jueves, 27 de agosto de 2015

Música para mis oídos

Vanesa, para de amoratarme el corazón. Cesa la cuerda del reloj de pared y que le den al maldito tiempo. Que pase únicamente cuando le demos la vuelta al reloj de arena.

Nunca pasa lo suficientemente lento.
Puede que hayan pasado los días. Días distintos, alegres, joviales, musicales, días juntos. Pero han pasado.
Ahora nos encontramos en un momento de no saber. De no saber hacia donde disparar la flecha que nos guíe, hacia dónde imantar la brújula de nuestro destino para que nos señale juntos.
Axel, no la ayudes. No la emprendas a martillazos con 'eso' que se empeña en recorrerme el cuerpo.

Soy una extraña en mi propia vida.
Dejé de creer las verdades y mentiras, y ahora
ahora nada importa aunque me saque una sonrisa.

Ahora soy una butaca en un cine transitado, revendida en miles de ocasiones.
Un cine de verano que ve ilusiones con retraso reponiendo la misma película una y otra vez,
Soy el campanario más alto de una ciudad abandonada, un alma que lucha contra la intensidad en la penumbra, que lucha contra el peso del paso de los días y que se busca perdida.

Y confieso que no sé encontrarme de nuevo.
Confieso que me hice la loca demasiado y me convertí en una más. Una de esas que andan perdiendo el sur, de esas que ya no sueñan porque no recuerdan.

Dejad de aporrear las teclas blancas y negras del piano. Dejad que respire profundo una última vez más y no rondéis por mi cabeza con el maldito '¿y qué?' que tantas vidas atormenta.
No me prometáis un 'casi te rozo' en pasiones de una noche que acaban por desaparecer a unas seis de la mañana.

Creo que no soy la única que se ha dado cuenta de que sólo con mis manos no puedo frenar enero y que cuando escucho las cuerdas de su guitarra-de lejos- aún me tiemblan las piernas.

Prefiero ser de las que piensan que sin saber por qué nos convertiremos, tarde o temprano, en polvo de mariposas. Mucho más poético, ¿no creéis?

Es tan necesario que dejemos de sernos que solo puedo pedirte que no me salves mientras hablas.
Y en ese tiempo de espera, cuando mis labios van a cobrar vida, me da por respirar de ti.

No encuentro las palabras suficientes ni adecuadas para decir que hoy no , que lo nuestro tardará en llegar porque ni tú ni yo somos un romance corriente de una noche de verano. Ni tú ni yo somos del tiempo.
Esto viene de lejos.

Viene de que necesitemos existir juntos y yo hoy
Yo me pido vida.

En el diario leo la crónica de un baile que entre tú y yo, decidimos aquel abril.



(Vanesa Martín y Axel- '¿y qué?')

martes, 25 de agosto de 2015

Sobre la misma luna

Cuantas noches he pasado soñándote desconocido, tanto despierto como dormido.

Me pregunto a cada rato si confías en el destino.
Me prefiero sola, al alba, en cada futuro contigo.

Es algo curioso que la casualidad junte dos almas a mil kilómetros de distancia, poniendo el contador de cariño a cero para cuando decidamos empezar.

Por ahora no somos más que una sonrisa dentro de una pantalla, mientras la luna ahí arriba no ha parado de mirar.
Y el cielo tiembla y las estrellas bailan y todos tus amigos te preguntan quién es ella.
Y me señalan.
Me señalan y tú ni te atreves a contestar.

Y yo te sueño de lejos y de cerca.
Te sueño a mi lado sin tenerte ni ansiarte tan fuerte.
Te sueño.
Eres un sueño más de las partituras que duermen sobre el piano de cola.

Y siento.

Siento que te conozco de siempre. Y mi corazón se revuelve embravecido queriendo pasear mis dedos por el ángulo recto que forma tu barbilla con tu pecho.
Sin esa caricia, se sienten deshechos.

Ellos te vuelven a preguntar. Te preguntan por mi. Y tú caminas perdido, y no sabes que decir.

Sientes que las palabras no son útiles a la hora de describir que tus ojos quieran cerrarse solo para verme en sueños.
Quieres que se cierren fuerte y transportarte en un instante a la calle de la casa azul en algún rincón de París.

Yo aún no tengo sueño. 
El sueño. No lo encuentro.

Lo he buscado bajo la almohada, sobre las estrellas.
Lo he buscado hasta en las páginas en las que escribí tu nombre- al que abrazó una botella.
Pero esta noche, de verano y de madrugada;
Esta noche al inicio de la semana, mis dedos se mueren por recorrer de nuevo el ángulo de los sueños,
y a mi, para que engañarnos,
a mi me apetece verte para pedirte que esta noche no te atrevas a abandonarme a mi suerte .


