viernes, 22 de abril de 2022

Ahora que no sostengo tus miedos


Ya no quiero que vuelvas a mi.

Ni como siempre, ni como nunca.

Se ha terminado. Fin. Sin créditos en la pantalla. Ni despedidas de aeropuerto.

Los llantos, las madrugadas, los abrazos, los intentos de hacerte sonreír. Infructuosos.


Se han acabado por el bien de los dos.

Por tu bien porque ya sabes lo que haces. Y tu felicidad es inversamente proporcional a la mía.

Por el mío porque me estás volviendo loca. Y en el fondo sólo quiero que seas feliz.

Estoy enfadada. Si. Muchísimo. 

Estoy enfadada porque he aguantado el dolor de los dos sin que tú te percataras más que del tuyo.

Estoy enfadada porque me siento utilizada. Porque hacía mucho que no estaba tan insegura con respecto a mi vida. Y odio estarlo.


Ayer me resistía a cerrar los ojos y que fuera hoy. Me negaba a despertar de nuevo en la misma pesadilla.

Ayer me fui a dormir sabiéndolo.

Y lo único que quiero es arrancarte de mi corazón y de mi cabeza.

Nada más.

Me gustaría dejar de penar en silencio. Que las ganas de verte dejasen de corroerme por dentro.

No esperar con ilusión tu mensaje para arreglarme un día de mierda porque ya no va a arreglármelo nunca más.

No quiero escucharte porque tus palabras están vacías. Ni un lo siento. Ni una buena noticia. Porque no lo son para mi.

No quiero saber absolutamente nada de ti.


A partir de hoy dejo de sostener tus miedos.

Que los sostenga otra persona. Una que sea capaz, que no sangre por dentro cada vez que vuelves con los ojos rojos.

Pídele a otra que te cure las heridas de los lunes.

Estaba tranquila porque sé que no mereces mi cariño pero desgraciadamente no tengo ningún botón que me permita dejar de quererte.

Y es lo que siento.

Siento haberme enamorado de ti.

No sabes cuánto.

Sé que pasará. Que volveré a estar bien.

Contigo o sin ti en mi vida. Ya me da igual.

Pero en este momento, te necesito fuera de ella.




miércoles, 8 de diciembre de 2021

Latir a la inversa

No me llames para decirme que ya me lo dijiste. Ni que me necesitas. 
Tampoco para contarme que estás con ella, a pesar de todo. Que te hace feliz y ni siquiera sabes el modo. 

Porque fui yo la que te animó a jugar tus cartas.
La idiota que se dedica a ahondar en su propia herida, te saluda.
Era consciente de que conseguirías todo lo que te propusieras y te di el último empujón para que comenzaras a batir las alas.

Y volaste.
Alto, raudo y firme. 
Te agarraste al viento y lo surcaste con lo bravo de las olas del sur cuando comienza un temporal.

Me hiciste reina de mis convicciones.
No permití que vieras el temblor de mis rodillas o que te dieras cuenta de que era a mi a la que arañabas el corazón.
No supe deshacerme sobre mi constante mar de lágrimas y quizá aquel fue mi último problema. Porque después, se sucedieron una a una todas las soluciones.

Y tengo miedo.
Temo volver a caer en la misma trampa; en la broma de siempre.
Me atemoriza el tropiezo con la piedra intrusa y el callejón sin más salida que su entrada.

Porque cuando me quise dar cuenta ya era tarde. Cuando caí en cómo estaba virando el viento, tu risa resonaba dentro de mi cabeza. Y el brillo de mis ojos era capaz de todo menos de perderse.

Estoy capeando la inseguridad. Las ganas de contarte lo bonito de un beso y cuánto necesito que te des la vuelta y te pares a mirarme.
Tengo ganas de no saber medir cuánto me faltas y de no saber precisar desde cuándo no me permito llamar a las mariposas por su maldito nombre.

Lo siento si llegué tarde, o si alguna vez llegué.
Pero necesitaba contarte que viniste para quedarte. 

Perdona por latir a la inversa.
Surcando el cielo,  octubre 2021

jueves, 14 de octubre de 2021

Noches de octubre

Atardece, aún octubre - Cáceres

La madrugada me pide un abrazo con tu perfume.


La dejo fuera de mi alcance sobre la repisa de la cocina para que cada vez que me inste a recorrerte las ideas deba encaramarme y trepar alto hasta mis sueños.

Para dejarme la piel en cada titubeo, para no sentirte casa siendo tú tanto del viento.


Has vuelto a remendarme las heridas y ya no sé si hacerle caso a esa melodía tonta que pone bajo mínimos todas mis guardias.

Las horas bajas han comenzado a crecer y el mar no se atisba ni desde el rincón más alto de nuestra calma.

Lo que si puedo contemplar es una vida repleta a ratos de momentos mejores, de ladrones de guante blanco que hallaron su tesoro y de noches cargadas de estrellas-eternas-sin fuga.


Digo tu nombre tres veces antes de dormir porque así vuelves a rodear todas las cinturas que se te ocurren sobre nómina geografía.


Despertar contigo no deja de ser otra de las aventuras a las que prometí apuntarme el día en que nos conocimos.



 

miércoles, 7 de julio de 2021

Epitafio de nosotros

 Llevaba mucho sin pensarte.

Me suele pasar.

Me dedico a capear la incertidumbre, las pocas ganas de volver a encontrarnos y los ¡cuánto tiempo! yermos y carentes de sentido a estas alturas.

Y vuelves a aparecer. No te sé decir si tus apariciones siguen un patrón reglado o son meramente fortuitas pero sí, que todas las veces que vuelves a mi me desordenas la vida.

Voy a robarle los versos a Escandar siempre vuelves en "formato recuerdo". Siempre como antes, como un eterno tú por el que no pasan los años. Con la misma voz, e idéntica mirada pero con mucha más vidas dentro de tu mochila.

El problema es que los años si que han pasado. Y el tiempo, y las ganas. Nos ha pasado hasta la vida.

Apareces y te das de bruces contra mis pestañas. Vuelves a sonar la canción que te recordaba a mi, y mi mente agoniza pidiéndole al cuerpo que cambie la emisora, apague la radio o silencie la minicadena.

También regresan tus no pegamos ni con cola y mis pero yo traje superglue que te gustaban tanto. Y tu daño en la rutina.

Y yo, que ya no miro nunca atrás, estoy cansada de seguir nadando en un recuerdo que no va a devolverme el tiempo que no compartimos.


