domingo, 29 de noviembre de 2015

Fenómenos

Y nuestro juego era perdernos en  la niebla.
Esquivar a los problemas pasando de puntillas por la tangente y pensar que la vida siempre podía ser mejor.
Pensar en ella como algo lejano, etéreo.
Sin darnos cuenta de que estamos inmersos en ella. Hundidos en el fondo de su copa de cristal.
Somos sus marionetas y mueve nuestras cuerdas a su antojo.

Nuestra estrategia era compadecernos. Darnos pena a nosotros mismos. Sin saber que la vida no pasaba en balde.
Nuestra idea fue querernos sin querer.
Y no nos salió tan bien.
Nuestro corazón fue del tiempo..
Él nos colocó en este lugar, a la misma hora.
Juntos.
En un instante que nos hizo coincidir.

Pero nadie nos había dicho que siempre llega el momento en el que la niebla se disipa, y lo de perderse se queda en un recuerdo del pasado, en una emoción a flor de piel una tarde de otoño, con lluvia.
Nadie nos dijo que el tiempo no tiene dueño, que a si solo se pertenece.
Nadie nos dijo que en la niebla no podríamos ni vernos.
Y nosotros sin querer verlo.
Nosotros siempre tan ciegos.


(Niebla en Compostela)

sábado, 28 de noviembre de 2015

Funambulista

Otra noche más
para la vida, para el recuerdo.

Salieron las estrellas de paseo y retornaste con tu magia.
Nos acompañaron algunas gotas de lluvia fina, que no mojaron
ni las ganas ni las sonrisas.
Volviste a hacer de Compostela el sitio perfecto.
Y cuando la luna decidió sonar, tu borraste sus defectos.

Volviste a ser tú.
Y a enamorar, y a sentir tan profundo
Y a bailar, bajito y lento.

Tu noviembre siempre triste no nos impidió ser felices otro viernes.

Robaste con las cuerdas de tu guitarra varios corazones.
Y luego te dio por reír. 
Y por mirar.

Y sentiste más que todas las vidas que te rodeaban,
y no dudaste.

Gracias Diego, por hacer de esta noche otra más.
Por ser así, por compartir.

Gracias porque tus ganas se llevan a las mías de calle
y no puedo más que prometerte volver a verte pronto.

Por levantar esa copa de vino, y brindar a tu suerte.
'Volver a empezar'


(Ella y Diego, Concierto en Santiago- Dulce noviembre)

martes, 24 de noviembre de 2015

¿Y si te fijas en las pequeñas cosas?

¿Y qué quereis que os diga?
Odio los pies frios, las mañanas de los lunes.
Odio el gris, si no es en escala de colores. 
Odio que me corten las alas en cada final de un sueño,
no poder pasar más que del suelo.

Odio que el tiempo pase lento cuando tengo las ganas a flor de piel,
y que pase también rápido cuando nos sentimos tan bien.
Y que la lluvia me moje la cara, y que la vida no nos busque más las cosquillas
y los instantes de reír a carcajadas.
Odio cuando me dicen que no tengo razón, y odio no saber reconocerlo.
Odio que ahora se decida que "pareja" es un término manido y arcaico.
Que hace tiempo que cayó en desuso y en olvido.
Y odio el olvido, la memoria selectiva, y la fotográfica.
Odio la memoria, a corto y a largo plazo.
A corto, porque se escapa de mis dedos, no me recuerda ni a mi, unos pocos besos más tarde.
A largo, porque me recuerda lo que duele, me invita a coser mis propias cicatrices sin alcohol ni ninguna sustancia que se lleve a la ingenua de mi cabeza a otra parte.
Dolor.

Y sin embargo, me encantan tantas cosas.

Me encanta que el tiempo pase. Así, simple y sin más.
Porque cuando pasa, mi vida fluye, se choca, se resquebraja y tengo que recomponerla.
Porque así me siento viva.
Me encantan los domingos. A todas horas.
Y las sonrisas furtivas.
Esas producto de nuestros recuerdos o de una imaginación desbordante.
Adoro incluso las que se sacan pensando en ese alguien,
alguien que solo vive de manera virtual porque os separan los kilómetros y
no tenéis el coraje necesario para juntar vuestros caminos
en el punto de fuga de una perspectiva caballera.
Y que salga el sol y yo esté esperando para verlo, con cara de sueño.
Con sueños despiertos.

Me encanta que vivamos en un mundo en el que somos perfectamente imperfectos. 
Y me encantan todos mis días contigo.


(Amanece por el sur. Casa.)

jueves, 19 de noviembre de 2015

Siempre fui de bronce


Sentí que era su momento. De ellos dos. Que no podia llegar yo y entrometerme e irrumpir, como la primera ola de la tempestad cuando esta el mar en calma.

Que en cosas de pareja, una tercera persona siempre llega sobrando.

Sobran sentimientos, explicaciones. Sobran hasta las canciones cuando es solo uno quien las imagina y no las comparte.

Sobra la tercera.

La persona que hace espectadora en el cine de Princesa.

Sentí que era a mi a quien le tocaba huir aquel día por la salida se emergencia.

No se si fueron sus voces, en tono de confidencia, si los susurros, si las miradas o, incluso, las risas huecas.

Lo que sé es que me encontraba ante la persona perfecta en el momento equivocado.

Momento en el que él ya tenía a su ella. En que me daba la espalda.