(Ana de Armas, Martín Rivas- Por un puñado de besos)

lunes, 24 de agosto de 2015

Veinte veinticuatros

Que el alcohol para las heridas es demasiado fuerte para mojar mis penas.
Casi prefiero que vengas tú y me marques todas las cicatrices, colgando el cartel de "en obras" bajo mi corazón.
Prefiero que recortes a golpe de bisturí el porqué de mis pestañas, que no me deja dormir.
Ni soy príncipe, ni es azul la sangre que me corre por las venas.
No me pidas que te insista o tendré que ir a hacer guardia al balcón de tu ventana con tal de que te escapes conmigo a hacer la ruta 66.
Y te advierto que se me olvidó trepar las rocas de tus hogueras.
Que hace tiempo que tú y yo ya no somos amigos, y de eso el whisky de la barra es el único testigo.
Ni tú quieres quererme ni yo consigo quererte bien. Nos amamos a sorbos de vida y eso es el cuento de nunca acabar.

Pero me niego. Me niego a renegar de ti, a fingir que todo esto pasó.
Porque ha pasado. Fuimos ciertos.
Fuimos una lágrima en un océano al norte de tu cintura. Fuimos un atardecer de otoño, entre risas.
Fuimos, y duele.
Que no sepamos ser más, que no sepamos beber vientos ni escribir versos en grafittis en muros blancos de pared.
Que el mapamundi nos conozca no es más que cuestión de tiempo.
Que mis manos no suelten tu pelo, dependerá del momento.



(Tom Cruise, Elisabeth Shue- Cocktail)

sábado, 22 de agosto de 2015

"Tan al sur que perdí el norte."

Y me he pasado la tarde, mientras el sol se balancea en su tela de araña, leyendo frases.
Mientras las leía, las encajaba en algún momento ya vivido, como el pie de foto que nunca tuvimos.

Soy de las personas que piensas que cada vida tiene su propia banda sonora. Me gusta entretenerme imaginando cual podría ser la mía, y qué canción le pega a cada momento. Adoro pensar en la música que lleva la película de mi vida.
Por ejemplo, para un momento alegre, la guitarra es esencial- me quedo con Simple Plan-, para la melancolía prefiero el piano o incluso la voz a capella- Norah es mi debilidad-, si esta tiene el don de erizarme el vello que cubre mis sangre que pasa.
Para días grises, me gusta el rock, para el norte, elijo la caja y algo de mi flamenco que me transporte al sur de mi alma.
Para cuando no queda más remedio y mis pies me piden salir a bailar o a correr prefiero los acordes que llegan desde lejos y algo de gritos con sonidos eléctricos.
Para veladas entre amigos, todo vale, depende de la confidencialidad, de la intensidad del momento, de las ganas. Depende de cómo se nos  pase el tiempo.

Y al igual que hay música que acompaña nuestras experiencias, hay frases, que otros escriben como si fueran hechas para ti, para tus momentos.
Frases que al leerlas puedes transportarte minutos, segundos e incluso años atrás y traerte de un soplido todas las risas vividas.
Existen muchas palabras que cuando las unes a modo de puzzle, encajan sin quererlo. Y ahora es cuando yo me doy cuenta de que siempre estuvieron ahí.

Hoy la tarde sabe a café y a mi me encanta soñar en compañía- Yellow submarine, de aquel 1969-.
Los  Beatles insistieron en buscarme. Yo no quería.
Cuando quieras saber algo más de mi vida, busca la libreta donde apunté cuidadosamente todas las frases. Puede que te den alguna pista.
Léelas mientras te imagino. Están en el segundo cajón del escritorio, bajo cientos de recuerdos.


"Te comería a versos"- Rayden



Y no sabes lo que somos, lo que fuimos. Ni te lo imaginas. Nunca seremos.
No eres capaz de pensar en blanco.
Y los versos no te salen si no es con bolígrafo en una mano y micrófono en la otra.
Le cantas a ella, a la vida. Es a la única a la que le debes algo.
Le escribes a todas las casualidades con falda que pasan a tu lado por las calles de un Madrid que se cree modernista.
Y haces temblar tantos corazones que todos los Don Juanes se preguntan cuál será la receta de un chico de la calle.
Quieres comerte el mundo, con las manos. El cuchillo y tenedor son demasiado formales.
Quieres leer bocabajo una calle sin salida para escapar por algún rincón a cielo abierto.
Y sin embargo, te consideras uno más.
Déjame decirte esto:
Creo que no soy la única que lo pienso. 
Te lo has ganado. He de agradecerte enseñarme a sentir más fuerte.
Has ido subiendo los peldaños de una escarpada escalera, de uno en uno, y saltando retos cuando retrocedías dos escalones.
Te ha salido un cinco en  el dado de la vida y has podido colocarte en la casilla de salida
-el primero- sin que te coman.
Has sabido enseñarme Capital y Condal entre susurros de mis labios
sin moverme de las páginas de tu Herido Diario.
Todo, para que el mundo vea lo que sufren los poetas sin alma.
Para que el mundo vea que, con cada verso, vais perdiendo un sorbo de una felicidad efímera, pero que algo siempre queda bajo la almohada.
Me has enseñado que los marineros de segunda no son los únicos  que naufragan a la primera, y que hacer el amor significa volver de la guerra. Me has enseñado que prefiero ser persona a ser humano, y que nos vestimos rápido para desvestirnos lento.
Me enseñaste, ya hace tiempo, que tratarnos con humor también nos hace llegar al orgasmo,
incluso mejor.