Bolonia, julio 2021


miércoles, 9 de junio de 2021

Historia

 Escribo para contar que no me considero rara y que el propio concepto normal está sustentado sobre una serie de acepciones que a día de hoy pueden parecer obsoletas y manidas.

Puede que la palabra que estaba buscando no fuera rara, sino más bien incomprendida. Pero quién no se ha sentido fuera de lugar alguna vez. A quién no le han faltado las palabras, o no ha sabido cómo expresar el barullo que le atormentaba dentro.

Escribo para contar que eso del amor tiene mil caras y no siempre son de la misma moneda.

Porque somos seres racionales, capaces de elegir en muchos ámbitos, pero a la hora de sentir no sabemos frenar los sentimientos o las sensaciones.

Que a una le encanta vivir enamorada, idealizarlo todo e imprimir todas las idas y venidas sobre la piel y agarrarse a un todo o nada que derrumba a su paso aquellas certezas que creamos tener.

Pero las personas terminan pasando- como el tiempo y como la vida. Terminan pasando por encima de nuestro criterio, sobre las verdades, a través de los intentos de fuga de nuestra desordenada cabeza.

Después de vomitar el sinsentido anterior solo puedo reconocer que mi mayor logro fue conseguir quererme a mi misma, aceptarme y aprender a nadar en mi elemento.

Quererme mucho, y hacerlo bien.

Lo demás es historia de todos. Historia que nace con principio y de final incierto; historia que vamos escribiendo a fuego, sudor y sangre.

Historia que, cómo la vida, terminará pasando aunque quede escrita.


Cabo Ortegal

viernes, 30 de abril de 2021

Abriles cerca

Bájale el volumen a las calles. Apaga todos los semáforos a golpe de pestañeo, que tienes el poder y la magia de pocos.

Pero no corras las cortinas. Ni me descubras la vergüenza de mis esquinas.

Y luego sube el (volumen) de los versos, pronuncia una a una cada lágrima que te corroe hasta que dejen de sangrar las heridas. O hasta que nos reine el silencio.

Porque después de las tempestades, y de que el todo mal lo cubra todo, viene el anhelo de la mano de la esperanza.

Y somos conscientes de que llegamos a ver por nosotros mismos la inmensidad de cualquiera de los océanos- pero es el pacífico el que termina alzándose victorioso.

Cada cual siempre acaba encontrando su salida de emergencia. El bote que le salva la vida a trompicones y la forma de escapar del miedo al miedo.

A mi me cura la poesía. Y todas las veces que tú si, pero yo también.

Por eso no quiero que dejes de serlo;

 tú, de ninguna de las formas y maneras- o de todas.

Por eso me pesan los abriles y los festivos. Porque que te vistas de primavera a mi me sabe a necesidad, pero luego las olas del verano derriban todos mis castillos en el aire y me dejan desnuda de silencios, con todo por contar y con muchas de mis dudas no resueltas impresas sobre los lunares.

Porque el sol quema más en primavera. Y sentir que te falta el aliento es una de las forma de estar viviendo en gerundio.



martes, 13 de abril de 2021

Alma gris, cabeza fría

Un vuelo de vuelta.
Y tantas cosas aún por decir.

Ignorabas qué broma te trajo de vuelta,
no sabía si pasarte a buscar o encerrarme
en tu habitación cogiendo prestada la pena.

Tengo la sensación de ir siempre un paso
por detrás del mundo y,
mira que te esforzaste por enseñarme a volar.

Hoy hablábamos del querer,
como concepto.
Y olvidamos querernos a nosotros mismos.

"Querer es quedarte aún más en los peores momentos." Decías.

Luego alumbramos la conclusión:
El amor, elevándolo a la condición de fruta,
madura con el tiempo.

Dicen que mejora como el buen vino,
que se hace profundo y se acomoda en tu sofá.
Tiene punto álgido y sabor dulce pero acaba reducido a cenizas.

Y después de la madrugada,
has adherido tu vida a la desidia.

Decidiste que decir adiós al fuego es la mayor de las aventuras.
Yo me trago eso de que el miedo ha podido contigo.

Pero no te engañes,
fue tu cabeza la que hizo el resto.





Feedback

El otro día me comentaste algo sobre conocer a la otra persona, sobre la confianza.

Ahí van unas cuantas cosas con las que aprenderás a saberme de memoria.

Soy de las que tiene las señales como divinidad y se traga eso de que los cuentos pueden hacerse realidad. Siempre que descubro un grupo de música bueno, se ha disuelto y me quedo con las ganas de verlos desgañitarse en directo ante cientos de ojos vidriosos.

Me oriento peor que una brújula sin polos cuando estoy sola pero he aprendido a desenvolverme si siento la respiración de alguien a mi lado.

Soy algo impaciente y puedo devorar comida fría por pereza o darle la vuelta a la tortilla antes de que se termine de hacer pero desarrollé una templanza superlativa para todo lo que me importa.

Creo en la tristeza como sentimiento necesario, para limpiar el exceso de júbilo y la exaltación de la amistad. No me toques en los días tristes, limítate a surcarlos conmigo y deja que se escuchen mis canciones cortavenas por toda la casa.

He construido mi vida con una fachada científica, con la que espero poder salvar vidas. Todo vocación. Sin embargo, también creo en el poder de las personas y en medir cuánto pesa cada alma sobre la nuestra.

Me encanta ver amanecer, y los domingos.

No me pares los pies aunque pueda darte vergüenza lo que estoy a punto de hacer.

Adoro descubrir mundo y compartir risas.

Y me declaro hincha de los abrazos para los reencuentros y de los besos de despedida.

Por si al final te pica la curiosidad

y decides quedarte.

Por si se te olvida dejarme con las ganas.


Compostela


Mi isla

Fíjate si te digo que andar conmigo es pasar en el vagón de la rusa veintitrés de veinticuatro. Y tampoco puedo prometerte seguir existiendo en consonancia con lo que me haces sentir. Porque no conozco ni la mitad de lo que sientes hacia ti mismo.

Es ahora cuando entiendo a Nietzsche con su duda constante y su negación fehaciente. Que lo que hoy me saca sonrisas, mañana dolerá- y viceversa.

He prometido a un risueño Lucifer ser tenaz, y seguir siempre adelante; intentándolo- por muchas veces que mi cabeza se haya visto seducida con la idea de naufragar.

Es inútil atenerse al parlamento. Y más, cuando todo el ron ardió sobre la isla de Tortuga.

Ahora, lo de basar deseos en madrugadas interminables, es un plan vintage de otra era.

