martes, 29 de julio de 2014

Aprender a saltar y saber caerse

Evitar mirarse a la cara porque si. No querer que llegue la hora de despedirse. Compartir sonrisas cómplices porque somos jóvenes y estamos vivos. Quedarnos con la miel en los labios. Ansiar un nuevo amanecer, juntos, cogidos de la mano. Ser uno mas de esos perfectos amores de verano.
Bailar como nunca antes hemos bailado. Reír a carcajadas, reír fuerte y lejos, y que la risa se escuche al otro lado del mundo.
Mirar de reojo, querernos tanto.
No olvidarse, no olvidarse nunca.
Saber que la edad no importa, que la vida se vive en momentos. Saber que no existen imposibles y que el mundo está lleno de posibilidades. Evitar todo tipo de barreras, convertirnos en competidores de carreras de obstáculos y no parar. Declararnos locos, soñadores. Pasear por las calles alzando las manos al cielo, mirando a las estrellas y sintiendo el viento en la cara. Correr, caer, levantarse y abrazarse.
Hacer todo esto sin importar el tiempo, con intensidad. Como si el mañana no existiera, como si no tuviéramos ni idea.
Decir hasta luego por no querer susurrar un adiós con nuestros propios labios.
Hacer todo esto antes de ver despegar un avión, antes de palpar la distancia, antes de encontrar un final y cerrar el libro de cuentos.
Antes del olvido y de la eternidad.


jueves, 17 de julio de 2014

¿Cuál es el precio?

Hace tiempo que nuestra sociedad se ha convertido en un bloque capitalista, que solo importa el dinero y olvidamos las risas.
Miras atrás y solo contemplas el pasado con un aura de añoranza profunda, echando de menos los momentos en los que la vida importaba y la gente disfrutaba viviendo.
Nos movemos en una sociedad en la que somos un interés más, uno que se cambia por monedas de euros y si se tiene suerte, incluso por dólares.


Ahora bien, si no eres un interés, si no estas vacío y no entretienes, considérate nadie.
Ha cambiado tanto todo que aún seguimos matando los sueños de los que realmente viven, lentamente y con saña. Decimos que es para la mejora, para la globalización pero es mentira.
Somos unos mentirosos. Todos y cada uno de nosotros. y quien no sea mentiroso que tire la primera piedra.
Ya no somos nada sin dinero. Necesitamos para respirar pequeños papeles manoseados de colores para encontrar el sentido de nuestra existencia.
Hoy en día, hasta un beso tiene precio.
Se nos ha olvidado el verdadero valor de las cosas. El hacerlas porque sí, porque nos da la gana y sin esperar nada a cambio.
Ahorrar, pagar, embargar, financiar, comprar, vender, alquilar y otras de las nuevas rutinas que hemos adquirido, esas que producen náuseas.

Creemos que no, que este mundo durará siempre y que seremos máquinas de dinero o nadies caminando por el mundo.
Aunque los verdaderos dueños del mundo son ellos, los soñadores. A los que intentamos hundir en el mar sin darnos cuenta de que saben nadar. Ellos, a los que pretendemos cortarles las alas, sin saber que estas vuelven a crecer; a los que pretendemos cortar el paso cuando han aprendido a caminar bajo tierra.
Ellos son los que realmente entienden el precio de la vida, de la felicidad.
Y su secreto es que nada tiene precio.
Puede que sean algo ingenuos, que piensen que no existe el daño o que las personas les hagan más de la cuenta pero son ellos.
Son ellos los que nos hacen sentirnos vivos.


Vamos a montarnos en su montaña rusa, en esa pequeña y divertida atracción llamada tiempo y vamos a probar. Vamos a tirar todos esos papeles sin sentido y a decidir que ha llegado la hora de perseguir nuestros sueños.


Total, por probar...¿Qué podemos perder?
A escapar, a vivir, a soñar.



jueves, 10 de julio de 2014

¿Podrían un puñado de besos cambiar sus vidas para siempre?