Martina



Yo me quedo con ella.

A la que no le gusta que la llamen por su nombre. La que prefiere miles de aromas de verano antes que seis letras.
A la ella que adora pasear sus huellas entre granos de arena y respirar la sal del mar.
Me quedo con la que baila sin ganas solo por ver aparecer una sonrisa más en los labios de todos.
Me quedo con la que echa de menos a centímetros y se lo calla para no dolerse más fuerte.
Con la que está enamorada del que tiene el síndrome de Peter Pan.
Con la que se cansó de esperar y ya solo utiliza el polvo de hadas para volar y no verlo más.
Con la que olvida lo inolvidable con tal de vivir al máximo.
Me quedo con ella, que lleva el color de la vida en la suela de sus zapatillas.
Con una andaluza de centroeuropa que bebe los vientos por la voz de aquel gallego.
Me quedo con una amiga, con una hermana de otra sangre, con una persona que sabe sacarme las cosquillas y reír conmigo a carcajadas.
Me quedo con una que la vida me que trajo por casualidad.
No desde siempre pero, si para siempre.

lunes, 17 de agosto de 2015

Entre Júpiter y Saturno

Tú y yo estamos entre Júpiter y Saturno. En una misma galaxia, aún.
Girando alrededor de una única estrella.
Estamos a los centímetros que en kilometros separan los dos astros. A 651087974. Del suelo.

Nos gusta lo que tenemos. Es un amor envasado al vacío sin fecha de caducidad impresa sobre el reverso de la etiqueta. Lo nuestro es un 'no parar de reír' desde el amanecer al atardecer con cara de tontos.
Lo nuestro es nuestro y de nadie más.

No somos tiempo, no somos un trozo de papel pintado con tinta de cualquier color. No somos recuerdos guardados en la retina. No somos de los que miran. Que miren si quieren.
No somos eternos, ni somos todo lo maduros que nos gustaría. 
Tampoco somos la letra de una canción, ni una novela acabada en tragedia. Ni somos de cine, ni de película. Los príncipes y princesas se quedan en la realeza europea.

Nosotros nos perdemos entre la vida de una calle abarrotada.

Somos dos personas que estamos aprovechando nuestra casualidad. Dos, que viven.
Somos dos, exprimiendo ganas como naranjas, tostando nuestra piel- en tostadora (al sol)- como las tostadas de nuestro momento preferido de las mañanas. Somos sábanas permanentemente arrugadas, y algo de sal en el pelo.
Somos una madrugada por la que no pasan las horas. Somos una noche de verano.
Dos locos que lejos de hacer locuras, se fugaron a la playa del viento. Dos locos que buscan contar las estrellas de su cielo cada vez que ven a la luna a más de veinte metros.

Y no necesitamos ningún tipo de prueba para demostrar que nos hacemos reír, que tenemos derecho a todo estando juntos.



sábado, 15 de agosto de 2015

Escribo.

(...)
Tarde rara, como yo, y como todas las de mi vida cuando utilizo la cabeza para algo más que para llevar el pelo.
¿Miedo a vivir? Puede. Claro que lo tengo. Es lo único que me mantiene serena, aunque parezca mentira.
Fiebre de sábado noche, de sábado tan de madrugada. Fiebre porque este calor no se atreve a dejarme sola.
Alejandro quiere que las tiritas no surtan efecto. Gracias por la parte que te toca, señor Sanz.
Estas tiritas inservibles ya no sujetan el corazón ni lo colocan,  y el alma se escapa por dos costados.
Escribo por escribir. Para sentirme bien, para desnublar el cielo de mi cabeza, y que mis pájaros cesen su vuelo.
Escribo para que mi mundo de ficción continúe vivo en alguna parte y mientras tanto interpretar mi papel de cara a la realidad.
Escribo realmente porque duele menos la situación descrita con palabras.
Hace tiempo que aprendí que las canciones y el papel no curan pero si pueden hacer de paliativos para cabeza y corazón.
Disminuyen el dolor durante el tiempo que rebusques las palabras que lo definen.
(...)
Escribo para decapitar momentáneamente la cabeza de mis sueños, para dejar de idealizar la ella que me gustaría ser. La ella de tantos otros. La ella que está en alguna cabeza y en ciertos corazones.
Las millones de teclas de piano de una melodía sin desafinar. La 'princesa de nadie' sin tan siquiera ser princesa.



viernes, 14 de agosto de 2015

Otros amigos

Noches de verano. De risas, de viento y hogueras, con o sin estrellas. Noches de luna llena, queriendo vaciar un vaso de un trago.
Es el verdadero significado de estas noches.