Hace algún tiempo que no terminamos de conocer a nadie a fondo, porque es mucho más fácil seguir flotando sobre la superficie que vivir con el miedo a quedarnos sin aliento en las profundidades.

Pero entonces- lanzo pregunta al aire- ¿qué hacemos los que todavía despejamos dudas existenciales? Los que nos agarramos al quizás de manera inconsciente y evitamos toda forma de vida que quiera alejarnos de cumplir un sueño.

Desconozco si es una forma madura de afrontar la vida, o si por el contrario, no es más que otra defensa pueril que puede achacarse a traumas del pasado.

Vivimos con miedo a quemarnos, a sufrir y a morir. Y en mi opinión, los que discrepan y tienen esta máxima bajo mínimos, es porque no se lo han planteado nunca. 

Me encuentro en una de esas islas de las que suele hablar Albert.

Queriendo aspirar cada color de los que pinta el amanecer, grabando las tempestades en mis retinas pero no consigo elucubrar qué diantre hacer con la maldita calma que acontece después.


Cefalú, Sicilia 



martes, 16 de marzo de 2021

Continuum

 Si tengo que elegir entre uno de los dos momentos vitales que nos acontecen no sabría por cual decantarme.

A ratos diría que prefiero vivir en diástole. Por la paz que esto genera, por el aliento.

Diría que diástole por la calma, por el calor de los abrazos y la ternura de un llámame cuando despiertes.

Creo que no es casualidad que nuestras vidas se compongan de mitades de un todo. Tampoco lo es que seamos un desorden centesimal dentro del caos ordenado del universo.

Vuelve a pasarme, vuelvo a divagar y a ponerme metafísica- incluso con el domingo a las espaldas. Pero qué le hago si me deja anonadada lo simples y complejos que llegamos a ser los humanos de una sola vez. 

Antes he dicho que vivir en diástole sería la paz. Podríamos asemejarlo a llegar al culmen del éxtasis y conectar tu yo con lo que quiera que nos esté sobrevolando fuera del mundo de las ideas.

Pero también pienso que la sístole es necesaria para que lo anterior termine de estallar ante nuestros ojos. Para llegar a la meta vital.

Necesitamos antes del nervio, de las ganas, del sudor; y por qué no, de las malditas lágrimas. Y esforzarnos por conseguir algo por nosotros mismos para sentirnos un poco menos esclavos del tiempo.   Y dejar escapar los gritos cuando vibramos de euforia.

Somos conscientes del placer que nos provoca la risa compartida. Por eso no sería capaz de quedarme a vivir en un solo momento por separado.

Sístole no es nada sin diástole; ni diástole sin sístole.

Por lo que déjenme seguir latiendo así.

Déjenme reir, llorar, enamorarme.

Déjenme que se me erice el vello de la nuca de la emoción. Déjenme caer, equivocarme y agarrarme a todos los clavos ardiendo que encuentro por el camino.

Déjenme saber que duele, que es cierto eso de que si escuece es que está curandoque lo estoy aprendiendo a base de golpes.

Pero después, cuando pase la tormenta, ni se atrevan a taparme el sol.

Permítanme respirar profundo y remar a favor de mis pensamientos.

Permítanme un último amanecer, sonriéndole a la luna.

Y que Fercán siga remendando las heridas de los martes.





martes, 9 de febrero de 2021

Autoterapia

Necesito vomitarlo todo y qué mejor lugar que este para llevar a cabo tan revitalizadora tarea.

No sé si esto tiene que ver con que hace días que no derramo negro sobre el papel y lo malo se queda enquistado dentro.


Queda muy poco, Carolina.

Intenta, culmina, continúa con el camino que te ha llevado hasta aquí; piensa con claridad que todo llega y todo pasa.

Agárrate al tópico de ‘solo es un mal día, no es una mala vida’

abróchate las alas y vuela porque puede que al principio te cueste comenzar a batirlas pero después, querida, la imbatible serás tú misma y tu tesón y tu trabajo y todos los no que capeaste hasta vislumbrar el si.

Serán las ganas que siempre tienes pero que ahora yacen algo aturdidas entre la autocompasión y el miedo.


¿Por qué tienes miedo? ¿por qué dejas que te bloquee?

Levanta la cabeza, niña, y mira hacia atrás.

Solemos decir que lo importante es continuar hacia delante pero si dejas de ver el camino por un instante deja que llueva, espera a que amaine mientras redescubres que es ese el camino que querías y que lo continúas porque estás segura de ello.

Agarra del pelo con fuerza a esa flaqueza que amenaza con poner tu mundo patas arriba. Amenázale también con contar todo lo que sabes de ella si no desaparece de tu vista; que no va a poder contigo, que no le tienes miedo al menos no uno equiparable a la envergadura tus demonios.


Quiero vomitar los miedos en negro sobre ese blanco marfil que me traslada mi limbo existencial.

Estos días más que nunca me he sentido encerrada en mi misma y no sabía cómo gestionar las ansias de vida.

Las mismas que consiguen un acelerón de corazón, ansiedad y un océano de lágrimas.

Porque luego, están las veces en las que los días salen para zurdos- que yo soy zurda todos los días.

Quizá, como dice P., solo necesitaba un abrazo que me sacara del gris o un todo va a salir bien que no viniera de mi cabeza.


De cualquier manera, me encuentro lidiando con lo oscuro del color y la explosión de los sentidos.

Y bailo, así me siento mejor.

Infinitamente .

(María Pedraza)

martes, 8 de diciembre de 2020

Con espinas

 Madrugada de vueltas entre las sábanas y no sabe por cuánto tiempo podrá retener el sentimiento del pecho.

Boca arriba, mirando a la luna, y sorteando todos los vaivenes de su cabeza; se da cuenta de que lleva clavada una espina. Y esta siempre estuvo ahí pero nunca antes había sido capaz de destapar la tapadera de sus sueños.

Por eso no acaba de entender la desazón. Ni el ritmo frenético de sus latidos. Les pide calma, y el silencio más absoluto. Quiere que le dejen dormir porque se le ha hecho tarde, y sino mañana no será persona.

Es una mezcla entre lo que le ordena la cabeza y los gritos de su corazón. Pensaba que se le había terminado la tontería pero, una vez más salen a flote los sentimientos.

Y esto le hace pensarse equivocada. Dónde está el límite entre querer y poder, y hasta dónde puede llegar para conseguirlo.

Solo sabe que le da miedo la idea de perderlo todo.

Ya luego ignora si debería ser sincera para consigo y vomitar el quemazón que lleva tiempo guardando; o es preferible agarrarse al clavo ardiendo que deja su cabeza, sostener un pulso con la impertérrita rutina para dejar las cosas como están.