Al más puro estilo de Romeo y Julieta, con la decisión del señor Darcy y su gallardía al sostener las manos de la señorita Bennet entre las suyas, la templanza de Rochester mirando a Jane a los ojos, con la belleza de la dama de las Camelias y el secreto que guardaban los acantilados de unas cumbres borrascosas.
Con todo ello Dani salió a buscar a Sol, dispuesto a conquistarla. Aún siendo de mundos diferentes, aún sabiendo la enorme brecha que los separaría de por vida.
La perseguía por los callejones donde ella un día dejó sus besos. La esperaba en su portal cuando ambos sabían que iban a encontrarse en el metro. La hacía bailar a son de una guitarra. La llevaba a los bares con más estilo de la ciudad y se quedaban los dos solos, dando tumbos por Madrid.


La miraba respirar cada noche, mientras dormía, siempre entre sus brazos.
¿Era verdad que los romances verdaderos, los amores tormentosos solo existían en los libros? Ellos ansiaban un amor de novela. un comerse a besos y desayunarse cada mañana. Quisieron apuntar alto y llegar lejos. Quisieron dárselo todo. Bailar a cada segundo, pero detrás de un espejo. Darse la mano porque si, abrazarse en un momento.


¿Tanto la quería?
La buscaba y la encontró. Una noche esperándola en aquel rincón. Los labios pintados, la mirada perdida, el pelo revuelto y la boca sabor a vida.
Ella lo esperaba.
Desde hacía tiempo. Sonó entonces un  vals lento y salieron a la pista hasta que los pies quisieron decir basta.
Se acercaron y decidieron escribir su propia historia de cuento.
¿Cual era el precio?
Un puñado de besos.





miércoles, 9 de julio de 2014

Beber estrellas de un mismo vaso


-Matarle fue una decisión suya, mis manos hicieron el resto. Siempre quiso ser eterno. Ahora lo ha conseguido.
JG




Otro angel en el cielo, uno más. 
Augustus, caiste bajo las teclas de una melodia desafinada: el teclado de un ordenador fue quien te condenaba, y su mente la que te hizo perecer para convertirte en eterno, en importante, tal y como querias.
Alson se concentró en ponerte rostro bajo la atenta mirada del señor Green, todo lo demás vino sólo. Quisiste alimentar un amor, no alejarte de ella, hacer las cosas por ti mismo.
Metáforas, decías. Todo son metáforas. Cada símbolo, cada espera, cada llamada que ella esperaba impaciente.
Supiste enseñarla a vivir, supiste amarla y amar más y mejor dentro de unos días contados que la humanidad dando vueltas en su tiempo infinito.
Porque hay infinitos más grandes que otros, y no es cuestión de números.
Fuiste de las pocas personas que se tomaban la vida a broma, entre risas. Fuiste tú quien permitió que los pulmones de Hazel respirasen profundo y la dejasen continuar. Tú, quien le abrió los ojos.
Augustus, ¿dónde estás? Seguro que has encontrado ya tu Algo con mayúsculas.
Peter vino a verte. Decidió, por una vez, satisfacer los deseos de alguien, y ese eras tú.
En cuanto a  Hazel...Ella sigue aquí como siempre, esperando reunirse contigo en algún lugar. Sabe que ya te han salido las alas, quiere que la enseñes a volar. Mientras tanto, ella e Isaac se niegan a continuar la vida sin ti.
Llevan unos días tontos. En los que tus metáforas son partes de ellos, en los que duermen sobre el tejado cogidos de la mano. Hazel mira a las estrellas e Isaac las cuenta.
Maldito John Green que no permitió que una respiración acompasada entre un millón dejase entero el corazón de aquella joven. Es tuya. Pase lo que pase. ¿Vale?