Uno repiquetea las cuerdas de una guitarra. Dos discuten, ella es demasiado romántica; él, práctico.
Otra captura momentos en la retina, parpadeando. Quiere quedarse a vivir en esa noche. Para siempre.
Otra piensa, rie y sueña, con dos más. De todo y de nada. De la vida y la muerte, quitando importancia.
Otro sonríe. Sabe que le encantan esas noches pero nunca lo deja claro. Siempre calla. Si confesara dejarían de ser sus noches. Sus maravillosas noches. Dos más buscan estrellas en el reflejo del mar. La luna no les deja ver la vida marina con suficiente claridad.
Otros. En otra vida fueron tan amigos como ellos. Y rieron, y lloraron, y se tuvieron siempre.
Otros, en otro planeta aún por descubrir.
Otros volvieron a amar aquellas noches de verano en la arena de una playa que se les tornaba un mundo en aquellas madrugadas.


Una vida más

No te puedes hacer una idea de lo que valoré la vida ayer. Aproveché la felicidad ajena. Fui una espectadora más de la pantalla de cine de tu vida.
Y, joder, qué bonito fue.
Te vi sonreír, derramar dos de las mil lágrimas que rodaron por tus mejillas desde que salió el sol. Ayer se acabaron tus días eternos.
Comencé a dar saltos de alegría. Mis ruegos habían dado sus frutos.
Estabas bien.
Estabas vivo.
Te miré a los ojos, y sonreí.
Solo fui capaz de eso.
Aún te queda mucho para que te salgan las alas por la espalda. Aún tienes que aprender a volar bien y disfrutar los retales de carnaval que te ofrece la juventud.
Aún te queda vida.

Y fui feliz.


Cara DeLevigne


Lentes bifocales

(Dustin Hoffman, Katharine Ross-El Graduado)

Había venido a contarte que no podíamos ser amigos.
Que los amigos se quieren, se respetan y se tienen en cualquier momento.
Tú y yo nunca fuimos así.
Nunca nos quisimos, nunca respetamos nuestro respeto. Nunca nos tuvimos. Nos llamamos Libres.
Tú siempre buscaste que nadie te entendiera, yo a alguien que rompiera mis destrozados esquemas.
Tú las preferías rubias, como aquellos caballeros;
y yo te perseguía los brazos para ver si era azul la sangre de tus venas todos y cada uno de los abriles que pasamos juntos.
Tú bailabas solo, a mi me gustaba bailar en compañía.
Tú preferias los nunca; yo, los siempre.
Para ti el plan perfecto era cualquiera que no estuviera yo. Mi plan perfecto era no verte ninguna madrugada.
Y así pasó el tiempo.
Había venido a pedirte perdón. Perdón por no haber sabido amar tu caos, por no cerrar los ojos en cada túnel pidiendo nuestro deseo. Quería disculparme por todas las noches sin dormir que te regalé.
Pero me quedé en la puerta.
Tú y yo siempre seremos nosotros. Nunca seremos Tú y yo.
Y eso es lo que más nos une.
Había venido a decirte que no quiero verte más. Pero me he dado cuenta de que eres mi persona favorita.


Máquinas de sentir

Para estas noches de verano no está bien la soledad.
Bublé tampoco ayuda. Ni Birdy, ni Roxette.
Las estrellas escondidas bajo nubes tampoco quieren verme la sonrisa. Ni los labios.
Me invade un sentimiento con el que no me llevo bien.
Una melancolía extraña- puede que sea de no tenerte cerca, de no tenerte.- un no sé bien qué, que se pelea por mi cordura en las noches de verano.
Y me busca, y me encuentra; revolucionando mi alma y tirándola al suelo hasta verla hecha añicos junto al anillo que llevé ayer.
Mi almohada no quiere ser testigo de más agua salada. Tampoco quiere compartir mi sueño con la amargura. Sólo quiere ser soñada.
Mi corazón no quiere hacerme caso. Sigue latiendo al ritmo que se le impuso. Y nunca desobedece.
Y yo muero. Muero por ver de nuevo París, desde las luces de la noche. Me muero por subir hasta la última planta de la torre y jugar a tocar la luna con los dedos.
Me muero por llegar exhausta, caer de rodillas y encontrarme tu sonrisa tirada entre los metales de aquella maravilla del mundo.
Me calmo pensando que nunca será verdad. Que a ti te gusta tu vida y te dan miedo los cambios.
Vuelvo a pensar en lo intensamente que sentimos, en que cada grano de arena se nos hace un mundo.
Miro Venus desde el balcón peor cuidado de la ciudad. No tiene flores, ni vida. Solo silencio y una pena que la mira.
Me muero. Y tú no estarás aquí para verme sentir.


