miércoles, 30 de septiembre de 2015

Nostalgia de Verano

Buenos aires y buenos versos- gracias Luis.
Siempre en mi cabeza.
Buenos aires, en buenos tiempos,
Buenos besos, a cientos,
Buenas puestas de sol.
Buenos días y tiempo para los soñadores.
He llegado al paraíso, y tú no estabas.
He llegado al paraíso sin tus indicaciones ni tus remedios de domingos de resaca.
Buenos Aires, surcando mares y cielos.
He vivido poco, pero intenso.
Viví contigo y sin ti.
 Cómo puede ser que, esto se nos pase lento,
y sin embargo el tiempo no termine por ser eterno.

Me gustaría saber qué piensas ahora. Sin peros. Sin pensar en victorias ni derrotas.
He llegado al sur, perdiendo como siempre el norte. Y las costuras de mi corazón ya están dadas de si.
Intentamos insertar una cremallera que protegiera en vano los sentimientos.
Pero, por muy "jóvenes eternamente" que fuéramos, siempre hemos sido de la vieja escuela: de aguja e hilo para arreglar corazones y remendar tantos rotos de la última pisada de todos los vestidos.

He sido feliz en mi paraíso de sal y arena, sin sentir más que el rugir del mar.
Al contrario de lo que pensabas, soy feliz con poco.



martes, 29 de septiembre de 2015

Si me dijeras ven, yo no sabría que hacer


(Ocaso del sur, nueve de septiembre)

Domingo de norte con algo de sur.
No sabría muy bien explicar cómo me siento.
Domingo expectante, esperando para volver a verte sonreír.

Lo siento si me he colgado de tu sonrisa.
Tarde de domingo no demasiado fría, queriéndote ver aparecer por la esquina donde te encontré por primera vez.
Pero parece que la vida nos trata a base de casualidades y, si nos volvemos a encontrar, ya será tarde.
No habrá más domingos juntos, ni madrugadas de miércoles a golpes contra los cristales.

Me enteré de que cada séptimo día te escapas hasta su cama a respirar otra bocanada más de aire.

Y yo ya no pregunto por ti.
Me da miedo.
No pregunto porque me falten ganas, sino porque estoy construida sobre cimientos de decepciones, mis ventanas son marcos de ilusiones rotas y no me apetece enamorarme.
No me apetece, me muero de ganas.
Pero quizá ese sea el problema, que sobren ganas y nos falte todo el tiempo que no nos daremos en casualidades.

"Pasarse media vida en Santiago, pero pensando en ti." Fredi Leis

(Amanece en Santiago, durante septiembre)

Ojalá pudiera prestarte mis ojos para que vieras la magia que se esconde tras ella.
Mi ciudad.
En algo parecido se ha convertido. Me volví compostelana "casi sin querer"
Estoy de vuelta,
de vuelta por fin, a la rutina.
Vuelvo a una rutina que se me antoja maravillosa y no acabo de acostumbrarme a no tenerte conmigo,  a no poder tener más que las palabras para describirte mi mundo.

Vuelvo a pasear por calles repletas de estudiantes, viviendo el apogeo de su vida pasada, queriendo repetir, otro año más.
Vuelvo a convertirme en una atleta perezosa de alameda, a hacer el recorrido de siempre hasta casa y vuelvo a sonreír.
Quién pudiera tenerte aquí para compartir la magia de un recuerdo vivo.

Y ahora quiero pedir que el sol que me acompaña no se vaya nunca, y que tú llegues alguna vez, aunque sea equivocándote de ruta, hasta el norte.
Que se note que necesitas algo de alegría en tu mirada.

