nada- Nadie. Más que dos personas, una frente a otra dejándose querer, cometiendo el enorme error de enamorarse.
La vida salió a relucir, y yo me concentraba en silencio en el poderoso lunar de tu espalda.
No paraba de repetirme "nunca digas nunca" cuando nos vimos por primera vez.
Y supe que por muchos que llamaran a mi puerta, por muchas noches de perder la cabeza, nunca viviría otra historia como la nuestra.

a F.

Papá

Escuchar un disco antiguo. Cat Stevens.
Y que sea un sábado de lluvia intensa, a distintos grises a mil kilómetros de casa.
Escuchar ese disco de al menos una década atrás, asustándote del paso del tiempo-
Y viajar al pasado con cada rasgueo de guitarra.
Y querer aferrarte al asiento trasero de un mercedes antiguo, y volver a pelearte con tu hermanan pequeña.
Regresar.
Al momento exacto.
Con la nostalgia vendándote los ojos,
con papá cantando en el coche mientras nos hacía empezar la mañana con una sonrisa. Haciéndonos aprender letras imposibles en inglés. Queriendo que dejásemos de dormir.
Regresar a las películas de los domingos- con palomitas- a los paseos en bicicleta.
Desaprender a abrocharme los cordones, volver a arrastrar los pies al caminar, para que vuelva a enseñarme.
Que me peine sin saber y que me cepille el pelo.
Volver a los días de pintura y bricolaje, y a descubrir las canciones de la banda sonora de su vida.

Mientras los recuerdos no sean más que eso, - saca sonrisas- que sigan pasando por mi mente en orden.
Que todo sea eso. Volver a revivir buenos momentos con una reproducción de unos cuantos minutos.