miércoles, 12 de agosto de 2015

Perseidas

Disfrutaremos de un pasado mañana juntos

Apaga la luz. A oscuras lo nuestro sabe mejor.
Recórreme todas las partes de la casa, con nuestra historia a cuestas.
Finalicemos en la encimera de una cocina mirando al mar.
Que nos envidie la luna. Que vea lo que nos queremos, lo que podemos llegar a desearnos.
Que un beso sirva para decirte todo lo que callé y que no me arrepienta de todo lo que podía perder habiendo arriesgado.
Enciende la radio de madrugada y bailemos de la forma mas aleatoria que se nos ocurra.
Saca del frigo el champan y las fresas, calienta el chocolate.
Todo eso mientras mis manos curiosas se entretienen abrazándote por la espalda. Todo, mientras yo preparo un baño y de fondo se escucha la guitarra de Ringo.
Saca el vinilo de James, tiremos la casa por la ventana esta noche.
No me dejes que no vaya descalza y sienta el helado frío de verano bajo nuestros pies.
No todas las noches pasa esto. Llueven estrellas. Quien lo diria.
Y a mi me gusta la lluvia.
Cállame. Haz que deje de soltar almíbar de los labios. Cállame de la forma mas sin aliento que de te ocurra.
Intenta que lleguemos al sur del horizonte cuando la tormenta amaine y las primeras luces del alba despunten.
Recorre a besos el norte de mi cuello hasta que sienta ese escalofrío que tanto me gusta en la nuca.
Hasta que dejemos de ser dos, y ya lo sepamos todo.
Hasta que las estrellas que hayan llovido se sequen en la tierra de tus principios.
Quiéreme en noches de verano como estas. En ellas me sacarás mis mas oscuras confesiones, mis ideas sobre la vida y mis miedos.
Deséame una vida a tu lado sin vivir en un recuerdo dormido.


domingo, 9 de agosto de 2015

Udjat

Noche de bar, como si se nos fuera la vida en ello. Algún tinto, de verano sin invierno. Música en los oídos, de esa que nos hace recordar, seguir sumando experiencias a los corazones rotos.
Me pongo mis mejores galas, mis ganas, con el latido encogido esperando el momento para poder verte. Tengo tantas ganas siempre de tus abrazos. Sólo tú sabes parecer indiferente, y dejar que sea yo la tonta que te persigue, cuando sabes que te encanta que la sonrisa me llegue a los ojos.
Confesaré que me he acostumbrado a dormir a tu lado. Soy oyente de tu corazón en el preludio de mi fase rem. Me siento infinita en sueños. Pero me siento aún me siento más infinita cuando abro los ojos, y tus brazos me rodean.
Me declaro dependiente de tus besos cuando crees que estoy dormida, agarrando mi cintura con más fuerza para que mis piernas no se atrevan a escapar de tus redes. Y allí, en el rincón derecho de tu corazón izquierdo, me siento yo. Me siento pequeña y protegida, me siento tuya. Cómo reconforta ese sentimiento.
En la esquina de mi muñeca está la oscuridad, la cara oculta de la luna. Las líneas perfectamente trazadas dibujan el ojo izquierdo de Horus. La esquina de tu muñeca, la derecha, está llena de luz. Luz de sol que forman las lineas del ojo izquierdo. El ojo de la protección. Juntos formamos una única vista, una visión de futuro en un pasado.
Vuelve a ser madrugada de verano, vuelven a ser pasadas las doce, de nuevo domingo.
Mi cama te extraña. Mi cintura reclama tus brazos a gritos, mi espalda necesita los latidos de tu corazón abrazándola y yo...
yo te echo de menos.
a él.


No hay más

Mañana, cuando despiertes.
Mañana será el día en el que abras los ojos y la veas a tu lado. El día en que respires tranquilo y cansado porque te pasaste toda la noche mirando los rayos de luna en su espalda, viéndola dormir.
Se ha convertido en tu pasatiempo favorito desde que empezasteis a ser algo.

No hay nada más bonito, más simple y más sencillo que ver a un hombre enamorado.
No hay más que mirarte a los ojos para ver cómo la quieres, cómo lo demuestras.