Y el lío continúa enrollando los hilos entre sus ideas. A la brújula le faltan los polos y le sobran opciones de orientación.

Ninguna de las opciones le seduce lo más mínimo.

La primera llevaría implícita otra estúpida despedida.

La segunda; la vida pasaría tranquila, pero ella sería menos fiel a si misma.

Algo estaría cortándole las alas.












Playa de las Catedrales

jueves, 26 de noviembre de 2020

Balanza

Decidí perder la cuenta en el error veintisiete.
Perdí las ganas, el control.
Perdí los papeles.
Me perdí noches de las que no acaban
por ganar a manos llenas una única cosa:
tiempo.

Perdí la noción del mismo, el último tren.
Perdí hasta la carta en la que ponía cómo continuar
con este desastre de vida.

Me perdí aquel cine de verano y la fiesta del otoño siguiente.
Perdí tanto por el camino que, incluso la vergüenza
quiso perder las formas conmigo.

Pero gané.
Gané momentos, potencial y sueños.
Gané verte amanecer con aroma a salitre.
Gané domingos de no salir de entre las sábanas
porque faltaban horas de reloj que compartirte.

Gané seguridad, constancia y a confiar algo más en mi criterio.

Pero era algo que ya sabía cuando te elegí.

Contigo siempre gano.




















Tango

lunes, 9 de noviembre de 2020

Malacostumbrada

 La tenía malacostumbrada.

Le gustaba eso de desaparecer y no decirle ni cómo ni cuándo regresaría, tras un día de cariño infinito.

Dejaba pasar los días sin que llovieran las noticias.                                                                                      En el frente-solía decirse- no había tiempo para el amor y la guerra a la vez.

Pero luego, en sus horas bajas sus ojos eran enteros de ella. Le sonaba el eco de su risa en la cabeza desde algún verano perdido. Añoraba verla dormir y aún más sus abrazos inabarcables. No acababa de entender cómo una persona tan pequeña podía albergar algo tan inmenso en su interior.

No le había contado que se sujetaba el pecho al verla marchar cada septiembre. De modo que cuando le tocó huir a él se envolvió en el silencio y se abrazó a la nada.

Seguía escribiéndole cada madrugada. Tatuaba miles de misivas con sentimentalismos de los que luego se arrepentía. Cartas que terminaban en la hoguera y que volvía a escribir cuando sólo quedaban rescoldos.

Así ella aprendió a olvidar. A olvidar los abrazos, los veranos, las caricias. Aprendió a olvidar que sabía querer, y que era capaz de quererse.

Y él olvidó dejar de quererla.


Normal People- Paul Mescal, Daisy Edgar-Jones


martes, 27 de octubre de 2020

La city

 De pronto, martes tonto, me entraron unas ganas locas de enseñarte todo lo que conozco de la city. Solamente por darme el lujo de que mi cabeza vuele lejos de entre estas cuatro pareces.Suenan JP Saxe y Julia Michaels y se me derrite un poco más el alma.

Me entran ganas de viajar contigo, de jugar a redescubrirlo todo. Siempre dije de ella que no me gustaban sus prisas; y es cierto que no la veo como el mejor rincón para proponerse echar raíces. El ritmo frenético de su vida no es una cualidad que me tenga enamorada.

Pero luego pienso en la cantidad de tiempo que llevo sin viajar- más aún si ese tiempo pertenece al compartido con tus carcajadas; y Londres se me antoja la parada de metro perfecta para volver a retomarlo todo por donde lo dejamos.

Miles de kilómetros para reabrir cajones de sensaciones, y discernir entre las minucias y lo verdaderamente importante.

Creo que te alucinarían los alrededores de Piccadilly, que nos reiríamos mucho cuando no pudieras practicar tu perfecto inglés por ninguna calle de Candem. Y que acabaríamos las rutas con los pies helados y desechos en algún café del centro- aún así tu café doble con hielo, llevándose a matar con mi chocolate caliente.

Sería otra sucesión de recuerdos para la colección. Y tú te dejarías hacer, como siempre que me toca hacerte compañía a regañadientes.

Soy consciente también de que toda esta sarta de sueños termina justo en el borde de mi cabeza. Que tengo tu recuerdo, un par de canciones y todos los deseos pechados.

Ellos no les tienen miedo a nada. Soy yo, la dueña de ese miedo.

Pero los he enseñado bien. Y saben que si salen todo se termina.


Notting Hill, Junio 2016


jueves, 22 de octubre de 2020

Propio

 No eres buen tipo. Eres mejor.

Intentas engañar a todas las vidas que se te cruzan con eso del todo me da igual y algo de hastío. A mi misma, estuviste a punto de convencerme cuando aquella madrugada casi rozamos el suelo a golpe de ron con hielo.

Algunas noches quieres sentirte pirata, aunque todo acaba en naufragio- contigo encerrado en tu habitación derramando tinta negra para hacerte trizas el corazón. A veces se te escapa que siempre fuiste de hoja caduca, justo antes de desaparecer.

Sangras por todas y cada una de las heridas de aquellas nadies que se agarraron a tus días. Dices que son nadies porque se marchan cada diciembre como augurio del frío que no termina de nevar sobre el invierno. Por eso, y porque no sabes cómo gestionar las ganas, el llanto y los pedazos del alma rota.

Si no te conociera como lo hago, te pensaría hipócrita. Te creería el más ególatra de toda Malasaña. Sería reacia a compartir contigo una o dos noches por la capital.

Pero luego sales. De todo.

De casa, de alma, de sueños.

Sales hasta de las heridas.

Te queda tan bien eso de hacer leña del árbol caído que ya vas camino de terminar el bosque.

Luego sonríes. Porque recuerdas que aún queda tinta. Porque te encanta el jodido invierno. Y porque sabes poner la mano en el fuego por todos los que han decidido quedarse. Antes incluso de que ellos te lo digan.

Qué le hacemos si siempre fuiste de magia negra y anticipación.

Se le escapan las luces a Madrid.

a P. Gracias por la inspiración. Te debo un par de cervezas por las licencias.

viernes, 2 de octubre de 2020

Luscofusco

 La última vez que nos vimos me dijiste que los bombones se derretían al sol.

Fue como si hubiesen salido los únicos rayos del norte para dejarte soltar aquella frase. No me di por aludida, por supuesto. Pero me hizo gracia que no hubiera nadie más que yo a quien referirte.