Momento en que me había advertido que aquella vez no se daría la vuelta.




Mes yeux, tes yeux

Estamos en otoño y las mariposas no terminan de desplegar sus alas.

Ya no habrá mas catástrofes naturales, el hombre se ha encargado de sustituirlas, de ganar todas las batallas perdiendo su guerra propia, contra él mismo.


Hoy el francés suena un poco mas triste. Y el viernes 13 se queda una vez mas grabado en nuestra memoria.

Quien es el que se empeña en dotarlo de mala suerte. Quién.

Una mañana más cientos de personas se levantaron sin ganas, sin saber que debían disfrutar un último día.

Sin darlo todo.

Y llego la noche y salieron las estrellas bajo el cielo de Paris.

Y todo fueron risas, todo canciones.

Hasta aquel grito helador, hasta la explosión y los disparos.

Todo era rosa hasta que llegó el caos.

Ese caos que sucede en cada parte del mundo una vez cada 10 minutos pero que solo importa cuando nos explota en la cara. Cuando lo vivimos de primera mano.

Miles de ojos se apagaron con las estrellas la noche del martes y trece. Miles de veces ha sonado la Marseillesa en el Bistro de Mont Matre, en bucle.

Pero ya no habrá nada que remiende los corazones, ya no.

Solo nos queda pasar el duelo de manera distintas, con las ganas de vivir que robaron a todas las almas de aquel 13 de noviembre.



domingo, 8 de noviembre de 2015

La chica del pañuelo rojo

No he visto en mi vida más gracia al caminar
que la de la chica del pañuelo rojo.

Ya la he observado alguna vez- en mi rutina.
Va a la clase de las mariposas.
Se mueve cerrando cremalleras
y permitiendo que mi imaginación se deje llevar.

Ella vuela sola, sin alas.
Es experta en sorprender.
No necesita ni el susurro de los árboles,
ni las rendijas de las persianas.

Y que la tristeza me invada si no la veo saltar las líneas blancas del paso de cebra,
es algo que solo me pasa a mi.
Si no me la encuentro bajo la sombra del edificio de enfrente, mis días son más grises que las nubes de la ciudad universitaria.
Que no me llegue el aroma de su pelo cuando se mueve bajo las letras de las canciones,
eso me mata.

Que la extraño.
Y se me va la vida, y la cabeza.

He aprendido a vivir a milésimas de segundo
y me ahogo cuando pienso en el futuro.
Porque solo quiero vivir en presente, con un 'vivo' alto.

Quisiera ser parte de su piel, y quedarme a vivir al lado izquierdo de su décima vértebra.
Y me falta el aire.

Nunca nadie me dijo que la mayor traición sería la del corazón.
Nadie me dijo que cantar vis a vis sin su voz
no sería más que un cuento.

Me consuelo pensando que tengo varias sonrisas bonitas a mi espalda, que las rubias me susurran a los oídos.
Me consuelo al pensar que nunca me faltarán ellos,
mis amigos.

Pero yo la sigo prefiriendo a ella,
entre un millón.

Espero que coincidamos pronto, 
chica del pañuelo rojo.
Y que sea en domingo.

a Mb.

(Clint Eastwood)

martes, 3 de noviembre de 2015

Cómo están sin n y un centímetro menos de fotografía

Qué gran diferencia que le da una letra a la palabra. Simple maquillaje para referirme a tantos, pensando sólo en ti.
Preguntar cómo están, queriendo quitar la ene. Ene de nunca, de 'no podremos vernos más', ni ser. Ene de 'no sería lo mismo sin ti'.
Qué mal te sientan los domingos, cuando tienes que mentalizarte, contemplar la vuelta como forma de vida, y despedirte de lo que es tan tuyo.
Qué melancolía te invade cuando descuelgas el teléfono para oírme reír. Y qué bien lo disimulas.

Qué diferente puede ser borrarle un único centímetro a una fotografía,- en horizontal, como nuestra puesta de sol-que pasemos de ser tres, a ser solamente tú y yo. Y soñar con ello.
Qué destrozo que hace la distancia a los corazones. Los arrasa, los ahoga y luego no deja ni las ruinas.
Y nosotros pecamos de arqueólogos valientes, sin saber que en esta excavación no hay restos valiosos.
Qué necesitado que estás de besos  en el cuello, de caricias a tu espalda, de noches sin dormir y mañanas tras las sábanas.

Necesitamos un concierto intenso los domingos. De cualquier cantautor que le vendiera el alma al diablo, cualquiera que sea capaz de cargar eléctricamente mis cables de alta tensión, y que te deje que me saques a bailar lento.
Y más fiestas de estas de los lunes.
Con semanas laborables de solo cuatro días. Que tengamos que trabajar, pero no tanto.
Y un fin de semana largo, de tres -días- para dos.
Nos hace falta un martes de diario, de ritmo frenético,
un miércoles de cine, de películas hasta la madrugada,
 un jueves de copas, sin árboles sobre los que apoyarse.
Necesitamos un viernes romántico, y a la vez divertido. De empezar en el aire, y acabar en el suelo.
Y que el sábado no nos despierte hasta bien entrada la mañana. Con desayuno con diamantes.

Definitivamente, necesitamos ver amanecer todos los domingos,
desde el tren, desde el Pedroso, desde el mar.

Nos necesitamos.
Aquí y ahora.


a él.
(Carey Mulligan, Andrew Garfield- "Never let me go")