Cada día
persigues su pintalabios rojo, te preocupas porque las lágrimas que salgan de sus ojos sean solo de alegría, intentas que esa sonrisa salga solo tres de cada cuatro veces a superficie.
Ese cuarto de sonrisa te lo guardas para los momentos posteriores a las peleas- te encanta pelear con ella para que después las paces sean dulces y salvajes.

Adoras llevarla a recorrer el mundo de tus sueños, y el mapamundi con el índice. Recorrer sus mejillas con el pulgar y retirarle el pelo de la cara poniendo primero el corazón. Te encanta hacer planes, con ella. Ellos la retienen entre tus dedos. Has aprendido lo que le gusta rápido y la necesitas cada tres segundos en una hora completa.

La llevas a bailar las madrugadas de luna llena, y sabes que se derrite con susurrarle al oído.
La has enseñado a querer, y a sentirse querida-
Tú, en cambio, has aprendido lo que es el amor.



Sal, de mi vida.


Me pregunto por qué las lágrimas saben saladas.
Quisiera saber por qué esa sal hace que flotemos en la inmensidad del mar y por qué nos escuece las heridas. Porque  esa sal siempre acompaña al limón en el chupito de tequila del viernes noche. Ese que se convirtió en rutina.
Me pregunto por qué las estrellas eligieron brillar en el cielo, y no en la tierra. Por qué se dice que la vida es corta, que el alma pesa, o que los sueños se persiguen. 
Quiero saber el porqué del universo de tu ombligo. No me hacen falta las constelaciones, para contar los lunares de tu espalda.
Me pregunto. Por qué la noche es joven y las horas no paran a descansar ni un segundo en el reloj.
Porque los ángeles son invisibles.
Quiero saber porqué adoro bailar con tus brazos sobre mi cintura.
¿Por qué tengo tantas preguntas? ¿Por qué me cuestiono mi existencia los domingos y adoro tanto las madrugadas?
Quizás lo que me falten no sean solo las respuestas.
Iré en su busca. Prometo ir antes de que el solsticio escriba la palabra fin sobre la arena. Antes de que la fuerza de las olas borren esas letras de la arena y llegue septiembre.
Prometo contar tus lunares, subida en la luna. Porque, aunque la noche sea joven, esa juventud no nos durará eternamente.
Porque aunque siempre tengamos ansias de sur, llegará la hora en que tenga que partir hacia el norte.
Y aún tengo que encontrar la caja de herramientas para responder a tanta pregunta, aún tengo que aprender a que la sal no escueza en mis heridas, y a sumergirme tanto que vea océanos en vivo a través de mi retina.
Quiero un tequila sin sal, con naranja y canela. Viendo amanecer contigo.
Los atardeceres sin ti están sobrevalorados.

Sevilla se viste de noche

Martes travieso
-de estrellas-
y tú con minifalda recorriendo la calle mayor del centro.
¿Pensaste que no me daría cuenta de tu encantador silencio?
Sola, buscando unos ojos sobre los que brillar te encontraste con los míos.
Esperaste a ver las baldosas bañadas por la luz de las farolas para salir de paseo.
Un bar de aquí, y otro de allá. Copa rota, una tras otra.
Nunca conocí a otra que me embrujase el corazón con la mirada como tú lo hiciste aquella noche.

Quizá fuera el calor del verano el que no me permitía pensar con claridad, o el hecho de que Málaga y Sevilla hubiéramos coincidido aquel fin de semana en Cádiz, causando la peor parte del efecto mariposa.
Sólo recuerdo que te vi sonreír y no pude impedir que el mundo se me parara. Ellos me insistieron que persiguiera a tus amigas, que ellas, con tanta risas, eran maravillosas.
Pero no hice nada. Y mi corazón prefirió quedarse con la timidez de tu sonrisa, y la calidez de tus ojos verdes.
Desde aquella noche mi cabeza no ha dejado de recordarte bailando. Y sé que no tengo más opción que quedarme con tu recuerdo.
Pero aquella noche fuiste mía.


viernes, 7 de agosto de 2015

Ohana significa familia

La melancolía se cierne sobre el mar. Llora nuestra marcha un año más.
-B e n d i t o   v e r a n o-
Hemos vuelto a la realidad, dado de bruces en su cara y calado en lo más hondo de su ser y parece que pasó una vida desde que emprendimos el viaje hacia ningún lugar, juntos, como siempre y para siempre. Qué pronto se acostumbra uno a lo bueno.
Habremos tenido pasados anteriores, distintos. Me confieso celosa de no haberlos compartido todos, de no haber encontrado antes este gran tesoro.
Pero el final del camino será único e irrepetible, serán nuestros pies caminándolo juntos.
Puede que nos de miedo continuar, puede que hasta duela alguna piedra que se nos aparezca. Pero dolerá menos si son ellos quien te dan la mano.