La última vez que te vi, te habías dejado la prisa aparcada en doble fila, junto con las nubes de la tormenta de la tarde anterior. Y la sonrisa se te escapaba por los dos lados de la cara.

Recuerdo que también te pisabas las ojeras, pero dijiste que a quién le hacían falta horas de sueño teniendo un día como aquel.

Tú y tus retóricas.-Confieso que las extraño

Nos pasamos dos o tres horas contándonos la vida a verso y prosa frente al oleaje, que no le hacía justicia a toda la paz que me transmitías.

Luego nos dijimos adiós sin fecha ni ganas; sin tan siquiera saber si volveríamos a coincidir pero siendo conscientes de que apostar con el destino siempre fue un juego de azar para el que ninguno de los dos nacimos preparados.


A P. por las ilusiones.








Elliot Erwitt


sábado, 19 de septiembre de 2020

Cadaqués

No me importó no estar entonces.
Supuse que todo debía ser así, como cuando no nos conocíamos.
Y no sabíamos lo bien que funcionábamos juntos.

No me importó que las primeras veces no fuesen conmigo,
ni que las carreteras por las que decidimos movernos fueran de doble sentido.
No me importó escucharte soñar a grito pelado.
Ni levantarte a regañadientes para no perdernos ni uno de los amaneceres que, en secreto, nos compartimos.

Recuerdo que me dejaste elegir la música.
Te encantaba hacerte el concentrado cuando conducías y yo prefería no prestarte atención.

Escuchábamos un disco viejo de Kings of Leon y tú me dijiste de parar. 
Compramos un par de helados en un puesto del pueblo y me llevaste a ver el mar. 
Dijiste que querías que tocara para ti. No te importaron mis amenazas de lluvia inminente y tropical.

Yo no canto. Te dije. Y tu te reíste y me confesaste que tú, menos; y que además me habías escuchado cantar, que no lo hacía tan mal.
Te llevaste el bolo con el solsticio, y unas cuantas de mis sonrisas.

Recuerdo que te pusiste metafísico.
Dijiste que querías muchas cosas pero que cuando me veías se te pasaba. Como si yo tuviera el poder de desplazar de ti toda querencia y dejarte desnudo de miedos e incertidumbres.
Me gustó como sonó aquello desde tu boca, para qué mentir.

Me gustó tanto que no he sabido diferenciar desde entonces si este tira y afloja tiene salida o tan siquiera significado.



Los septiembres

Siempre digo que si cuando apareces para contarlo.
Y deshago las manecillas de reloj para que deje de correr el tiempo.

Hay días en los que sabes perfectamente en qué momento parar y venir a por mi.
Creo que te llama mi subconsciente.
También me gusta esto porque siento que puedo con todo.
Y así ha sido siempre que me miro desde tus ojos.

Adoro hasta tus resacas.
Y las veces que si, que te quedas.
Que dices querer quedarte a vivir, a probar, a soñar y a surcar los domingos.
Sobre todo,
eso de los domingos.

Porque siempre he sido de exprimir la vida un poco más los últimos días de la semana pero
ahora; ahora más.
Porque he aprendido el significado de mucho de lo que me rodea este año y has estado muy cerca de mi para evitar tus grandes males y mis mejores remedios.

Por eso y por todas las cosas que ni siquiera deben ser nombradas, vuela a perseguir tus sueños.
Te espero a la vuelta de la esquina.
















(Centro de Arte contemporáneo Santiago de Compostela- Abril 2017)

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Apnea

Vengo a decir que a efectos prácticos sé que mi corazón seguirá latiendo.

Es como una máquina. Si todos los engranajes funcionan, ¿por qué no continuar?

En el campo metafísico ya es otra historia.

Nadie ha muerto de mal de amores. Al menos no de manera directa.

De amores se sufre, se calla y se respira. Pero no se nos terminan la existencias.

Puede que el fin de esas vidas resida en la consecuencia del desgarro o como viaducto para arrancar la pena y la desazón que queda cobijada dentro.

El vacío existencial. Tan profundo.

Somos perfectamente capaces de existir sin una vida a nuestro lado (una ajena, quiero decir).

Pero sucede que no nos da la gana.

Que hace eones que nos dimos cuenta de que compartir nos hace sentir vivos. Y equilibrar todos los demonios de nuestra cabeza con el sonido de otra risa, nos ayuda a dormir en paz.

Por este motivo somos de esos que se amarran a una vida y eligen coexistir con ella. Creo que es por el mismo motivo por el que nos amedrenta el silencio más absoluto.

Tememos parar nuestra respiración sin imprimir la última huella sobre el suelo que pisamos; y a menudo, asociamos esa felicidad compartida a un estancamiento en el tiempo.

O al menos, a una medida paliativa para evitar pensar que éste pasa irremediablemente.

Y nosotros nunca volvemos atrás.



lunes, 31 de agosto de 2020

Punto y coma

 Al mirarte,                                                                                                                                                       a cada instante- duele todo lo que callas.

Mueves los dedos, como dejando que la vida se escape entre sus rendijas.                                                      No obedeces a localización ni retiro alguno.                                                                                                    Dices que es hora de flexionar los miedos y extiendes un mapa que sacaste de ninguna parte.

Y me dices que no es cierto. Que no sé conjugar mis verbos contigo.                                                        Que el lejano Oriente no confunde, que no son adecuadas mis razones cuando las dejo en simples pestañeos. Y que tampoco comprendes mis besos a medias.

[Y yo me pregunto quién demonios te cedió la vela para enterrarme viva].

Para devolverme todas las historias en forma de risa y despertar de una vez por todas- en Glasgow, y contigo.



domingo, 23 de agosto de 2020

Intimidad

 

Creo firmemente en eso de sentir. Y de poder compartir esos sentimientos.

Hay quienes lo ven absurdo, una nimiedad. O piensan que no es importante, que hay temas que ocupan más relevancia en el ranking de la preocupación mundial.

Con esto no intento quitar importancia a la información que nos llega de manera masiva desde todos los puntos del planeta.

A veces me da por pensar que la vida sería un poco más sencilla si no hubiéramos avanzado tanto tecnológicamente hablando. Si no estuviese estipulado el tener que cumplir con unos estándares o tener que demostrar según que cosas.

Al margen de que cada uno tenga sus preocupaciones para con la vida y la sociedad, creo que primero debemos cuidar de nosotros mismos. Aprender a parar, a querernos. Descubrir por qué si y por qué no. Eso de la búsqueda de la felicidad siempre ha sido una meta nuestra, aunque no se diga en voz alta por miedo a destruir lo etéreo de ese sentimiento. 