"Era como si perder a la persona que recuerda contigo implicara perder los recuerdos en sí, como si lo que habiamos hecho fuese menos real y menos importante de lo que lo habia sido horas antes."
TFIOS.

domingo, 6 de julio de 2014

De Sevilla al cielo

Leer entre líneas. Equivocarse, caer. Hablar de un fúnebre crespón y no apagar la llama de un amor.
Todo ello lo escribía un joven. Días, años, siglos atrás. No eran más que palabras. Palabras mágicas. Absurdas para quien no creía en la magia, inútiles para quien no supiera enamorarse, inverosímiles para quien no quisiera creer.
Entonces había poesía, tiraban plumas y tinta en rincones apergaminados por una mujer bella, mientras respondiera el labio suspirando al que suspiraba y las palabras se convirtieran en algo más.
La noche no era más que un hada, y la luna siempre la miraba.
Las palabras salían veloces de las manos inexpertas que raudas sujetaban aquella pluma color esperanza en altas horas de la madrugada destinadas a los cabellos de una ella que suspiraba despierta entre sollozos pidiendo volver a verle. Y él no cesaba. Nunca lo hacía.
Desde cero. Creyó en el amor, se forjó su propio criterio y decidió alimentarlo. Los ojos ya dolían y el alba despuntaba pero el había decidido entregarse. Entregarse de la forma más sincera y honesta que habían conocido sus ojos, con la poesía.
Olvidó los días, olvidó las horas contadas para volver a verla. Se citaría con ella a oscuras entre tinieblas para así evitar que nadie los distinguiera.
Ella olvidó su rostro, olvidó su nombre, se desvaneció dejando sólo las palabras que describían injustamente su persona.
Él corazón en mano, subió hasta su giralda. Cien días después y sin lágrimas en los ojos decidió cambiar.
Ya no era aquel chiquillo enamorado al que había absorbido la vida. Ya era el hombre que perduraría en los corazones ilusionados del mundo, sería el hombre que diría tanto con tan poco y al que una pluma bastaba para plasmar en una línea la hermosura de un alba de abril en Sevilla.
A  G.A. B


No dejar de existir para no perder el sentido, te quiero pero al oído

Y el corazón se me paralizó como nunca antes lo había hecho. Aunque seguía allí, seguía viva. Aunque tuviera miedo y los ojos no quisiesen dejarme ver. Contuve la respiración unas milésimas de segundo que se me hicieron eternos.
Y allí estábamos. Él, yo y unas manecillas del reloj pasando lentas. Solos, felices. Empeñándonos en aprovechar lo único que no vuelve: el tiempo. 
Nosotros y nuestra absurda manía de escuchar corazones. Tienen tanto que decir. Nosotros y nuestra manía de amar. ¿Puede haber algo más perfecto y a la vez más vulnerable?
No me creo eso de que sólo los frascos pequeños son capaces de albergar las mejores fragancias. Soy reacia a creer que el tamaño, el color, la forma o cualquier característica física importa y deba adquirir relevancia alguna por una mera creencia popular. No. 
Importa el tiempo, que no se recupera una vez perdido, importan las ganas, el empeño. Importan los sueños, y sus dueños. Importa ver amanecer un nuevo día sin pensar en todo lo que te espera, simplemente dejándote llevar. Importa el presente. Importa el ahora.
Puede que sea eso de vivir intensamente lo que nos haga cuestionarnos todos y cada uno de nuestros actos y poner nuestra vida patas arriba. Puede que sea eso, o que estemos locos.
Todo aquello transcurrió por mi cabeza entre idas y venidas de las estrellas sobre nuestras cabezas a años luz de un planeta tan cínico como romántico. Todo aquello me invadió en un solo beso.
Entonces escuché su corazón. Me olvidé de lo demás. Maldita máquina humana. ¿Quien inventaría el sentir?¿por qué no lo descubriríamos antes?
De nuevo un tictac de reloj. Pasaba el tiempo. Una luz de un faro que pretendía atraer para sí vidas perdidas. Fluir dentro de unas venas enloquecidas. Una caricia de las olas del mar al oído. Y un no querer. No querer creer que no éramos eternos. No querer creer que no estábamos vivos. No querer creer que podíamos dejar de respirar, de latir.
Y luego el olvido.

 (Un invierno en la playa)