Y es que no te miento.
Aquí, en mi mundo podemos jugar a ser alguien y acabar por sernos mutuamente.
Podemos pisar huellas que no dejó ninguno en la luna, podemos contar estrellas a través de amaneceres que tardan en aparecer, podemos recorrer una zona vieja que encuentra un alma nueva cada septiembre.
Podemos robar ilusiones para luego repartirlas.
Podemos rogar un bis de guitarra a las voces más dulces de la ciudad dormida, rogarles que no huyan hasta la capital y que continúen regalándonos momentos.
También podemos querernos bien, con los ojos.
Simplemente podemos llegar, y podemos querernos.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Miércoles sin ilusiones de luna creciente

¿Y por qué no? ¿Acaso nos lo impedimos? ¿Está prohibido disfrutar?
Estamos locos. Dos locos en la ciudad más bonita del mundo. Locos ávidos de locuras.
Queremos comernos lugares con historias a carrillos hinchados, a dos manos, con prisas y sin prosas. Todo en verso.
Nos declaramos locos de las madrugadas. De los que, a eso de las tres, cuando salen las estrellas más rezagadas, salimos a bailar. Y nos reímos, reímos juntos.
Y Pereza suena en nuestras mentes antes de mirarnos: "somos dos, ¿para qué queremos más?"
Somos dos y venimos teniéndonos ganas. Quizá sea el exceso de viño, o que la cabeza nos da muchas vueltas con luna creciente.
No sé por qué pero, esta noche te miro. Me veo reflejada en tus ojos y me siento guapa.
Sé que no eres más que el cuerpo del delito. Que me has grabado en los labios un Carpe Diem entre suspiros.
Sé que probablemente mañana me dé de bruces con tu sonrisa y tu cara de jueves. Y las risas se queden para el recuerdo.
Has rebobinado cada algoritmo en forma de caricia sobre mi espalda y me siento incapaz de frenar este terremoto que me recorre las rodillas.
Hacía tiempo que andaba buscando que alguien entendiera lo que digo entre carcajada y carcajada.
Lo que digo bajito, a los ojos.
Me coges de la cintura y vamos a rincones de una zona vieja que hace años que borró las horas de la madrugada.
Me pides que me quede.
¿Y por qué no?

      a F.

(Compostela de madrugada)

domingo, 20 de septiembre de 2015

Sentimento

Será el norte, o será la vida. El caso es que ellos expresan mejor, sienten con mas fuerza, sienten bonito.
Estoy enamorada del sentir, en serio.
Siento que no me cabe mas en el pecho cuando te miro a los ojos, que mi cabeza vaga con y sin rumbo por los caminos de tus locuras.
Que me gusta sentirte cerca, muy cerca. Y tenerte aun mas, que de estes y oestes ya estamos bien cargados. Me falta ver amanecer por tus lunares y entre estrellas.
Quiero que me beses la boca de metro y me cantes toda la capital mientras subimos a sus esquinas.
Quiero que la suerte no se ponga de ninguna parte para poder jugar a las cartas en las mismas condiciones.
Me encanta entenderme contigo. Y sentirnos cómplices, me encanta dormir en tu ombligo.
Y de eso que cuando te miro y creo que no perderé nada y me equivoco.
De esto que cuando te vas y me doy cuenta de lo que he perdido si no lo intento, y me desboco.
Que ya no quiero más atardeceres sin el lado izquierdo de tu espalda, que los rosas del cielo bajaron a decorar mi vida y me siento plena.
Será el norte que me tiene cautivada, o tus ojos que siempre que me doy la vuelta, me miran.



(Luis Fercán, concierto de despedida)


jueves, 10 de septiembre de 2015

Risas compartidas

Primera noche de norte.
Amanece y me siento en casa.
No porque no echara de menos estas tierras, que también.
Sino porque, he soñado con ellos.
Con esas personas con las que he compartido el mejor verano de mi vida.
Y no me arrepiento. No me arrepiento de nada.
He soñado con nuestras risas.
Nada mas simple y sencillo.
Y me han llenado el alma. Me han sacado la primera sonrisa de la mañana para que me cueste menos afrontar que los ángeles lloran las calles de piedra.
Los días se alargan y las noches se hacen más cortas. Ya no están echas para las salidas de juventud por el sur, y esas vueltas de madrugada, con la satisfacción de haber roto una pista de baile en la mejor compañía.
He soñado con sus risas y ojalá sea así todas las noches hasta que los vuelva a ver. De esa forma los echaré un poco menos en falta.
Así, sé que los tendré cerca, llenándome el corazón.
Hace días que entramos en septiembre y toca volver a la rutina pero, cuesta tanto despedirse de algo que invade el alma con tanta fuerza.