En este propósito me encontraba durante mi semana de vacaciones dentro de un verano pandémico, cuando tropecé con Sally Rooney.

Y al terminar, con Paul y Daisy desempolvando a Connell y Marianne.

Durante este tiempo he podido destapar mi parte más vulnerable reflejada en las palabras de Sally, la cual, a mi parecer, le ha sacado punta a “la normalidad” y nos ha regalado la intimidad en la más pura de sus formas. Ha tocado preocupaciones que muchas veces nos sentimos reacios a exteriorizar creo que para que le perdamos el miedo. Para que no nos avergoncemos de ser quienes somos y de la manera en la que nos da por respirar.

Soy consciente que hay muchas vidas detrás de la adaptación de la novela de Sally a la pequeña pantalla, mucho trabajo, mucha ilusión y muchas horas dentro de ese “Normal People”. Pero al fin y al cabo nosotros a quienes nos encontramos son a Paul y Daisy metiéndose en la piel de Connell y Marianne.

Y vaya vuelco le han pegado a mi alma en poco menos de una semana. Para que quiera quedarme a vivir en cada confesión y cada decisión y cada roce de mejilla.

Me encanta ver crecer vidas de manera tan explicita y creo esta historia con todas sus heridas es una de esas de las que merece la pena pero,

más las alegrías.

Daisy y Paul. Contados por Sally Rooney.


jueves, 13 de agosto de 2020

Retales.

He descubierto que no me gusta que me pregunten.
Me refiero a que interrumpan un sentimiento con esa dichosa pregunta.

Igual es necesario en la mayoría de los casos la aceptación de ciertas premisas antes de actuar, pero yo no funciono así.
Y menos cuando hay un acuerdo por ambas partes.

Creo que hay situaciones en las que las preguntas y los comentarios- como si fuéramos locutores de radio- están de más, me explico, los momentos piel por ejemplo.

Es un hecho eso de que el contacto con la piel de terceros produce algún efecto sobre nosotros. Puede ser positivo, si disfrutamos con esa invasión del espacio personal; neutro, si las caricias o quien las profesa no nos despiertan ni la más mínima sensación; o negativo, si esa caricia, ese agarre, ese tacto ajeno nos hace pequeños, y nos insta a correr en dirección contraria a la piel.

En estas situaciones, como decía, los comentarios, los apuntes, el querer ponerle voz a todo lo que estamos sintiendo, a mi parecer, están de más: Estropea el momento, y lo que antes te parecía un experimento en la búsqueda del placer te hace bajar hasta el más rudo de los suelos y que tu mente vuelva a ser pragmática y hermética.

Por eso pienso que debemos entrenar. Entrenar el arte de tocar, de acariciar, de observar lo que somos capaces de provocar en el otro sin tener miedo a equivocarnos, pero asegurarnos de que esa necesidad de caricia es mutua sin exigir un porqué.

Puede que no todos gocemos de la misma sensibilidad. O a unos nos cueste más que a otros darnos cuenta de lo que sucede.
Es aquí, cuando algo no concuerda; cuando entra la voz a escena. Para marcar el paso, el ritmo y el permiso.

Mientras tanto, creo que somos conscientes de cuando nos gusta algo, y la manera que tenemos de expresarlo nos define en cierta medida.
Podemos ser más o menos partidarios de definir los sentimientos, los problemas y las causas que nos ponen en el día D y la hora H frente a la otra persona.

Pero hablo de olvidarse de las leyes de la física por un corto espacio de tiempo y apelar a la metafísica; a las sensaciones.

No lo llames, no quieras definirlo.
Siente.

Luego, con todo el sentimiento por la piel ya eres libre de pensar si eres de movimientos repetitivos o si prefieres cerrar la puerta a los problemas.

Permítete el lujo de disfrutar de una caricia. De saber si te lleva a buen puerto.

Esta divagación y el miedo a lo desconocido son los que me han llevado hasta hoy.
No me gusta sentirme vulnerable.
Y hay según que momentos en los que me escondo dentro de un caparazón para evitarlo.
Éste es uno ellos.

Si me profesas cariño y me preguntas si me gusta el ofrecimiento, no voy a responderte.
Fíjate en si se me eriza la piel. Si acelero mi respiración o te beso con más ganas.

Solo quería que lo supieras. Para que no cupiese lugar a dudas.

Si te respondo es porque lo he pensado- y mucho- después de sentir.
Así que, si es así quédate a dormir.

Metamorfosis

No todos los presos tenemos prisa.
Ni ansiamos la libertad fingida que solo rozamos en sueños.

No todas las ventanas reposan sobre cornisas, con las que decorar a flores todos los abriles.
Se nos escapa el verano y ni siquiera hemos podido querer a manos llenas.

Y en este agosto atípico vengo a recordarte por qué voy a quedarme siempre:
Una mañana viniste a decirme que a cabeza no te ganaba nadie.
Que los lamentos habían dejado de ser el padrenuestro y que era hora de aprender de las caídas.
También me dijiste que gracias por la confianza.

Y que te permitiera equivocarte.

Y de un tiempo a esta parte tenemos el resultado.
Vemos cerca de metro noventa de seguridad y cariño acorazado.
Cerca de metro noventa de dudas disipadas y de esfuerzo sobrehumano.
Porque ciertamente no sabemos de lo que somos capaces hasta que no cruzamos la línea de meta.

Y tú la cruzaste. Y has arrastrado contigo todos mis miedos.

Has hecho que se evapore el silencio, y que se caiga todo lo voluble que me cubría.
Por eso no me importa luchar con más fuerza ni pelear con más ganas.
Porque te lo debo.

Por cada vez que te quité el sueño, y porque me has regalado los más bonitos que recuerdo.

Por las canciones que sin querer, lo son todo.
Y por el último abrazo.


jueves, 23 de julio de 2020

Pocas palabras en corazones llenos

Miki, no te vayas.
Por favor, no todavía.

No me conoces pero aquí se empeña en patalear a letras otra de tus admiradoras.
Puede que no sean suficientes pero, aquí tengo algunas de las razones por las que deberías quedarte.
Piénsalo y sueña.

No te vayas porque ellos te necesitan. Y ella. Que si, que podrían continuar sus bailes desenfrenados pero la vida se les quedaría corta sin el soporte que tú supones en sus días.
No te vayas, que aún tienes que contarnos el secreto de lo cotidiano por fascículos y esto no ha hecho más que empezar.
Tienes que ver nacer el nuevo libro, y verlo crecer en toda su magnitud del ser.
Ni se te ocurra marcharte porque aún no has terminado de leer las páginas de la vida y te quedan miríadas de historias por tejer en verso.