¿Cómo describir algo que llena tanto el alma?
Es imposible.
Lo que puedo relatar es que conozco el secreto de la felicidad si es con ellos al lado.
Solo sé que el hecho de compartir un tiempo que nunca vuelve con esas personas son ganas de vivir el doble, de reír con fuerza y de no frenar los pasos.
Todos, con sus defectos y virtudes, con sus manías y sus maneras de ver la vida, son los que me han enseñado que existen muchas cosas por las que luchar, que seremos insignificantes, pero que las pequeñas cosas son grandes.
Quisiera quedarme a vivir en el limbo, un limbo lleno de nueve sonrisas a mi alrededor, para que la mía brillase más.
Entonces, sé que sería eterna- Con todo y sin más.

Volvería una y otra vez a pulsar el PLAY de los momentos.
Volvería a esos bailes de noche joven de verano, a esas siestas interminables, a las noches de confidencias.
Volvería de nuevo a la más bella de las locuras, a las tareas de un hogar compartido, a una noche de película sin terminar por verla, a mucho tiempo bajo el mar buscando algo más que caracolas. 
Volvería a quererlos más y mejor.
Volvería a ser yo, 
sin ellos no.




domingo, 2 de agosto de 2015

Sensaciones

No hay mejor sensación que la de llegar a casa una madrugada de verano y andar descalza por casa. No la hay mejor si encima llegas sin voz-que se quedó de concierto- con las ondas despeinadas y recordando esos dos besos que siempre sabrán a tu nada.
Me pregunto (qué raro) 
¿Eres consciente de la que has liado?
Tienes ha medio planeta con ansias de libertad, de meter mano y cantar a voz en grito porque les da la gana.
Escuché esos gritos desde kilómetros.
Dicen que se han enamorado de tu sentimiento en verso y de las cuerdas de tu destrozada guitarra.
Que dicen que de aquí no se mueven, hasta que salgas.
Es increíble la capacidad que tienes de hacer de algo tan sencillo-como una caricia- un mundo, un mundo en el que solo importan los roces de piel con piel, los besos de falda corta y las miradas a la espalda.
Es magistral cómo conviertes algo tan complejo-enamorarse- en la más simple de las batallas. 

Crees que no, pero con esto que has hecho, las tienes guardando cola. Tus ex. Tus espinas.
Espinas de un rosal ya medio muerto, que alguien riega cada vez que pasa.
Todas compraron tu disco esta mañana.
Se han puesto guapas para un concierto al que no irán. La marca de sus barras rojas ya no enmarcará tu barba. Esta noche de domingo no serán ellas las que prendan fuego a tus pestañas.
Tus inspiraciones solo salen a la calle de día. Dicen que le tienen miedo a la luna, y a que tú las vuelvas a tatuar en cualquier servilleta de un bar, abrazando a un ron desolado.
Dicen que guardan las promesas rotas que te causaron tanto desengaño, pero no miden tu grandeza en sueños.
Todas ellas se desgarran con tus letras, llevan tacones demasiado altos y ya nunca se dejan el pelo suelto.
Ya se convirtieron en inspiración de cantautor, pero claro, ese es otro cuento.
Ahora tus lagrimas ya no mojan el camino, y es solo menester de la lluvia.
Ahora que sonríes de nuevo y
puedes vivir con ello.


(Primeros de agosto, Andrés de fin de gira-Benalmádena)



Domingo de verano con Andrés en la cabeza

Domingo, mi domingo preferido, el preludio de un viaje de risas y atardeceres con ellos, la contraria antesala de una noche bañada en luna, con un gallego acompañado por las cuerdas de su guitarra.

Qué bien se me da esto de soñar, que aunque poquito a poco, todos se va cumpliendo.

Ayer fue una noche para recordar que marcó un domingo cuando el reloj se puso a cero.
Fue una noche de verano, algo corta para mi gusto, en la que la pasión y las ganas ganaron cien carreras de fondo.
Desde el minuto uno de aquel encuentro nos enamoraste con tu magia. Benditas treinta y dos primaveras que te trajeron a nosotros en un suspiro de viento del norte.
No nos queda un abril para ti, nos quedan millones de ellos para contar más historias de tus ellas un otoño en Sevilla, un fin de semana en Cádiz, o viendo Santiago amanecer.
Quieren recordarte todas las calles de Madrid por las que tus huellas se quedaron ancladas sin arena.
Quieren fugarse como estrella fugaz por Pantín mientras dos se enamoran en un rato, besándose cualquier boca de metro.
Gracias por verla bailar flamenco y quedarte a dormir, por ver una torre que brillaba y ver amanecer con ella aunque no te dijera ni su nombre.
Gracias por esas ganas de sur que llevas en el corazón para regar tu amado norte.
Hace un año, o esos 320 días que te dicen que no te quieren tanto, que te quieren más.
Pocas personas como tú, que pidan media noche para ofrecer pasar a tu lado vida y media.
Pocas que se les escape la vida con cada acorde de guitarra, cantándole a la luna.
Sé que no voy a volver a quererte, porque nunca he dejado de hacerlo.