(Ellos conmigo, una noche de verano)

lunes, 7 de septiembre de 2015

Nos va eso de sentir

Seguro que ya ni me llamas. (Tampoco lo espero)
Que no tienes fuerzas para descolgar el teléfono y preguntar un que tal te va.

Estoy bien, obviando que te echo de menos más de la cuenta.

Estoy segura de que ya no tomas el desayuno en la cama, ni te levantas por las mañanas.
Las mañanas son demasiado dolorosas. Prefieres levantarte a unas tres de la tarde resacosas, y prepararte para la juventud de la noche que se avecina.

Estoy segura de que ya no dices a ninguna encanto, y tampoco les susurras cosas al oído.
Segura de que no les enseñas a ellas la magia de las estrellas cuando la luna toca nueva.

Pero
también estoy segura de que las tardes de cartas entre beso y verso no han salido aún de tu retina.
Suelo ser de esas, de las que pisan fuerte,
como decías, de las que dejan huella.

Ha llegado el momento
ese en que dudo si es mejor una retirada a tiempo o ser valiente y perseguir lo que quiero.

Nunca fuimos de despedidas. Se nos daba tan mal que decidimos evitarlas.
Tampoco fuimos de reencuentros.
Ni siquiera fuimos.
Simplemente nos sentimos.
Apostamos a todo o nada, sin miedo a perder.
Echamos más leña al fuego, descubrimos que nos encantaba perdernos.
Le dimos la vuelta al reloj de pared esperando que el tiempo pasara más lento.
Jugamos a hacer castillos con el de arena, en esa playa, la de los vientos.
Viajamos.
Y qué viajes.
Viajamos a las esquinas de las calles más largas de todas aquellas ciudades, la nuestra.
Viajamos con una mano delante y la otra metida en el bolsillo trasero del pantalón vaquero.
Corrimos en dirección contraria hasta dejar de vernos.
Gritamos desde el acantilado más alto,
desde la curva más amplia de nuestra montaña privada.
Nos hicimos daño, nos dejamos caer y luego nos pusimos tiritas.
Nos dimos la mano para continuar un camino entre lágrimas.

Apostamos y perdimos.
Salió mal.
Y te fuiste.
Nos sentimos y
Me fui para que cada cual se hiciera daño a si mismo, que dolía más y así nos sentíamos vivos.
Pero qué tontería.

Yo no quiero hacerme más daño.
Quiero arriesgar y ganar.

Así que lo intento. Una última vez. Pero me prometo, me juro
que será la última.
Descuelgo el teléfono y te llamo. Mientras espero, recorro la casa.
Del sofá a la cama, del pasillo a  la puerta. No coges. No quieres coger.
Ahora no estoy segura.

El timbre.

No me sorprendo. Ya sabía desde el día en que nos presentaron en aquel bar que tu no eras de llamar.
Eras de entrar y arrasar.
Eres tú.
Vamos a apostar.
Que esta vez ganamos.

-No le digo a ninguna encanto. Tampoco saben mirar las estrellas como tú, les faltan tus ojos. Siempre me pierdo por calles que conocía contigo. Mi mano echa de menos el bolsillo de tu pantalón vaquero. Y hoy...hoy hay luna nueva. No me niegues un baile más contigo.

Como siempre y casi nunca las palabras te salen de los labios.
Me lees la mente un rato y nos queremos al siguiente.
Empezamos desde el final.