Podrías pensar, los días de flaqueza, que tú labor la pueden desempeñar otros y que hay mentes más perfectas para el lirismo pero he de decirte que los versos dejan de significar- aún con rima- cuando no se lloran con el corazón.
Y en eso tú eres un experto.

Aguanta.
Porque aunque te guste tomarte la vida a broma, cuando viene dura y fuerte nos tiemblan hasta las pestañas.
Pero esto va de sostenerse durante las sacudidas así que...sigue luchando.

Me consta que disfrutas de la vida pero no te enfades con ella; y agárrate con uñas y dientes que no es el momento del adiós definitivo.

Gracias, una vez más, por sentir tan alto.


jueves, 18 de junio de 2020

El karma juega a tu suerte.

La diferencia entre tú y yo rellena todo este tiempo que llevamos sin mirarnos a los ojos.
Tú exprimes cada segundo de tus días, con billetes de ida sin pretensión de volver; descubriendo un mundo del cual te has enamorado y que se te antoja maravilloso.
Yo espero. Una señal, una llamada, la última carta que dijiste haber echado al buzón.

Y mientras tanto, sonríes porque eres feliz.
Con tu camino y con la simpleza de un recuerdo.

Que si, que es cierto que a ratos todo se hace cuesta arriba,
el karma juega a tu suerte, planea alguna muerte y te coge con la madrugada baja, pero
el tiempo-que todo lo cura- acaba engañando al más vil de los demonios.

La diferencia es que a mi me falta todo ese aliento que a ti te sobra pero, estamos a tantos kilómetros el uno del otro que puede empezar a faltarme el aire antes de que siquiera te plantees regresar.

Que pasan los años y yo continúo tirando del hilo de tu recuerdo a ver si la maldita fortuna nos cruza sin dejarnos pasar de largo.
La diferencia es que nuestros mundos no son tan distintos pero nuestras pisadas se desviaron en paralelo con un golpe de la luna.

Por eso, aunque tú decidas que soy solo humo en tu pasado, o el resto de unos días de verano que regresarán; me he dado cuenta de que no soy capaz de desengancharme de lo ronco de tu risa, ni de las ilusiones que tejí sobre tu piel.

Que siempre vuelves. Siempre tú.

Quizás ahora deba despedirme de tus ojos. Al menos por ahora.
Hasta que reúna la fortaleza y el impulso necesarios para salir a la superficie y respirar.
Hasta que se me pase por la cabeza decirte que puedes contar conmigo todos los septiembres que se te queden colgados.
Hasta que tú vuelvas, a casa.
Y te des cuenta de que siempre he estado aquí y de que no tengo la más mínima intención de marcharme.

a P.

(“HER” - Joaquin Phoenix, Rooney Mara)

lunes, 15 de junio de 2020

Ya mañana veremos cómo enfrentarnos a la vida

No necesitábamos más.
Los tacones que me ponían a tu altura ya descansan sobre la mesa.
Y el maquillaje que pesaba, sobre una toallita en la papelera.

Tú sigues oliendo a ti. Igual que a las once cuando pasaste a buscarme.
Trasteas en el ordenador. Buscas la canción perfecta. Pero no la hay.
Nuestra canción fue elegida hace mucho. Una de esas de las de mucho ruido y pocas nueces.

Y ahora, juntos en mi habitación- solos-, nos planteamos la vida.
Siempre hemos sido de hacernos daño.

Es domingo, de madrugada, de mayo y fuera llueve. El cielo gris no acompaña a nuestro cariño. Pero queremos más. La luna nos ha dado la noche libre. O nosotros a ella.
(Hoy no molestará).

Empieza a sonar Love Yourself. Nos define tan bien. Quién diría que Justin sabría describir nuestras almas.
Te miro respirar. Estás tumbado en la cama y yo en la silla.
Y sin preguntar me tumbo a tu lado.
Te sale abrazarme y me siento en casa.
Tú, como persona, eres hogar;
el mío.

Y me duele tanto tener que reconocerlo, que me escondo en tu pecho.
Porque es el único lugar que no tendrá represalias la mañana de mañana.
Porque estas cosas siempre terminan saliendo mal.

Nos quedamos minuto y medio- segundo arriba, segundo abajo- sin movernos.
Acompasamos nuestra respiración. Y entonces me coges la cara entre las manos.

Llegó la hora.
Quiero que me beses. Y lo haces.
Lento, primero, como pidiendo permiso. Y yo te lo doy, por supuesto.
Luego las ganas nos pueden, y la pasión.
Y nos dejamos llevar.

Uno a uno se separan los botones de tu camisa. Y no sé muy bien cómo, mi vestido termina en el suelo.
Y te paras, me miras y desaparece toda mi vergüenza.

Nunca antes me habían mirado a los ojos de la manera en que tú lo haces, desnudándonos por dentro.
Te dejo hacer y me sumerges en el mundo de tus ideas.

Me pregunto por qué tardaste tanto.

Las madrugadas dan para mucho. Y yo necesitaba esto. Así. Llegar de fiesta y quedarme a vivir en ti.

Ya mañana veremos como enfrentarnos a la vida.
Pero hoy bésame hasta gastarme los labios para decirme todo lo que has callado durante años.

Quiéreme. Con todo.
Haz que me sienta segura y protegida- y que mejor lugar que tus brazos para hacerlo.

(Lilly Collins, Sam Claflin- Love, Rosie) 


miércoles, 27 de mayo de 2020

Polvo obtuso

(The girl from The song)

Que me pregunte por qué miles de noches no viene al cuento.
Pero creo que nunca antes quise darme una respuesta sincera.

Tal vez tenía miedo de lo contundente que presentía la respuesta, quizá era el pellizco de madurez que me faltaba o la falta de atrevimiento. Lo cierto es que si.
Eras todo lo que (me) quedaba y el cúmulo de nubes grises hizo el resto.
Nubes grises en mi cabeza, grietas que le gritaban a mi corazón y porqués que pedían explicaciones demasiado pronto hasta para mi.
Y yo quise volar muy rápido, sin tan siquiera saber cómo batir primero las alas.

Es cierto que me tenía poca confianza y aquel miedo intruso fue carcomiendo todos mis sentimientos hasta reducirlos a un polvo obtuso sobre el aparador que sujetaba nuestra foto.
Tuve miedo a sentir de más y a querer saber, tuve miedo a que las verdades doliesen en exceso y no hubiera marcha atrás.