Hace tiempo me dijeron que estoy hecha con un cubo de sueños,
Tú tienes parte de culpa, por dejarme llegar tarde y colocada.
Por favor, sigue llenando mi cuarto menguante, y tráeme la luna que no es llena en un café antes de marcharte mañana por la mañana.

Hasta la próxima, que será pronto, Andrés.


sábado, 1 de agosto de 2015

Como luceros

Tan al norte de su pelo, la recuerdas.
De fondo suena Norah. Un placer, querida señorita Jones. Tienen tanta magia en las noches de verano, que vives con miedo a descubrir que todo sea un estúpido truco.
Letras de canciones antiguas, vinilos repartidos por toda la habitación y tú- tú junto a la estantería, como siempre, queriendo saciar tu curiosidad.
La extrañas. Te levantas para ver el brillo de las estrellas en el cielo por el cristal de la ventana, pero nada. Hoy la luna es la gran protagonista. Es azul.
Está más grande y bonita que otras veces, será que no acostumbras a mirarla. Más grande que aquel viente de enero, mas bonita que el veintiocho de julio de hace un lustro. Él desapareció, su persona.
No sabes si te escuchará, si te mira desde aquel cielo que todos pintamos o si realmente quiere hacerlo.
Ella es la única que te lo quita de la cabeza, el recuerdo amargo de una pena mojada en tequila cada noche.
Has decidido no bañar más tus penas en Riazor, no acabar en dos bares saltando promesas y prometerte a ti mismo que vas sentar la cabeza.
La imaginas bañada por luz de luna, la imaginas entera.
Quieres creer que todo pasa por algo, y que aunque el destino exista, tú te lo buscas.
Así que te decides rápido. Esta noche te acompañarán Neruda, Norah, la luna y el carmín rojo de su boca.
Buscas dos copas y un tinto para completar la velada, y no la esperas. Ella esta lejos. No es más que una belleza etérea de tu cabeza.

Pero sucede. Por las mismas casualidades del destino que han hecho que pensaras en ella, ella pensó en ti.
¿La diferencia?
Ella le ha echado ganas. Ha cruzado aquel tramo que os separaba y ha ido a llamar a tu puerta con el mejor carmín de sus labios-
colándose en casa.

(Recuérdame, Robbert Pattinson)

Ya no es etérea, ya se levanta sobre la sombra de tu espalda.
Dicen que torres más altas han caído, y que te ven desde abajo besándole el atlas. Olvidas las penas, dejas el tequila y corres contra las olas de un mar en calma.

Ecuador



Sin darnos cuenta llegamos al ecuador de un abrazo.

Uno en la última planta de la torre Eiffel, en el tercer pilar de la plaza donde se encuentra la torre de Pissa en Italia, uno junto al Cristo Redentor de la maravillosa ciudad de Río, un abrazo que abarcaba las montañas más altas de la cordillera del Himalaya, la fosa más profunda de la de las Marianas. Uno de esos que resonaban desde las cúpulas de la ópera de Sidney, que se colaba en todos y cada uno de los Fiordos noruegos. Un abrazo que llevase a hombros la ruta 66 para terminar viendo una puesta de sol sobre el Amazonas. Un abrazo bautizado por la aurora boreal, a su debido tiempo, uno lleno de arena del Cairo, uno subido a Guiza y sumergido bajo las leyendas del triángulo de las Bermudas. Uno que nadase, con tortugas, por la corriente australiana del este. Ese abrazo que siempre esperamos y que pasó sin querer.

Pasaron los días, las horas, los minutos, sin que el tiempo regresara. Nunca dejó de sangrar por las heridas de balas. Era inútil eso de intentar curarlas.
¿Que nos daba miedo el futuro? Pues si. ¿Nos arrepentimos de lo que no hicimos en un pasado no tan lejano? También. Pero para ello estábamos allí- fundidos en el abrazo que nos hizo viajar en palabras, sin conocer el mundo.

Fundidos tan tú y tan yo, bajo una luna azul de verano, sin el medio llena que siempre quería llamarla- con un llena entera que rebosaba de color aguamarina las mejillas encarnadas.

Y pasó el tiempo, contigo y conmigo a cuestas.
Y aún nos quedaba verano, hasta que llegase septiembre.
Decidimos parar ese tiempo, y quedarnos en nuestro querido ecuador de verano para siempre.