(Penélope Cruz, Tom Cruise)

Sin destino

Esto es una carta. Una carta que jamás enviaré, por miedo, por tristeza, por cosas de la vida.
Solo mis letras y mi cabeza saben a quien se dirige. Tengo pocas expectativas en esta carta porque no sé muy bien como plasmar en papel la noria frenética que forman mis recuerdos y mis pensamientos.
De nuevo domingo. ¿Que siempre elijo este día? Si, siempre.

A una parte de mi corazón:

Quería decirte muchas cosas mirándote a los ojos, quise decir más cosas de las que en su día pensé, más motivos, pero todo quedó en el aire. Quise hacerlo tan bien, que salió tremendamente mal.
No voy a culpar a los kilómetros por algo que tú y yo fuimos descuidando poco a poco. Tampoco voy a ser tan ilusa como para pensar que podremos ser amigos- ni siquiera en otra vida.
Nunca fuimos amigos. Siempre fuimos nosotros.
Fuimos raros, pero me gustaba serlo. Era lo importante. Sentirnos bien, pero sentirnos.

No llego a entender ni yo por qué se acabó todo. Fue tan absurdo ese punto y final que, por no doler, dolió el doble.
Nos quedamos rotos y el uno sin el otro.
No voy a negarte que el cariño se vaya, o se extinga. No. El cariño que te he tenido siempre se queda guardado. El que pueda llegar a darle a otras vidas no serán ni iguales ni diferentes al nuestro, serán "otros".
Ahora que acaba el verano, y aunque tu no vayas a marcharte nunca de mi vida, si me gustaría que tu recuerdo se disipara de mi cabeza. No por nada, pero me gustaría continuar. De cero.
Miento. Es tarde para empezar de cero, pero quizá sea capaz de hacerlo desde cero con cinco.

Yo si que no pretendo nada con esto. Yo si que no olvido los tu sabrás.
Busco aclarar todo lo que nunca nos diremos. Encuentro esto demasiado triste como para poder ingerir tanta penuria y luchar por ser feliz.
Quisiera agradecerte todo lo bueno que me diste- que no fue poco.
Gracias por enseñarme a querer un poco más y mejor,
por dejarme entrar a formar parte de tu vida, 
por hacerme tuya y por hacer que me sintiera especial de todas las formas posibles.
Y sólo gracias.

Me encantan esos "Que te vaya bonito" que nunca están demás cuando nuestra despedida fue un hasta siempre sin quererlo.
Perdóname, si puedes.

Cuídate y sé feliz.



a M.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Si quieres, Septiembre

Volvió septiembre. De nuevo.
El verano va tocando a su fin y este maldito mes se avecina cargado de ilusiones.

Septiembre, ¿me guardas un secreto?
Me encantas.
Aunque se termine lo bueno- nos queda aún lo mejor-, aunque me pase la mitad de tu tiempo entre recuerdos del verano de mi vida, aunque duelan los "hasta pronto" mucho más que los "hasta nunca", sé que te estaré eternamente agradecida.

Para despedirte hoy decidimos verte amanecer desde el mar. Quisimos comprobar por nosotros mismos los colores que tenían tus rayos de sol sobre un agua melancólica. Jugamos con fuego y no hemos perdido.
Teníamos que concluir nuestro limbo en la playa de las despedidas.
En ella hemos pasado los momentos más felices de nuestra existencia. Y es la que siempre vuelve a vernos juntos siendo ese uno que tanto nos gusta.

Esto se acaba, se acaba otro momento más para nuestra memoria y en el casete suena la banda sonora de Begin Again
Debo decir que tú has sido el culpable de todas nuestras carreras a contrarreloj para no encontrarnos de cara en tu espalda. Tú fuiste el que nos hizo pasar corto el tiempo y la complicidad hizo el resto.
He oído muchas veces eso de que los amigos se van pero ellos...
Ellos no se van a ir nunca.
Lo sé.