Pero creo que he superado los miedos de los que te hablo a base de enmiendas, golpes y ganas.
Porque ahora veo tu sonrisa en los ojos de ella y no puedo evitar preguntarme qué fue lo que hice mal y por qué no fui capaz de quererte cómo te merecías.

Pero me encanta verte feliz.

Cuando aún escribías

Hace tiempo que no escribes pero yo te sigo leyendo.
Sigo leyéndote en versos de nadie, en todos los prólogos que tienen por antesala tus locuras.
Sigo leyendo cada carcajada hecha pedazos y todas las veces en que la tristeza llama a tu puerta y tú le abres con tu cara de domingo.
No, que no hace falta que prometas imposibles adornados con tus rimas asonantes ni que intentes descubrir con cuatro frases bien escritas el universo.
No hace falta que pintes con sentimiento desbordante tu propio mundo paralelo, ajeno a que duele y a que te pienso.

Hace tiempo que no escribes y me he propuesto recordarte todo lo bueno que puede regalarte un beso.
Si lo escribes con vocales infinitas puede sostenerte de la más estrepitosa de las caídas y desenterrarte del fango entre el que crees dar bocanadas suicidas.
Un buen beso es aquel capaz de envolver tus heridas y sacar brillo a corazón y alma.
Puede que también te deje tocado, y que hurgue en toda la flota hundida a tus alrededor.
Puede que también te deje taciturno. Y que pienses en cómo sobrevivir siendo tú en tu versión mejorada: La que da los buenos días sin cerveza.

Quería recordarte así, cuando aún escribías y robabas besos.
Cuando hacías lo primero por placer, por verme reír a kilómetros y sentirme algo más cerca. Por mandar al infierno toda forma de cielo cruel y embelesada que no te dejase respirarme.
Por desangrarte de manera ordenada y catártica cada vez que llorabas tinta.
Lo segundo porque decías que ese beso era lo único que eras capaz de robar sin levantar sospechas; después de dejar mi corazón reposando sobre la almohada.
Porque un beso estaba exento de precio-te burlabas- y podías regalarlo sin temor a que estallase otra batalla a guerra ganada.

(Redford y Streisand- The way we were 1973)

jueves, 16 de abril de 2020

Crónica de una cuarentena II

Acaba de terminar “On the Train Ride Home” de los Paper Kites.
Y a mi me ha dado por pensar. Qué raro.
Creo que de momento no hay vuelta a casa. Por ahora.
Hablando de casa como rutina.



El mundo, tal y como lo conocimos, ha dado de manos y ha invertido su razón de ser.

He de decir que a mi, abril es un mes que me tuvo siempre en las nubes, y hoy me ha cogido el día tonto. He dejado de lado mi preciosa concentración y me he encerrado en mi cabeza.
Me ha dado por recopilar imágenes.
He buscado y guardado en una carpeta todos los fotogramas que ponen nombre y apellidos al sentimiento que tengo atravesado en la garganta.


Uno que raspa al hablar, derramador de lágrimas llamadas Judas, que tenían que haber disfrutado su ultima cena.
Es una maraña de palabras preciosas que no cuentan siempre con la connotación positiva que me gusta desprender.

El primero es la impotencia. La sensación de no estar haciendo lo suficiente, de no poder ayudar tanto como me gustaría.
Después le sucede el miedo. A lo desconocido, a la incertidumbre, al que pasará, al estúpido ¿y si…?

Le sigue la desazón por el encierro. La falta de sensación de libertad y la imposición de un confinamiento para alcanzar un bien común que ahora mismo nos viene grande.
La pena por el tiempo que hemos perdido y por todo lo que quedaba por vivir en un futuro que ahora puedo tildar de inoportuno y cuesta arriba.
También puedo distinguir algo de extrañeza.
Algo que me hace acostumbrarme a la nueva rutina pero que necesita gritar alto con mi voz palabras inteligibles para luego romper a reír.

Lo que peor llevo es lo de los abrazos. Siempre me he considerado fiel defensora de estos últimos y está mañana, desayunando, tenía puestas las noticias. 
Un 50% de mí quería dejar de mirarse el ombligo y conectar con el mundo fantasmal en el que intentamos resistir ahora.
Mi otra mitad quería no desayunar sola.



Pero creedme cuando os digo que es la peor idea que pude tener esta mañana. Noticias frescas, como una mala resaca en el día de la marmota.

Hoy la única diferente ha sido que según los expertos puede que el distanciamiento social se prolongue hasta 2022.
Entonces el alma se me ha caído a los pies.
Puede que a veces me guste el melodrama pero... ¿no abrazar a los míos hasta dentro de 600 días?
No sé si me acordaré de como se daba un abrazo si quiera.
Tampoco, si habrá cuerpo que lo aguante.

En contraste con todo esto, cuando ha vuelto mi yo optimista y soñadora me he acordado de lo bueno.
Carolina, ¿qué sacas de toda esa madeja repugnante?
Y han aparecido la alegría, el cariño y la esperanza.


La alegría de ver que , aunque sea a pasos pequeños, vamos progresando como humanidad.
Ya pueden expedir el título de coronados para todos, que no solo existe el rey.
La alegría de ver llegar a mi madre desde la primera línea de batalla cada mediodía intentando luchar por los que necesitan un aliento más.
Ella, que también ha decidido posponer los besos y los abrazos a sus hijos hasta nueva orden.
La alegría de la llamada de mi padre en mitad de la mañana desde el hospital, sin contarme ninguna mala historia, y asegurándome que todo esto pasará.
El cariño, que aunque ahora solo sea telemático, arranca algún que otro vuelco a nuestra maquina de latir.

Y las esperanzas. Las muy hijas de su santísima madre que no desaparecen por muchos palos y piedras que estemos encontrando en el escabroso camino.
Las esperanzas que ponemos cuando hoy dicen que hay más altas y menos muertes.
Las que ponemos en darle brillo al ánimo y sacarlo a rastras del trastero, junto con las acuarelas y la bicicleta estática.
Las esperanzas que, incluso diezmadas, siguen consumiendo la mecha de todos los que aún aplaudimos a las ocho de la tarde desde las ventanas.
La vida que tienen ahora los balcones.
Y los músicos de dormitorio.
La familia- esté lejos o cerca.


 






Ahora suena “Hope there’s someone” de Anthony and The Johnsons.
Y de verdad que, aunque hoy la pesadumbre quiera ganarle a mis ganas, espero que todo esto pase y que cuando volvamos la cabeza solo lo recordemos como una lejana pesadilla que nos sirvió para crecer fuertes y exprimir la vida.