Si quieres, Septiembre, me guardas el secreto. O si no lo publicas a los cuatro vientos.
El caso es que tú nos vas a ir separando cada año, pero no hay nada que no pueda volver a unirnos.

(Verano en Marbella)

Límite de la memoria

Dame toda tu belleza.
Toda la belleza que es capaz de mentir un cuerpo.
Esa, y la que esconde el alma.
Guárdame todas las noches recorriendo tu espalda mientras las yemas de tus dedos mimaban mi cabeza.
Recopila las marcas de mis labios para cuando la tierra decida estar de por medio.
En noventa días hemos cambiado.
Hemos cambiado llorar por reír.
Repíteme tus abrazos, por favor, no estaba muy cuerda cuando me los diste.
Escucha lo rápido que van tus latidos cuando se chocan con los míos.
Observa como tu mano descansa en paz sobre mi cintura.
Que no se nos acabe el verano.
Escapémonos entre nuestros suspiros, los de antiguos buenos días y mejores madrugadas.
Como cuando aún susurrabas desesperado,
como cuando me recordabas que me querías.
Y ya.
Ya no nos quedan días, tan solo horas.
Nos restan muchas cruces de calendarios,
muchos recuerdos revividos.
Nos soportamos ya muchas manías como para no llegar al final sin reírnos a media vida.
Bajito.
Como tú y como yo.
Como solo nosotros sabemos
hacerlo.



viernes, 4 de septiembre de 2015

Abuelo

Hace unos días estuve mirando al mar, con ella. Con el amor de tu vida.
Te la dejaste aquí, en tierra y tú aprendiste a usar las alas.

Ella continúa luchando, por todos nosotros.

Estuvimos conversando sobre los sueños, sobre ti.
¿Creías que te olvidaría?
¿Creías que alguien que da tanto sin esperar nada a cambio se va por las buenas de una mente
de repente?
Ni en mil vidas que viviera podría hacerlo.

Desde aquel piso 13, en un rincón del universo, me sentí minúscula.
Pensé en lo insignificante que es el ser humano, en la de batallas que hemos librado quedando en cadenas.
Pensé en mamá.
Creo que aunque no lo diga, es la que más te ha necesitado desde que faltas. Sé que debería quererla mejor, no mejor, pero si demostrárselo más. Es la persona más importante de mi vida, aunque ella piense lo contrario. No sabe cuanto.

También te eché de menos, no voy a negarlo.
Pero cada vez que adivino en mi pecho el latido de mi corazón, te siento conmigo.



Y así

Removería Roma con Santiago con tal de tenerte a los pies de mi cama en cada noche de oscuridad más profunda.

Para que fueras mi faro, mi salida de emergencia que me dejase escapar de los problemas, para que te convirtieras en mi salvoconducto y pudiera tener el oxígeno suficiente cuando me quedase sin aliento. Para que me permitieras ser el último superviviente de tu vida.

Transportaría el Ponte Milvio a las zonas más oscuras del parque de Rosalia, desde donde- si te lo imaginas- se puede ver el fin del mundo.
Empaquetaría la magia de una rua Nova bajo la lluvia para colocarla sobre el coliseo.
En definitiva, cruzaría los dedos, deseando que todo lo maravilloso que conozco yaciera junto en un solo punto del infinito.
Quitaría los candados del puente, las promesas se terminan rompiendo con el tiempo.
Dejaría de pedir que saliera el sol y comenzaría a bailar sobre la lluvia, porque el mundo también merece poder mostrar su pena y llorarle a todos los que se le escapan de entre las manos.
Los removería por ti.
Porque...¿quien no lo hace cuando se enamora?¿quién no lo hace cuando se siente que toca la felicidad con mirar a los ojos a esa otra persona?
Y así volvería a ser, pero contigo.
Volvería a serlo todo.


(Miley Cyrus y Liam Hemsworth- La última canción)